
Castillo de Trujillo



Plaza Mayor de Trujillo
Campanario de la Torre de Iglesia de Santa María la Mayor,
Trujillo
Trujillo es un municipio español de la provincia de Cáceres, en la comunidad
autónoma de Extremadura. Ocupa una extensión de 649,53 km² en la que se
incluyen los núcleos de población de Belén, Huertas de Ánimas, Huertas de la
Magdalena y Pago de San Clemente además de fincas y dehesas que rodean la
ciudad.
Con 9.012 habitantes en 2019, es la sexta localidad más poblada de la
provincia. Trujillo es la capital de la mancomunidad Comarca de Trujillo y
del Partido judicial de Trujillo.
Trujillo ha recorrido todas las etapas de la Historia, desde poblado romano
a ciudad medieval, lo que le ha servido para obtener los títulos de Ciudad
Muy Noble, Muy Leal, Insigne y Muy Heroica.
Desde 1528 fue la capital de la provincia de Trujillo, integrada como
partido de la provincia de Salamanca en 1591, hasta la creación de la
provincia de Extremadura en 1653.
En la localidad nacieron, entre otros, Francisco Pizarro, conquistador del
Perú, cuya escultura ecuestre se levanta en la Plaza Mayor, y Francisco de
Orellana, descubridor del río Amazonas.
Su importancia histórica, su situación, su entorno natural y su gastronomía
han hecho de Trujillo un importante centro turístico de Extremadura.
De sus monumentos, algunos de ellos protegidos, destacan el castillo
(antiguo alcázar árabe), la iglesia de Santa María la Mayor (siglo xiii) y
los palacios de la Plaza Mayor. Además, en Trujillo se celebran dos fiestas
de interés turístico regional, el Chíviri y la Semana Santa Trujillana, y
otros eventos como la Feria Nacional del Queso y la Feria Agroganadera.
Indice:
- Como llegar a Trujillo
- Algo de Historia sobre Trujillo
- Francisco Pizarro
- Francisco de Orellana
- Que ver en Trujillo
- El Castillo
- Alcázar de Luis de Chaves el Viejo
- Iglesia de San Martín de Tours
- Casa Museo de Francisco Pizarro de Vargas
- Iglesia de Santiago
- Iglesia parroquial de Santa María La Mayor
- Palacio de los Marqueses de la Conquista
- Palacio de los Duques de San Carlos
- Fiestas de Trujillo
- Comer en Trujillo
- Otras Rutas Cercanas
1. Como llegar a Trujillo
Se encuentra en el centro de la provincia de Cáceres y es la capital de la
comarca de Trujillo. Se localiza a 45 kilómetros de la capital provincial.
Trujillo. Está comunicado con Badajoz y Madrid por la Autovía A-5, con Cáceres por la Autovía A-58 y con Plasencia por la EX-208 que, a su vez, atraviesa el parque nacional de Monfragüe.
La ciudad está bien comunicada por carretera, pues se sitúa junto a la Autovía del Suroeste, que por el momento es la única autovía que comunica directamente las dos capitales ibéricas, Madrid y Lisboa. Igualmente esta autovía comunica Trujillo con Mérida y Badajoz.
Trujillo se sitúa aproximadamente a 250 kilómetros de la capital española y
a 375 de la capital portuguesa. El primer tramo de autovía del municipio,
que conectó Trujillo con Miajadas, se abrió en 1992, y al año siguiente se
abrió el tramo a Jaraicejo.
2. Algo de Historia sobre Trujillo
Engatusa por el color de sus piedras y la prestancia de su caserío.
Coronada por el castillo, construido entre los siglos X y XI con carácter
militar, la ciudad se convierte en un amasijo de callejuelas empinadas que
invita al viajero a perderse por un pasado de esplendor
Pero no nos engañemos. Si Extremadura fue la patria de muchos
conquistadores es porque, tras la Reconquista de 1492, poco o nada
tenían que hacer aquí los precoces hidalgos.
Inexistentes batallas, malas cosechas, fuertes hambrunas y pueblos
empobrecidos hicieron que los jóvenes extremeños no vieran más futuro
que el que se les prometía al otro lado del Atlántico.
Hambre de fortuna y sed de fama empujaron a muchos a embarcarse rumbo a
las Américas; eso sí, siempre con el nombre de su honrada tierra como
seña de identidad.
Cuando entro a Trujillo a través del Arco del Triunfo, una de las tres
puertas que delimitaban la villa amurallada, caigo rendido a su
encanto. Es inevitable.
Comprendo que Trujillo era ya una ciudad importante antes de que
nacieran en ella los protagonistas de la aventura americana.
Trujillo es el antiguo Turgalium romano, denominación latina del
topónimo correspondiente al primitivo castro celta. Desde la época celta
hasta nuestros días, incluyendo el esplendor de los siglos XV y XVI, en
los que la ciudad se convirtió en cuna de conquistadores y artistas que
han pasado a la historia.
Plaza Mayor de Trujillo
La ciudad de Trujillo, localidad situada a unos 50 km al este de
Cáceres, se asienta sobre un enorme batolito granítico, en el antiguo
camino de Madrid.
Se trata de un importante complejo urbano conformado a partir de
diferentes épocas y mentalidades arquitectónico-urbanísticas, cuyos
testimonios han ello de ella una de las más importantes localidades de
Extremadura, en lo que al patrimonio arquitectónico se refiere.
La población trujillana se reparte entre la ciudad de Trujillo
propiamente dicha y las localidades de Huertas de Animas, Huertas de la
Magdalena, Belén y San Clemente.
Con testimonios sobre ellos ya desde el siglo XVI, estos arrabales han
estado poblados por un vecindario fundamentalmente agrícola que se
asentó sobre fértiles vegas como las de Papalbas, Valfermoso o
Mimbreras.
Después de una época paleocristiana y visigoda, como queda constancia
por los restos de una basílica visigoda, tras muros de la puerta de
Coria, la dominación musulmana hace de Trujillo un importante enclave,
que sólidamente fructificado, mantendrá una notable actividad, siendo
testimonio de ella el mercado ganadero que se celebrara en la zona
extramuros sobre la que después se habría de urbanizar la actual Plaza
Mayor.
Hacia el año 900 se inician las obras del Castillo y en el siglo XI
están definitivamente configuradas las murallas, cuyo aspecto -al igual
que el del Castillo- se modificará después de la Reconquista. Hay
noticias de la existencia de al menos dos mezquitas, de las cuales se
conserva algún resto.
Vista del Castillo (Alcazaba)
En 1186 se inician con Alfonso VIII los primeros intentos de
reconquistar la Villa. Entregada a las Ordenes Militares de Santiago y
San Julián de Pereiro, pasaría de nuevo a manos árabes en la última
década del siglo XII, hasta que en 1232 la villa es definitivamente
recuperada por las huestes cristianas de Fernando III. Data de aquella
fecha la devoción patronal de Trujillo a la Virgen de la Victoria que,
alojada entre dos torreones, constituye el emblema heráldico de la
Villa.
Entre fines del siglo XV y principios del XVI tiene lugar una importante
actividad arquitectónica en Trujillo. Se fundan los conventos de San
Miguel, La Encarnación y San Francisco; se levanta el Rollo o Picota en
el sitio del Mercadillo y se construyen las nuevas Casas Consistoriales,
otros inmuebles municipales y privados van configurando la estructura y
fisonomía del espacio de la plaza.
El siglo XVI será definitivo para la historia de Trujillo. La población
supera abiertamente sus antiguos límites y se expande fuera de la
muralla. El desarrollo demográfico trujillano y el enriquecimiento de
ciertos sectores como consecuencia de la empresa americana, son las
circunstancias que impulsan ahora el desarrollo de la ciudad.
Desarrollo que poblará la ciudad de nuevas construcciones nobiliarias,
se ampliarán las antiguas fabricas religiosas y proporcionará a Trujillo
el aspecto con que la ciudad, prácticamente sin alteración sustancial,
llega al siglo XVIII.
Villa y ciudad, separadas por la muralla, mantendrán desde ahora una
evolución arquitectónica de distinto signo. Torres, aspilleras, alfices,
arcos apuntados y demás elementos arquitectónicos militares y goticistas
de los palacios intramuros desaparecen de arquitectura de la
ciudad.
3. Francisco Pizarro
Francisco Pizarro nació en la ciudad extremeña de Trujillo. Su
nacimiento para unos historiadores fue el 16 de marzo de 1476, para
otros fue la misma fecha, pero del año 1478.
Algunos historiadores llegan a hablar de 1473.
Fue hijo con señorío de naturaleza española del hidalgo Gonzalo
Pizarro Rodríguez de Aguilar (ca.1446-1522), llamado el largo o el
romano, importante personaje de la época con gran influencia que
participó en las campañas de Italia bajo el mando de Gonzalo
Fernández de Córdoba, y de Francisca González Mateos, dama de
recámara noble de Beatriz Pizarro, la tía de Gonzalo, devota del
convento de San Francisco el Real (junto a la Puerta de la Coria).
Pizarro era pariente lejano de Hernán Cortés, quien conquistó el
imperio azteca.
A la edad de veinte años se alistó en los tercios españoles que, a
las órdenes de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán,
luchaban en las conocidas como campañas de Nápoles contra los
franceses.
Según López de Gómara, habría servido bajo las órdenes de este,
siempre como soldado, en el sur de la península, Calabria y Sicilia.
Viajó a Sevilla, donde permanecerá hasta su marcha a América.
Ruta del viaje de Núñez de Balboa y Francisco Pizarro para el
descubrimiento del Mar del Sur en 1513.
En 1502 llegó a América en la expedición de Nicolás de Ovando, el
nuevo gobernador de La Española.
De sus primeros años en América se sabe muy poco. Probablemente pasó
un tiempo en la isla de La Española.
Se crearon dos nuevas gobernaciones en las tierras
comprendidas entre los cabos de la Vela (Colombia) y de Gracias a
Dios (en la frontera entre Honduras y Nicaragua). Se tomó el golfo
de Urabá como límite de ambas gobernaciones: gobernación de Nueva
Andalucía y Urabá al este, gobernada por Alonso de Ojeda, y la de
Veragua al oeste, gobernada por Diego de Nicuesa.
Descubrimiento del Mar del Sur (Océano Pacífico)
En 1509 hubo una expedición comandada por el bachiller y alcalde
mayor de Nueva Andalucía Martín Fernández de Enciso, que salió a
socorrer a su superior jerárquico, el gobernador Alonso de Ojeda.
Ojeda, junto con setenta hombres, había fundado el poblado de San
Sebastián de Urabá en Nueva Andalucía, lugar donde después se
levantaría la ciudad de Cartagena de Indias; sin embargo, cerca del
establecimiento existían muchos indígenas belicosos que usaban armas
venenosas, y Ojeda había sido herido en una pierna.
Poco después, Ojeda se retiró en un barco a La Española, dejando el
establecimiento a cargo de Francisco Pizarro, que en ese momento no
era más que un soldado en espera de que llegara la expedición de
Enciso. Ojeda pidió a Pizarro que se mantuviera con unos pocos
hombres por cincuenta días en el poblado, o que de lo contrario
usara todos los medios para regresar a La Española.
Hombre de fuerte carácter y poco dispuesto a la actividad
sedentaria, participó en la expedición de Alonso de Ojeda que
exploró América Central y Colombia (1510), y luego en la de Vasco
Núñez de Balboa que culminó en el descubrimiento del Mar del Sur
(más adelante conocido como océano Pacífico) en 1513.
En enero de 1519, Francisco Pizarro arrestó a Vasco Núñez de Balboa
por orden de Pedro Arias de Ávila, gobernador de Castilla de Oro. De
1519 a 1523 fue encomendero y alcalde de Panamá. Existen
discrepancias sobre el estado de la fortuna de Pizarro durante su
estancia en Panamá.
Los socios de la conquista
En 1524 Pizarro se asoció con Diego de Almagro y Hernando de Luque,
un hombre influyente, cura de Panamá, para conquistar «Birú» o «El
Birú» (el Imperio inca del Perú), del que tenían vagas noticias,
repartiéndose las responsabilidades de la expedición.
Pizarro la capitanearía, Almagro se encargaría de la intendencia y
Luque estaría al cargo de las finanzas y de la provisión de ayuda.
Existen noticias de un cuarto asociado, el licenciado Espinosa, que
no quiso figurar oficialmente y que habría sido el financiador
principal de las expediciones hacia el Perú.
Trece de la Fama

Los trece de la isla del Gallo, pintura de Juan Lepiani
(1902)
A finales de septiembre de 1526, cuando habían transcurrido dos años
de viajes hacia el sur afrontando toda clase de inclemencias y
calamidades, llegaron extenuados a la isla del Gallo, en la bahía de
Tumaco, actual sur de Colombia en la costa del Pacífico. El
descontento entre los soldados era muy grande; llevaban varios años
pasando calamidades sin conseguir ningún resultado.
Pizarro intenta convencer a sus hombres para que sigan adelante; sin
embargo, la mayoría de sus huestes quiere desertar y regresar. Allí
se produce la acción extrema de Pizarro, de trazar una raya en el
suelo de la isla obligando a decidir a sus hombres entre seguir o no
en la expedición descubridora. Tan solo cruzaron la línea trece
hombres.
Los Trece de la Fama, o los Trece caballeros de la isla del
Gallo, fueron:
Bartolomé Ruiz, Pedro Alcón, Alonso Briceño, Pedro de Candia,
Antonio Carrión, Francisco de Cuéllar, García Jerén, Alonso de
Molina, Martín Paz, Cristóbal de Peralta, Nicolás de Rivera (el
viejo), Domingo de Soraluce y Juan de la Torre.
Sobre la escena que se vivió en la isla del Gallo, luego de que Juan
Tafur le transmitiera la orden del gobernador Pedro de los Ríos, nos
la cuenta el historiador José Antonio del Busto:
El trujillano no se dejó ganar por la pasión y, desenvainando su
espada, avanzó con ella desnuda hasta sus hombres. Se detuvo frente
a ellos, los miró a todos y evitándose una arenga larga se limitó a
decir, al tiempo que, según posteriores testimonios, trazaba con el
arma una raya sobre la arena:
Por este lado se va a Panamá, a ser pobres, por este otro al Perú, a
ser ricos; escoja el que fuere buen castellano lo que más bien le
estuviere.
Un silencio de muerte rubricó las palabras del héroe, pero pasados
los primeros instantes de la duda, se sintió crujir la arena húmeda
bajo los borceguíes y las alpargatas de los valientes, que en número
de trece, pasaron la raya. Pizarro, cuando los vio cruzar la línea,
no poco se alegró, dando gracias a Dios por ello, pues había sido
servido de ponelles en corazón la quedada. Sus nombres han quedado
en la Historia.
Pizarro y los Trece de la Fama esperaron refuerzos cinco meses en la
isla del Gallo, los cuales llegaron de Panamá enviados por Diego de
Almagro y Hernando de Luque, al mando de Bartolomé Ruiz. El navío
encontró a Pizarro y los suyos en la isla de la Gorgona, hambrientos
y acosados por los indios.
Ese mismo día, Pizarro ordenó zarpar hacia el sur. Pizarro no fue ni
el primero ni el único que intentó la conquista del Perú.
La conquista del Perú
Llegada de Pizarro a Perú
Con la Capitulación de Toledo de 1529, firmada por Isabel de
Portugal con la autoridad del rey Carlos I, se concedieron los
derechos de dominio sobre la zona de Perú explorada hasta ese
entonces.
El territorio que correspondía a Pizarro iba desde el río de
Santiago (río de Tempula o Cayapas) en el norte de Ecuador, hasta el
Cuzco
En 1532 Pizarro zarpó desde la ciudad de Panamá con 180 soldados,
desembarcando cerca de Tumbes, en lo que ahora es la frontera norte
del Perú; entonces formaba parte del Imperio inca llamado
Tahuantinsuyo, que se extendía desde Colombia hasta Chile con una
población aproximada de 12 millones de personas.
Los incas tenían una leyenda sobre que un día el dios Viracocha
regresaría desde la tierra del sol poniente, una deidad que según
ellos vestía de oro y plata, con barba blanca y ojos verdes, y que
se había ido a través del océano Pacífico para volver en tiempos de
gran necesidad.
Los nativos norteños vieron la llegada de los españoles que tenían
características semejantes a las de Viracocha, narradas en su
leyenda. Los indios tayanes le comunicaron a Atahualpa que los
españoles eran dioses, dada su piel blanca, sus barbas, sus
brillantes armaduras y que habían venido en grandes naves desde el
océano Pacífico.
Atahualpa creyó el origen mitológico de los conquistadores y lo tomó
como buen presagio en ánimos de acabar con la guerra civil en que
estaba sumido el Tahuantinsuyo por la sucesión del emperador Inca
Huayna Cápac, muerto por viruela. Los príncipes Huáscar y Atahualpa
luchaban por la toma del Cuzco (capital del imperio).
La captura de Atahualpa
Atahualpa
Fue invitado por Atahualpa a encontrarse en la fortaleza inca de
Cajamarca, por intermedio de un emisario muy allegado a él.
El emisario se encontró con los españoles en Cajas y además de
llevarle regalos (patos desollados, vasijas en forma de fortaleza,
etc.) midió las fuerzas de los españoles y lo invitó a continuar su
marcha por el valle del Chancay, cerca del pueblo de Chongoyape
hasta Cajamarca para entrevistarse con Atahualpa.
Pizarro aceptó y le envió una fina camisa de Holanda y dos copas de
vidrio al Inca como regalo. Así, se adentró en territorio inca con
168 soldados y 37 caballos, y se dirigió a Cajamarca.
Los españoles, al llegar a los núcleos incas, vieron que se trataba
de una civilización avanzada, con sistemas de irrigación, una rica
cultura y un ejército poderoso. Al llegar a la fortaleza de
Cajamarca la encontraron casi vacía, y la exploraron inquietos
temiendo una emboscada.
Sin embargo, Atahualpa se encontraba en un manantial cercano con su
hermana sin preocuparse en absoluto por la presencia de los
españoles.
Pizarro deseaba hablar con Atahualpa, por lo que envió emisarios. El
encuentro que tuvo lugar entre el rey y los enviados de Pizarro fue
muy tenso. Atahualpa y sus hombres vistieron sus mejores galas en el
recibimiento y tenía una pose muy seria.
Los incas nunca habían visto caballos, de modo que los españoles
decidieron permanecer en sus monturas y encabritarlos y hacerlos
relinchar en presencia del monarca inca.
Atahualpa respondió bebiendo del cráneo de un prisionero ejecutado.
Posteriormente, ofreció copas de oro a los españoles, de las que
ellos bebieron. Finalmente, prometió ir a Cajamarca al día siguiente
a entrevistarse con Pizarro.
Los exploradores habían contado al menos 30 000 guerreros incas, por
lo que iniciar una conquista militar sería imposible.
La noche del 16 de noviembre de 1532 los españoles rezaron pensando
que sería la última vez.
A la mañana siguiente los españoles se prepararon para la batalla y
se escondieron en un patio a esperar. Posteriormente, vinieron miles
de soldados incas desarmados y los rodearon.
Luego, vino un desfile de cientos de sirvientes limpiando el camino
para el paso del rey Atahualpa, que iba subido en un trono de oro
rodeado de sus líderes. Entonces el capellán de los españoles se
acercó al trono con una cruz y una biblia, y pidió al rey que se
retractara de sus creencias paganas y aceptara el bautismo y la
autoridad del rey de España Carlos I.
Atahualpa tomó la Biblia, la examinó sin entender nada de lo que
ponía y la arrojó al suelo, lo que fue interpretado como una
blasfemia por los españoles y Pizarro ordenó abrir fuego.
Los españoles posteriormente sacaron sus espadas, iniciaron una
matanza y tomaron prisionero a Atahualpa (16 de noviembre de 1532).
Cuarto del rescate de Atahualpa en Cajamarca.
Los incas lo llenaron una vez de oro y dos de plata. El botín fue
entregado a Pizarro.
Fue confinado en una sala de Cajamarca con sus tres esposas y se le
dejaba seguir conduciendo sus asuntos de gobierno. Pizarro, además,
hizo que el inca Atahualpa aprendiera el idioma español y le hizo
aprender a leer y a escribir. De esta forma, fue posible comunicarse
con el rey inca, que le informaba de sitios donde había oro.
Además, jugaba partidas de juegos de mesa con el rey indígena.
Pizarro emprendía con sus hombres exploraciones en busca del
preciado metal. En una de ellas llegaron a encontrarse con la
fortaleza de Sacsayhuamán, donde grupos de incas se resistían a los
españoles.
Los españoles atacaron la fortaleza y la conquistaron. En sus
expediciones los españoles encontraron desiertos, salinas e incluso
hacia el Este, exploraron en la selva del Amazonas.
Para crear un vínculo más cercano, Atahualpa ofreció a Pizarro a su
hermana favorita en matrimonio. Quispe Sisa (Inés Huaylas Yupanqui)
era hija del emperador inca Huayna Cápac. El conquistador la hizo
bautizar como Inés Huaylas y tuvo dos hijos con ella: una primera
hija a la que llamó como su padre, Francisca Pizarro Yupanqui, y
Gonzalo, que murió joven.
Atahualpa propuso a Pizarro llenar la habitación donde se encontraba
preso, el conocido como Cuarto del Rescate, dos veces, una con oro y
otra con plata a cambio de su libertad, lo que Pizarro aceptó.
Los súbditos trajeron oro en llamas durante tres meses hacia
Cajamarca de todas las partes del reino para salvar su vida.
Finalmente lograron reunirse 84 toneladas de oro y 164 de plata.

Además, se creía que había mandado un ejército para luchar contra
los españoles desde el sur hacia el norte comandado por el general
Calcuchimac. Fue estrangulado en el poste, después de que el
sacerdote lo bautizara dándole el nombre cristiano de Francisco.
Esa noche miles de súbditos de Atahualpa se suicidaron para seguir a
su señor al otro mundo.
El 18 de enero de 1535 fundó en la costa la Ciudad de los Reyes,
pronto conocida como Lima, y Trujillo, con lo que se inició la
colonización efectiva de los territorios conquistados. Mientras
tanto, su hermano Hernando, que había partido a España para entregar
el Quinto del Rey a la corona, regresó portando el título de marqués
para su hermano Francisco, y el de adelantado para Almagro, al cual
se le habían concedido 200 leguas al sur del territorio atribuido a
Pizarro.
Guerra civil entre conquistadores
Diego de Almagro, considerando que el Cuzco estaba dentro de su
jurisdicción destituyó a Juan Pizarro y lo encarceló junto a su
hermano Gonzalo. Francisco acudió desde Lima y firmó un acuerdo con
Almagro en Cuzco, tras lo cual Almagro partió para Chile.
A la vuelta de su infructuosa expedición, Almagro trata de ocupar de
nuevo el Cuzco, el cual, defendido por su regidor Hernando Pizarro,
estaba resistiendo un largo cerco por parte de los incas sublevados
al mando de Manco Inca, que había conseguido huir de los españoles.
Mientras tanto Pizarro en Lima sufrió también el cerco de dicha
ciudad por parte de Quizu Yupanqui, general y pariente de Manco
Inca, quien tras estar a punto de tomar la capital pereció en la
batalla. La victoria de Pizarro en Lima se debió a su estratégica
alianza con los señores étnicos enemigos de los incas.
La paz fue corta y ambos bandos volvieron a enfrentarse en la
batalla de las Salinas (1538), cerca de Cuzco. Los almagristas
fueron derrotados y Diego de Almagro encarcelado, tiempo después fue
condenado a muerte y ejecutado por Hernando Pizarro sin la autoría
de su hermano Francisco, en la Plaza Mayor de Cuzco (8 de julio de
1538). Tras la muerte de Almagro, Pizarro se dedicó a consolidar la
colonia y a fomentar las actividades colonizadoras (envía a su
hermano Gonzalo a Quito y a Pedro de Valdivia a Chile)
Muerte
Los partidarios de Almagro se agruparon en torno a su hijo Almagro
el Mozo, con el fin de acabar con el gobierno de Pizarro amenazando
con matarlo. Los doce almagristas, comandados por Juan de Rada
iniciaron un complot con el que se abastecieron de armas. La mañana
del domingo 26 de junio de 1541, enterado de que su vida corría
peligro, Pizarro no salió a la misa dominical de la Catedral y la
oyó en su casa.
Luego de la misa, los almagristas lo buscaron en la catedral,
y después cruzaron la plaza en dirección al palacio del Marqués
Gobernador gritando: "Viva el Rey, muera el tirano". Pizarro, quien
se encontraba almorzando con un grupo de amigos, logró ser advertido
con poco tiempo de que el grupo estaba a las puertas de su
residencia, por lo que dejó el comedor y pasó a armarse a su
dormitorio. Cuando regresó al comedor, sus invitados ya habían huido
y solo quedaban su medio hermano, Francisco Martín de Alcántara,
Gómez de Luna y los pajes Tordoya y Vargas.
El historiador José Antonio del Busto relata la escena del asesinato
de Pizarro:
Los asesinos, a cuyo frente venía Juan de Rada, subieron la escalera
y hallaron en su puerta abierta a Francisco de Chaves, quien tenía
la orden de mantenerla cerrada. Suprimiendo todo diálogo, lo mataron
de una estocada y penetraron al comedor.
El viejo Marqués, que por terminar de abrocharse las coracinas había
tornado a su dormitorio, salió al encuentro de los intrusos con la
espada desenvainada, reuniéndose con sus cuatro leales compañeros y
dirigiéndose de modo particular a su hermano para decirle: ¡A ellos,
hermano, que nosotros nos bastamos para estos traidores! Los doce
almagristas se limitaron a mantenerse en guardia, gritándole con ira
y odio: ¡Traidor!

Muerte de Francisco Pizarro
La lucha se entabló sin ninguna ventaja para los de Chile. Al tiempo
que luchaba, Pizarro enrostraba a sus atacantes. Había tomado el
primer puesto en la pelea y tanto era su brío que no había
adversario que se atreviera a propasar la puerta. En eso cayó
Francisco Martín con una estocada en el pecho, también los dos pajes
y Gómez de Luna.
Solo se puso entonces a defender el umbral, desesperando a sus
contrincantes que, acobardados, pedían lanzas para matarlo de lejos.
No se retrajo por ello el Marqués, antes bien, pretendiendo
desanimar a sus enemigos, siguió combatiendo con más intensidad que
antes.
Tan animoso se mostró, que Juan de Rada entendió que así no lo
vencerían nunca y, recurriendo a un ardid traicionero, tomó a uno de
los suyos apellidado Narváez y lo empujó hacia Pizarro; el Marqués
lo recibió con su espada, pero el peso del cuerpo lo hizo
retroceder, aprovechando entonces los almagristas para penetrar el
umbral a la carrera y rodearlo. Pizarro continuó la lucha, ya no
atacaba, se defendía.
El anillo de asesinos giró con frenesí de odio, luego se cerró con
intención de muerte. Cuando el anillo se abrió, el Marqués estaba
lleno de heridas, una de ellas en el cuello. Pizarro, caído sobre el
brazo derecho, tenía el codo lastimado; sus ropas estaban manchadas
de sangre, ésta le emanaba a borbotones, pero sin mostrar flaqueza
ni falta de ánimo, trató de levantarse para seguir luchando.
Sin embargo, las fuerzas no le ayudaron y, todavía consciente, se
desplomó sobre el piso ensangrentado.Sintiendo las ansias de la
muerte, se llevó la mano diestra a la garganta y, mojando sus dedos
en la sangre, hizo la cruz con ellos; luego balbuceó el nombre de
Cristo e inclinó la cabeza para darle un beso a la cruz...
Entonces uno de los asesinos le dio una estocada en el cuello, otro
quiso ultimarlo y, tomando una alcarraza, se la quebró en el rostro.
El Marqués se desplomó pesadamente y quedó quieto en el suelo. Así,
mientras los asesinos salían gritando: ¡Viva el Rey, muerto el
tirano!, y los rezagados bajaban fatigados la escalera comentando
¡cómo era valiente hombre el marqués!, arriba —con el rostro hundido
en su sangre guerrera— yacía el Conquistador del Perú.
Después de su regreso del Perú, la familia Pizarro erigió en la
esquina sureste de la Plaza Mayor de Trujillo y al costado del
Ayuntamiento, en la ciudad natal del conquistador, un palacio de
estilo plateresco del siglo xvi mandado construir por su hija,
Francisca Pizarro Yupanqui.
Conocido como palacio de la Conquista, este palacio se estructura en
cuatro plantas, siendo significativo el escudo de armas de la
familia Pizarro que se encuentra en el balcón de la esquina con su
contenido iconográfico.
En uno de sus lados está Francisco Pizarro y en el otro, su esposa,
la princesa inca Inés Huaylas, su hija Francisca Pizarro Yupanqui y
su esposo Hernando Pizarro. Coronan este edificio doce elegantes
esculturas que representan alegorías de los vicios y virtudes. Son
notables sus chimeneas, ventanas y artísticas rejas de forja.
El escultor estadounidense Charles Cary Rumsey (1879-1922) realizó
una estatua ecuestre del conquistador, de la que existen tres copias
ubicadas en las ciudades de Trujillo (España), Lima (Perú) y Buffalo
(Estados Unidos).
Otro hijo ilustre de Trujillo, fué
4. Francisco de Orellana
también partícipe de la conquista del Imperio Inca, organizó una
épica aventura que le llevaría a descubrir el río Amazonas.

Francisco de Orellana
La abuela materna de Francisco de Orellana pertenecía a la familia
Pizarro, de modo que tanto por su patria chica como por su linaje no
le eran ajenos los aromas americanos.
Nada se sabe de su infancia, pero no hay duda de que desde niño quiso
emular las gestas de sus paisanos, ya que en 1527, siendo sólo un
mozalbete, se trasladó al Nuevo Mundo para integrarse en la reducida
hueste de su pariente, Francisco Pizarro.
Junto a él participó en la conquista del Imperio de los incas,
revelando ser un soldado hábil y sobre todo fogoso, tanto que en
cierta ocasión pecó de temerario y perdió un ojo luchando contra los
indios manabíes. Antes de cumplir los treinta años, Orellana había
tomado parte en la colonización del Perú, había fundado la ciudad de
Guayaquil y era, según los cronistas, inmensamente rico.
Al estallar la guerra civil entre Francisco Pizarro y Diego de
Almagro, Orellana no dudó en decantarse a favor de su pariente.
Organizó un pequeño ejército e intervino en la batalla de Las Salinas,
donde Almagro fue derrotado. Luego se retiró a sus tierras
ecuatorianas y desde 1538 fue gobernador de Santiago de Guayaquil y de
la Nueva Villa de Puerto Viejo, etapa en la que se distinguió por su
carácter emprendedor y por su generosidad.
Además, hizo algo verdaderamente encomiable y singular: puesto que
deseaba ligar su existencia a aquellos territorios, juzgó necesario
aprender las lenguas indígenas y se dedicó concienzudamente a su
estudio. Este afán, que le honra y distingue de sus rudos pares, iba a
contribuir en gran medida a que alcanzase la ansiada gloria, como
veremos más adelante.
Aun cuando podía haber terminado sus días rodeado de paz y
prosperidad, ni las riquezas ni el bienestar podían calmar su sed de
aventuras y nuevos horizontes. Por este motivo, cuando supo que el
gobernador de Quito, Gonzalo Pizarro, estaba organizando una
expedición al legendario País de la Canela, Orellana no vaciló ni un
momento y se ofreció a acompañarlo.
El País de la Canela
Las noticias acerca de la abundancia de la preciada especia en las
tierras del oriente ecuatoriano se remontaban a una época anterior a
la llegada de los españoles, y eran tan prometedoras como las que
daban cuenta del fabuloso reino de El Dorado.
El hermano pequeño del conquistador del Perú estaba decidido a
encontrar la gloria en el descubrimiento de aquel fructífero País de
la Canela y con ese propósito salió de Quito en febrero de 1541 al
frente de 220 españoles y 4.000 indígenas. Por su parte, Orellana
intentó reunirse con él, pero al llegar a la capital tuvo conocimiento
de que Gonzalo ya había partido, dejando el encargo de que siguiera
sus pasos.
A la cabeza de un reducido grupo de veintitrés hombres, Orellana se
dispuso a atravesar los temibles Andes ecuatorianos. Tras recorrer la
altiplanicie, comenzó una lenta y fatigosa ascensión sorteando
profundas quebradas, laderas pobladas de una maleza impenetrable y
pendientes rocosas desprovistas de toda vegetación.
En las cumbres andinas, los expedicionarios padecieron a causa del
viento gélido y sobrecogedor; más tarde, tras un penoso descenso, el
calor tórrido y la atmósfera asfixiante de la selva volvieron a
quebrantarles. Al fin, macilentos y diezmados, llegaban al campamento
de Gonzalo Pizarro con un rayo de esperanza brillándoles en los ojos.
La decepción fue enorme. El campamento no se encontraba en ningún
fragante bosque de árboles de la canela, sino en una zona pantanosa e
inhabitable. Hundiéndose en las ciénagas y tropezando continuamente
con las gruesas raíces que alfombran la jungla, los hombres buscaron
por los alrededores el codiciado producto, encontrando tan solo
pequeños arbustos silvestres escuálidos y desparramados entre el
follaje, de una canela casi sin aroma.
La situación se hizo insostenible. Los víveres escaseaban y los
supervivientes estaban extenuados. Ante la imposibilidad de avanzar
por la selva, Gonzalo Pizarro resolvió seguir el curso de un río
cercano con el auxilio de un bergantín que, por supuesto, deberían
construir en aquel mismo sitio.
Famélicos y empapados de sudor, los hombres se apresuraron a cortar
árboles, preparar hornos, hacer fuelles con las pieles de los caballos
muertos y forjar clavos con las herraduras. Cuando la improvisada nave
estuvo lista, comprobaron con alborozo que flotaba sobre las aguas.
Había sido una tarea ímproba, pero sus esfuerzos se veían, por fin,
recompensados.

Gonzalo Pizarro pidió a Orellana que se embarcase con sesenta hombres
y fuese río abajo en busca de alimentos, considerando que su
lugarteniente podría entenderse directamente con los indígenas en caso
de encontrarlos, pues conocía a la perfección sus dialectos.
Navegando por los ríos Coca y Napo, el grupo de aventureros continuó
la marcha durante días y días sin encontrar poblado alguno.
El hambre atenazaba sus estómagos y hubieron de devorar cueros, cintas
y suelas de zapatos cocidos con algunas hierbas. Durante estas
jornadas dramáticas, Orellana supo mostrarse firme y logró mantener la
moral y la disciplina de sus hombres predicando con el ejemplo antes
que con las palabras. Al fin, el día 3 de enero de 1542, llegaron a
las tierras de un cacique llamado Aparia, que los recibió
generosamente y les ofreció grandes cantidades de comida.
Cumplida la primera parte de su misión, Orellana dio las órdenes
pertinentes para emprender el regreso río arriba con objeto de ir en
busca de Gonzalo Pizarro, quien, según lo acordado, iba a descender
lentamente por la orilla hasta encontrarse con su lugarteniente. No
obstante, sus hombres se resistieron.
Juzgaban que era materialmente imposible remontar la briosa corriente
con su insegura nave, y que, aun cuando lo consiguiesen, no podrían
cargar víveres, pues el húmedo calor de la selva los echaba a perder
en pocas horas. Se negaban a sacrificar estérilmente sus vidas por
obedecer una orden suicida. Orellana, convencido por estos
razonamientos, se sometió a sus hombres, poniendo como condición que
esperasen en aquel lugar dos o tres semanas para dar tiempo a que
Gonzalo pudiese alcanzarlos.
Transcurrido un mes y puesto que no había noticias de Gonzalo Pizarro,
los exploradores embarcaron de nuevo. Descendieron por las cada vez
más turbulentas aguas y el 11 de febrero vieron que "el río se partía
en dos". En realidad, habían llegado a la confluencia del río Napo con
el Amazonas, al que bautizaron con este nombre después de tener un
sorprendente encuentro con las legendarias mujeres guerreras.
La fascinante Amazonia
Puesto que se desvanecía toda esperanza de reunirse con Gonzalo
Pizarro, verdadero jefe de la expedición, Orellana fue elegido de
forma unánime capitán del grupo. Se decidió construir un nuevo
bergantín, al que se puso por nombre Victoria, y continuar por el río
hasta mar abierto. Durante el trayecto, los heroicos exploradores
arrostraron mil peligros, fueron atacados varias veces por los
indígenas y dieron muestras de un valor extraordinario.
El viaje les deparó continuas sorpresas: árboles inmensos, selvas de
lujuriosa vegetación y un río que más bien parecía un mar de agua
dulce y cuyos afluentes eran mayores que los más caudalosos de España.
Cuando dejaron de divisar las orillas de aquel grandioso río, Orellana
ordenó que se navegara en zigzag para observar ambas riberas.

Itinerario de la expedición de Orellana
En la mañana del 24 de junio, día de San Juan, fueron atacados por un
grupo de amerindios encabezado por las míticas amazonas. Los
españoles, ante aquellas mujeres altas y vigorosas que disparaban sus
arcos con destreza, creyeron estar soñando.
En la refriega consiguieron hacer prisionero a uno de los hombres que
acompañaban a las aguerridas damas, quien les relató que las amazonas
tenían una reina que se llamaba Conori y poseían grandes riquezas.
Maravillados por el encuentro, los navegantes bautizaron el río en
honor de tan fabulosas mujeres.
El 24 de agosto, Orellana y los suyos llegaron a la desembocadura de
aquella impresionante masa de agua. Durante dos días lucharon contra
las olas que se formaban al chocar la corriente del río con el océano
y, al fin, consiguieron salir a mar abierto. El 11 de septiembre
llegaban a la isla de Cubagua, en el mar Caribe, culminando el más
apasionante periplo exploratorio de los que siguieron al
descubrimiento de América.
Frente a la acusación de traición
Francisco de Orellana aún regresaría a España en mayo de 1543, después
de rechazar en Portugal una tentadora oferta de someter las regiones
que había explorado en nombre del rey Juan III. Tuvo que responder
ante el Consejo de Indias de las acusaciones formuladas contra él por
Gonzalo Pizarro, que había conseguido salir de la selva ecuatoriana y
volver a Quito. Los cargos de abandono, alzamiento y traición fueron
desestimados ante las exhaustivas declaraciones de sus hombres, que
dieron cuenta de su rectitud y de la honradez de sus actos.
Al año siguiente, Orellana contrajo matrimonio con una joven sevillana
de buena familia llamada Ana de Ayala, fue nombrado adelantado de la
Nueva Andalucía y firmó con el príncipe Felipe (el futuro Felipe II de
España) las capitulaciones para una nueva expedición al Amazonas. Sin
embargo, en sus negociaciones con mercaderes, intermediarios y
prestamistas, entabladas al efecto de preparar el viaje, Orellana fue
víctima de su nobleza y su buena fe.
Quien había superado todas las dificultades en el mundo
manifiestamente hostil de la selva no fue capaz de vencer las que le
planteaba el mundo aparentemente amistoso de la urbe. En la primavera
de 1545 había conseguido reunir cuatro naves, pero estaba arruinado y
no podía dotarlas de lo más necesario. Se le comunicó que, dado que no
había cumplido lo estipulado en las capitulaciones, la expedición
quedaba anulada.
Orellana no pudo aceptar esta deshonra y partió a pesar de la
prohibición expresa de las autoridades y del precario estado de sus
naves. Durante la travesía cometió incluso actos de piratería para
conseguir lo imprescindible. El 20 de diciembre llegaba de nuevo a la
desembocadura del Amazonas y, sin escuchar los consejos de sus
tripulantes, decidió lanzarse inmediatamente río arriba a la aventura.
Sus sueños de gloria terminaron en el mes de noviembre de 1546 en
algún punto de la selva amazónica, a orillas del río al que había dado
lo mejor de sí mismo. Las fiebres dieron cuenta de la existencia de
aquel hombre indomable en medio del silencio de la jungla, roto tan
sólo por los gritos de los pájaros.
Su tumba fue una cruz más al pie de un árbol, en el escenario más
grandioso que pueda concebirse.
5. Que ver en Trujillo
6. El Castillo
está emplazado en la parte más elevada del promontorio trujillano, y
domina visualmente toda la ciudad.
Construido originalmente en tiempos calífales y reformado tras la
Reconquista, consta de un cuerpo cuadrado al que se adosan
diferentes elementos de fortificación.
El segundo cuerpo del Castillo lo forma el albacar construído
durante los siglos XIII y XIV, cuyo perímetro irregular alberga en
su interior la ermita de San Pablo, edificada en el siglo XVI, que
dispone de una sola nave dividida en tres tramos por arcos apuntados
y cabecera poligonal.
Las murallas, de cuyo origen musulmán apenas quedan restos,
conforman un recinto rectangular de mampostería y sillería jalonado
por diecisiete torres dispuestas a intervalos irregulares.
Al parecer, el recinto dispuso de siete puertas, de las cuales se
conservan cuatro: la de la Coria, la del llamado Arco del Triunfo,
la de San Andrés y la de Santiago. En el interior del recinto
amurallado se conservan dos ejemplos del sistema de almacenamiento
de agua de origen árabe.
Castillo de Trujillo
Nos referimos a la Alberca, depósito abierto destinado a diversos
usos (baño, abrevado, etc.) situado en las proximidades de la
iglesia de San Andrés, y a los Aljibes de la plazuela de Altamirano.
7. El Alcázar de Luis de Chaves el Viejo
(s. XIV y XV), una de cuyas torres custodia la puerta de
Santiago.
Casa Fuerte de Luis de Chaves el Viejo, Trujillo
Casa Fuerte de Luis de Chaves el Viejo, Trujillo
8. Iglesia de San Martín de Tours

Iglesia de San Martín de Tours, Trujillo
En un lateral de la plaza se encuentra la Iglesia de San Martín de Tours, uno de los edificios más improtantes que ver en Trujillo, de aspecto sobrio y austero construido en el siglo XIV.
Durante algún tiempo fue lugar de reunión del Concejo de Trujillo, lo que le daba un carácter popular y de mayor interés ciudadano.
En su interior destaca la Virgen de la Coronada y si miráis al suelo podréis ver que está lleno de lápidas, pues hasta el siglo XVI no había cementerio en Trujillo.
Casa de los Altamirano
, conocida como el "Alcazarejo".
Defendiendo la puerta de San Andrés se halla la casa fuerte de los
Escobar, de finales del siglo XV.
, casa fuerte que
custodiaba el llamado Arco del Triunfo.
9. La Casa Museo de Francisco Pizarro de Vargas
El edificio, en el que habría de nacer Gonzalo Pizarro padre del
conquistador.
En la calle de Palomas se encuentra la casa de Francisco de
Orellana, recia obra de mamposteria que se construye en el siglo XV.
En la misma calle y haciendo esquina con la de Naranjos se localiza
la
Casa de los Chaves-Calderón,
de la que es preciso destacar la portada y el balcón de esquina de
la segunda mitad del siglo XVI
La Casa Solariega de los Rol Zárate y Zúñiga (s.
XV),
conocida popularmente como "casa de las Palomas" por tomarse como
tales las tórtolas del escudo de los Rol.
La Casa de los Alvarado (S. XV)
La casa de los Calderón, obra original del siglo XV, cuya reciente
restauración ha alterado notablemente tanto la fachada como el
patio.
10. La Iglesia de Santiago
, obra románica en sus orígenes.
Debe destacarse del interior la presencia de altares y
enterramientos con estructuras arquitectónicas góticas y
renacentistas; el retablo mayor del siglo XVII y el popular Cristo
de las Aguas, denominado así ya que es la imagen que la ciudad de
Trujillo saca en procesión en épocas de sequias, obra del siglo
XIV.
11. Iglesia parroquial de Santa María La Mayor
está situada en la plazuela de Santa María, donde puede verse un
busto en bronce de Francisco de Orellana, descubridor del río
Amazonas.
Constituye el edifico parroquial más importante de Trujillo. Se
trata de una obra conformada a partir de diferentes épocas,
comenzada tras la reconquista de la ciudad en 1232.
Iglesia de Santa María La Mayor, Trujillo
Iglesia alabada por todos cuantos la visitan y objeto de
múltiples leyendas, el templo presenta en el exterior una
notable variedad de volúmenes y alturas, destacan por su
elevación las torres de las campanas y la conocida como Torre
Julia, de factura románica.
Es en torno a la plaza mayor donde se localizan los ejemplos mas
importantes de la arquitectura nobiliaria de la ciudad
extramuros.
Iglesia de Santa María La Mayor, Trujillo
En la desembocadura de la calle Ballesteros hacia el lado norte
de la plaza, se encuentra
El Palacio de los Marqueses de Santa Marta
construido a finales del siglo XVI y reformado en el siglo
XVIII.
En el portal alto de la Plaza y junto a otras casas nobles como
las de los Cervantes Gaetes, Bejarano.. sobresale la llamada
Casa de la Cadena, por la que cuelga sobre la puerta como
símbolo de la estancia de Felipe II en 1583 de paso a Portugal.
Un poco antes de la desembocadura de la Cuesta de la Sangre en
la Plaza, se halla
La Casa de los Orellana
obra de sillería del siglo XVI, en cuya fachada se abre un
pórtico de cinco vanos de medio punto sobre pilares en cuyas
enjutas, además s de blasón de los Orellana, se alojan escudos
de diferentes linajes trujillanos.
La Casa de los Chaves Cárdenas
conocida popularmente como casa del Peso Real y situada
en el frente oeste de la Plaza, ha sufrido diferentes reformas,
de manera que en la actualidad la portada es uno de los pocos
testimonios de su origen. El edificio se levanta a principios
del siglo XVI.
Haciendo esquina con la calle de la Carnicería -hoy de Hernando
Pizarro- se encuentra el
12. Palacio de los Marqueses de la Conquista
uno de los edificios civiles más importantes de Trujillo.
Palacio de los Marqueses de la Conquista, Trujillo
Comenzando en la segunda mitad del siglo XVI por Hernando Pizarro
sobre las antiguas casas de las carnicerías, el edificio domina
visualmente el conjunto arquitectónico urbanístico de la Plaza.
Destaca en el edificio el balcón de esquina y el escudo que lo
corona, ejemplos ambos de un plateresco tardío. En el palacio se
realizarían algunas obras de conservación en el siglo XVIII, siendo
el arquitecto Manuel de Larra Churriguera el encargado de las mismas
.
13. El Palacio de los Duques de San Carlos
situado en una de las esquinas de la desembocadura de la calle de Domingo Ramos en la Plaza es, sin duda, el edificio civil de la ciudad extramuros de mayores proporciones.
Los trabajos de edificación debieron comenzar en el segundo tercio
de siglo XVI prolongándose los mismos hasta mediados del siglo XVII
sin que el proyecto pudiera ser totalmente concluido.
Son sólo unas pinceladas de lo que el viajero puede encontrar en
Trujillo, una ciudad preciosa que hay que visitar despacio,
disfrutando de cada rincón, de las maravillosas vistas desde la
parte alta del Castillo, de la serenidad que emana de unas piedras
que han contemplado tantos siglos de historia y, por supuesto, de la
exquisita gastronomía de la zona.
14. Fiestas de Trujillo
A lo largo del año son varios los eventos festivos que tienen lugar en
Trujillo.
En Carnaval se celebran los tradicionales encierros y capeas. Los
encierros salen de la Plaza de Toros, recorren las calles Cabreros y
San Miguel y suben a la Plaza Mayor por la calle Sillerías. También se
celebran encierros infantiles con carretones. Esta festividad ha sido
recuperada en 2015 por la Asociación Cultural Encierros Plaza Mayor y
la colaboración de vecinos y empresas locales.
En primavera se celebra la Semana Santa Trujillana, en la que
diferentes procesiones recorren la ciudad y se celebran otras
festividades religiosas, como el Via Crucis viviente.
Esta termina en el Chíviri, que se celebra el Domingo de
Resurrección, en la cual se degusta la comida de la gastronomía
popular de la zona y tienen lugar bailes tradicionales con trajes
típicos en la Plaza Mayor.
Tanto la Semana Santa Trujillana como el Chíviri han sido declaradas
Fiestas de Interés Turístico de Extremadura.
La primera semana de junio (días 3, 4 y 5) se celebra la Feria.
En estos días se instalan atracciones infantiles, casetas y puestos de
comida en el Recinto Ferial.
Entre finales de agosto y principios de septiembre se celebran las
fiestas patronales. La festividad gira en torno a una fiesta religiosa
en la cual se baja la imagen de la Virgen de la Victoria (patrona de
Trujillo) del castillo a la iglesia de San Martín, celebrándose una
novena.
La fiesta incluye una serie de actos deportivos y culturales que se
prolongan durante un mes, incluyendo eventos musicales como el
Festival de Música, Danza y Teatro, que se celebra en el Castillo, y
festejos taurinos como las capeas.
Otras fiestas destacadas de la ciudad son las que tienen lugar en
Navidad, como el espectáculo de la Plaza Mayor que finaliza la
Cabalgata de Reyes el 5 de enero.
También se celebran fiestas en algunos barrios y arrabales de la
ciudad. Pago de San Clemente celebra sus fiestas patronales en junio,
en honor a San Juan Bautista. Belén, Huertas de la Magdalena y los
barrios de La Piedad y La Villa celebran sus fiestas en agosto.
Huertas de Ánimas hace lo propio entre finales de septiembre y
principios de octubre, en honor a la Virgen del Rosario.
Migas extremeñas
Frite de cabrito
Moraga
Prueba del cerdo
Landrillas de ternera
Criadillas de la tierra y espárragos trigueros
Sopa de obispo con gallina
Sopa de tomate
Mesón Hostal Hueso
Calle Arquillo, 4,
Frite de cabrito
Moraga
Prueba del cerdo
Landrillas de ternera
Criadillas de la tierra y espárragos trigueros
Sopa de obispo con gallina
Sopa de tomate
El 7 de Sillerias
10200 Trujillo España
+34 927 32 18 56
Alberca Asador
10200 Trujillo España
+34 927 32 22 09
Calle Arquillo, 4,
10200 Trujillo España
+34 927 32 28 20
Corral del Rey - Restaurante Asador
Plazuela del Corral del Rey, 2 Plazuela del Corral del Rey, 2,
10200 Trujillo España
+34 927 32 30 71
Calle Santa Beatriz de Silva 1,
10200 Trujillo España
+34 927 32 13 50
La Tahona
C/ Afueras Nº 2,
y algo mas económicos:
C/ Afueras Nº 2,
10200 Trujillo España
+34 927 32 18 49
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