martes, 5 de mayo de 2020

Ruta Sefardi por el Reino de Navarra

Estella, una judería en el Camino de Santiago - El viaje de ...
Juderia de Estella

Los fascinantes viajes de Benjamín de Tudela – El viaje de ...
Juderia de Tudela


Puente la Reina, Navarra

Viana, Navarra

Santa Maria la Real, Sanguesa

Foz de Lumbier, Navarra

Monasterio de Leire, Navarra

Los enclaves judíos del reino de Navarra se vertebraron en torno a dos ejes: el Camino de Santiago, que agrupa las juderías de la Navarra Media, y el valle del Ebro, con las comunidades de Tudela y su “albala”. 

El núcleo de población judía más septentrional era el de Pamplona, pues al norte de la capital navarra no se ubicaba ni una sola aljama.

 Con densidades diversas, el número de juderías fue de treinta y dos. Sin embargo, las aljamas de mayor entidad se reducen a siete: Tudela, Pamplona, Estella, Los Arcos, Viana, Laguardia, Sangüesa y Cascante.

Se aprecia una gran movilidad de esta minoría, dando lugar a verdaderas corrientes migratorias internas. Tudela, situada en las proximidades de la frontera con los reinos de Castilla y Aragón, representó un foco de atracción demográfica,

La naturaleza de la movilidad de esta población era diversa; en su mayor parte obedeció a momentos favorables de la actividad económica, pero sin olvidar los niveles de hostilidad y resentimiento antisemita


Indice:

  1. Como Llegar
  2. Algo de historia
  3. Croquis de nuestra ruta
  4. Cascante
  5. Tudela
  6. Comer en Tudela
  7. Viana
  8. Comer en Viana
  9. Los Arcos
  10. Estella
  11. Comer en Estella
  12. Puente la Reina
  13. Comer en Puente la Reina
  14. Juderia de Pamplona
  15. Sangüesa
  16. Comer en Sanguesa
  17. La Foz de Lumbier
  18. Monasterio de Leyre
  19. Otras Rutas Cercanas

1. Como Llegar a Cascante, inicio de nuestra ruta

La ubicación estratégica de Cascante y Tudela por encontrarse a media distancia entre Zaragoza y Logroño en el corredor del Ebro, que une el Mediterráneo y el Cantábrico, y estar situada en el eje que une Madrid con Francia, que pasa por Soria y Pamplona, se complementa por sus buenas conexiones terrestres, y por la cercanía de los aeropuertos de Pamplona, Zaragoza y Logroño.

       

INFRAESTRUCTURAS VIARIAS

En relación con las infraestructuras viarias destacan las siguientes, en función de su origen:
Desde Barcelona-Zaragoza y desde Logroño:

Carretera Nacional N-232: con cuatro entradas a la ciudad: Tudela Sur-Fontellas, Tudela- Tarazona, Tudela-Fitero y Tudela Norte-Polígono Industrial.
Autopista A-68: con una única entrada a Tudela: "Tudela-Tarazona".

Desde Pamplona-País Vasco:
Autopista A-15: se accede a la ciudad des de la carretera nacional N-232 que enlaza con la A-68 dirección Barcelona-Zaragoza.
Carretera Nacional N-121: en Valtierra se enlaza con la carretera NA-134, que desemboca en la ciudad de Tudela.

Desde Madrid-Soria:

Plan de City Marketing para la captación de inversiones Ayuntamiento de Tudela 7

Carretera Nacional N-122 hasta Tarazona que enlaza con la carretera nacional N-121-C hasta la ciudad de Tudela.

Como gran infraestructura prevista destaca la vía de gran capacidad Tudela-Medinaceli que proporcionará continuidad al eje Madrid-Paris, eje fundamental para la articulación externa de Navarra.

INFRAESTRUCTURAS FERROVIARIAS

En la Comunidad Foral destacan dos tipos de servicio de RENFE. Por una parte, los más frecuentados por número de pasajeros son los de Media Distancia, siendo la ruta más transitada la de Logroño-Castejón-Zaragoza. Entre Castejón y Zaragoza se dan siete circulaciones de Re-gional Exprés por día y sentido.

Por otra parte, destaca el servicio del Talgo Altaria, inaugurado en el año 2003, que une Pamplona con Madrid cuatro veces los días laborables, dos de los cuales terminan en la capital navarra, mientras que uno prosigue hasta Irún y el cuarto hasta Vitoria. 

Todos ellos realizan el recorrido entre Pamplona y Madrid en menos de cuatro horas, utilizando la vía AVE desde Ricla hasta Madrid a una velocidad 220km/h.

En relación con las infraestructuras de Alta Velocidad destaca la Línea de Zaragoza - Castejón - Pamplona/Logroño, actualmente en proyecto, que se extenderá entre Plasencia de Jalón y las estaciones de Pamplona y Logroño. Constituirá par-te del corredor del Ebro del ferrocarril de alta velocidad de España.

INFRAESTRUCTURAS Y CONEXIONES AÉREAS

Tudela tiene tres aeropuertos a menos de 100 km de distancia.

El aeropuerto de Pamplona-Noáin, situado a una hora del municipio de Tudela, y cuenta con una terminal de pasajeros, seis mostradores de facturación, dos puertas de embarque, un aparcamiento con capacidad para 403 coches y una terminal de carga. Los destinos ofrecidos de forma regular son a Barcelona y Madrid, y la compañía que opera es Air Nostrum. 

Otros aeropuertos cercanos a Tudela son el de Logroño en el municipio de Agoncillo, situado a una hora de Tudela, ofrece un vuelo a Madrid con la compañía Air Nostrum, en total se regis-traron 35.663 pasajeros en 2009. Y el Aeropuerto de Zaragoza, a 1h de Tudela, ofrece 19 vuelos, 8 a destinos nacionales y 11 a destinos internacionales.

2. Algo de Historia

Las primeras noticias de la existencia de judíos en territorio navarro se remontan, como en el resto de la Península Ibérica, a la época del Imperio romano. En la España visigoda, las comunidades judías constituyen una minoría de contornos bien definidos.

 Después de los acosos de la monarquía hispano-visigoda, la dominación musulmana favoreció los asentamientos judíos en la Península. Existen abundantes testimonios que avalan la presencia de una floreciente judería en la Tudela musulmana. Sin embargo, hasta los primeros decenios del siglo XII, a raíz de la conquista de gran parte del valle del Ebro, no se prodigan las menciones a judíos tudelanos. 

A partir de 1119, las comunidades hebreas diseminadas por diversos lugares de la Ribera, que durante siglos habían permanecido bajo el dominio del Islam, recibieron el Fuero de Nájera.

Amparados por dicho ordenamiento, la población judía desempeñó un gran papel en las tareas de repoblación y en la reactivación de la economía.

Fragmento de Torá en Archvo de Olite

De otra parte, en el tránsito del siglo XI al XII se percibe un incremento de la vida urbana, al abrigo de las rutas de peregrinación.

Ambos fenómenos de repoblación, contribuyeron de manera decisiva a la modificación de la estructura social del reino de Navarra. Los buenos resultados obtenidos por la instalación de una comunidad hebrea en Estella, aconsejaron repetir la experiencia en otros lugares de la ruta a Santiago. 

En 1154, en el marco de una nueva acción repobladora, el obispo de Pamplona, con la autorización del rey, llevó a cabo el establecimiento de población judía en el recinto urbano de Pamplona, acogida al mismo régimen otorgado a la aljama estellesa.

Las juderías meridionales, nacidas y desarrolladas a la sombra de la comunidad tudelana, eran por orden de importancia, Cascante, Arguedas, Corella, Caparroso, Cadreita, Cortes, Valtierra y Villafranca.

Situadas al sur del río Aragón, albergaban una población que oscilaba entre las 30 familias de Cascante y las diez de Villafranca.

 La capital de la Ribera llegó a contar con unas 300 familias -el 25% del total de su población-, lo que hizo de ella la aljama más importante del reino, verdadero foco del judaísmo navarro. 

Estas estimaciones demográficas, con algún margen de error, se refieren al siglo XIV. Las comunidades de la Navarra Media son: Pamplona, Estella, Sangüesa, Monreal, Puente la Reina, Los Arcos y Viana. 

A estas siete juderías de primera hora, se unieron -fruto de ulteriores expansiones- las de Lerín, Sesma, Mendavia, Laguardia y San Vicente.

 Los judíos de la ciudad del Ega, instalados en las proximidades del barrio de San Pedro de la Rúa, formaron una agrupación de unas cincuenta familias u hogares con referencia a la segunda mitad del siglo XIV, pues su población sufrió considerables pérdidas con el asalto y destrucción de que fue objeto en 1328.

La judería pamplonesa, a lomos de la Navarrería y el palacio episcopal, también fue destruida e incendiada. En 1276, las tropas francesas penetraron en la ciudad de la Navarrería, en la catedral y en sus alrededores, sembrando la muerte y la destrucción.

Durante años, la población hebrea vivió dispersa por los distintos núcleos de la ciudad. A lo largo del siglo XIV, reconstruido su primitivo emplazamiento, la judería pamplonesa llegó a albergar unas 100 a 150 familias.

Las villas de Viana y Laguardia registran un contingente de población judía muy semejante a Estella: 50 y 70 hogares, respectivamente. El resto de las comunidades reseñadas eran aglomeraciones medias, que en ningún caso sobrepasaban los treinta fuegos.


Cabe distinguir un tercer ámbito, que integra gran parte de las aljamas de la circunscripción de Val de Funes.

Aquí se contabilizan las de Olite, Tafalla, Larraga, Artajona, Funes, Peralta, Falces, Cárcar, Andosilla, San Adrián y Azagra.

. Los asaltos y saqueos sufridos por las juderías de Sangüesa, Estella y San Adrián, entre otras, influyeron en los desplazamientos apuntados.


Del examen atento a las listas nominativas conservadas, se anotan patronímicos que hacen una expresa referencia a su origen. Entre los judíos navarros existen los Abet, Azafar, Zuri, que delatan una cierta arabización. 

Es posible que las persecuciones almohades propiciaran una emigración de judíos andaluces, como parecen evidenciar los nombres de algunos linajes: Gamiz, Chavatiz, Abbas. Otros proceden de la España cristiana: Medellín, Burgos, Zaragoza, Lérida, Barcelona, etc.

A lo largo de los últimos siglos de la Edad Media, el fluir de población judía hacia Navarra es un hecho incuestionable.

La tolerancia y el trato dispensado a los refugiados, hizo del solar navarro una verdadera tierra de asilo, en especial desde 1274, fecha que señala un momento álgido en la política antisemita de la monarquía capeta.

 El deterioro de las condiciones de los judíos franceses -a raíz de la extensión de los dominios reales en el Midi, así como el reforzamiento de la Iglesia después de la cruzada albigense- llevaron la desolación a gran número de comunidades de la Francia meridional.

Estos acontecimientos, que desembocaron en la expulsión del 1306, provocaron una oleada de emigrados hacia el pequeño reino.

 La región preferida fue la Ribera tudelana

Algunos años más tarde, desde la primavera de 1320, el movimiento de los “pastorellos” sembró el pánico entre la población, tanto cristianos como judíos.

Dichas persecuciones alcanzaron su paroxismo con las matanzas de 1328.

En el reinado de Juana II y Felipe III de Evreux (1328-1349) se detecta una corriente migratoria procedente de los dominios de la Casa de Evreux.

Dicha circunstancia tiene un reflejo contable en los registros del Tesorero, bajo la rúbrica: “Pecha de los judíos de Ultrapuertos”.

Gracias a estas relaciones se ha podido trazar una geografía de los desplazamientos de los judíos franceses hacia Navarra. Hay familias que portan antropónimos de París, Chartres, Pont-Audemer, lo que evidencia claramente su origen. Otros, procedentes de Provins y Troyes, llevaron a cabo un largo éxodo con destino a las villas de Olite y Estella. 

Estella y Tudela reúnen las preferencias de los exiliados, pues en ellas se concentró casi el 65% de la población originaria de Ultrapuertos.

 La llegada de artesanos y capitales nuevos sirvió para reactivar los contactos económicos, sociales y culturales entre las comunidades de uno y otro lado del Pirineo. Guerras y persecuciones propiciaron trasvases de población hebrea de la Corona de Castilla hacia el reino de Navarra.

En 1370, la reina Juana ordenó que todos los judíos procedentes de Castilla fueran acogidos bajo el amparo y protección directa de la Corona. 

Durante las luchas civiles, las aljamas de Tudela, Pamplona y Estella vieron disminuir de forma alarmante sus efectivos demográficos. Con todo, y pese al incremento de las medidas restrictivas, la judería tudelana mantuvo su vitalidad y atractivo. Después de los decretos de expulsión de los Reyes Católicos, en 1492, importantes contingentes de judíos llegaron a Tudela. 

En 1490, la aljama de la capital de la Ribera fue tasada en ciento una casas, la cota demográfica más baja de su historia.

 La ley mosaica informa los más pequeños detalles de la vida cotidiana. Sinagogas, cementerios, baños, carnicerías, etc., constituyen elementos esenciales de la vida y topografía de las juderías.

 La legislación y la política de los reyes de Navarra establecieron una estrecha dependencia con sus judíos, a los que confirieron un reconocimiento oficial para la práctica religiosa de los hijos de Israel.

Su marco legal presentaba una dualidad: las obligaciones morales de la ley mosaica y los preceptos del Fuero General y sus Amejoramientos.

La vida interna de las comunidades aparece regulada por los acuerdos de cada asamblea, recogidos en las famosas Taqanot (tecana) u ordenanzas de cada judería.

Sólo se conocen las de Tudela y Puente la Reina; por ellas se sabe que todos los aspectos de la vida de la aljama estaban regulados con detalle y precisión.

Observancia de las fiestas religiosas (Pascual, Yom Kippur, fiesta de las Palmas y Sukkot); matrimonios contraídos fuera del reino; administración de justicia; reglas para la práctica comercial, etc. Existían severas medidas contra los denunciadores o malsines. La aljama aparecía como detentadora de funciones judiciales contenidas en el derecho taimúdico. 

Los infractores podían ser expulsados de la comunidad o excomulgados; en tales casos se les aplicaba la carta de Nidui, cuando el destierro era inferior a cincuenta años, y la de Herem para penas superiores.

Dichas penas podían ser redimidas mediante el pago de multas en metálico (50 a 200 libras). En el gobierno de la aljama existían los cargos de jurados, regidores o procuradores en número proporcional a la importancia demográfica. En Estella, los jurados de su aljama eran tres y en Pamplona, cuatro. La asamblea general se reunía en la sinagoga. 

En Tudela, la sinagoga elegida era la de los Tejedores, en el barrio del mismo nombre. Esta comunidad contaba con un Consejo de los Veinte, que actúa por delegación de la asamblea general, era, en realidad, el órgano ejecutivo.

Para otras actuaciones se contaba con 42 adelantados, éstos guardaban cierta similitud con los mayorales de los concejos cristianos. El gobierno de la judería recaía con frecuencia en manos de unas pocas familias, que constituían una especie de oligarquía urbana.

 En este sentido son conocidos los linajes de los Menir, Falaquera y Orabuena, en Tudela; Levi y Ezquerra, en Estella; Alborge y Albofaza, en Pamplona.

A diferencia de otros reinos peninsulares, hasta 1390 no existió en Navarra la figura del Gran Rabino, concebida como representante máximo de los judíos del reino. Dicho nombramiento recayó sobre la familia Orabuena de Tudela. Esta familia conservó dicho cargo hasta mediados del siglo XV. En el último tercio de dicha centuria, otra familia tudelana, los Malach, la reemplaza.

La religión judía imponía una difícil observancia.

Las infracciones cometidas por los miembros de cada comunidad tenían su reflejo en las cuentas del baile, representante del rey ante la aljama. El agente ejecutivo es el bedín (albedín), miembro del tribunal judío y que percibía la novena parte del importe de las multas.

La asistencia a los pobres quedaba regulada por diversos preceptos. Existía la obligación de socorrer a los necesitados. La comunidad disponía de un patrimonio para ello, la “almosna” o cofradía de los pobres. Durante varios decenios Mosse Dona Margelina figuró como administrador de los bienes de la dicha “almosna”.

Disfrutaban de total libertad para el ejercicio de cualquier actividad.

Desde el siglo XIII prestaron dinero mediante cartas de reconocimiento de deuda -préstamos sobre cartas-, que tienen su reflejo fiscal en los llamados derechos de la escribanía de los judíos. De otra parte, desde tiempos remotos se interesaron en el aprovechamiento del agua para sus campos. 

Intervenían en la construcción de presas, canales de riego y otras labores que incrementasen los rendimientos de sus campos de Grisera, Mosquera y Traslapuent, en los alrededores de Tudela, donde se localizaban sus heredades de trigo y vino. Desde el punto legal, tenía acceso a la plena propiedad de bienes raíces.

Hay sectores de la actividad productiva a los que la población judía mostró una mayor inclinación.

El comercio de los paños, la peletería y joyería es casi monopolizada por mercaderes hebreos.

Su presencia en el mercado de paños de lujo fue muy intensa.

Ricos mercaderes como Ezmel Ebendavid, de Olite, Abrabam ben Xoep, de Estella, y el propio Juçe Orabuena, cuentan con una amplia red de corresponsales para la comercialización de paños de Bristol, Flandes, etc. Entre su clientela se contaban los burgueses de Pamplona y la propia familia Real.

 Formaron verdaderas asociaciones mercantiles de ámbito internacional con capital y personal judío. En los primeros años del siglo XV, el judío estellés Abram ben Xoep, en unión de cuatro correligionarios de Pamplona, formó una “compaynnia de mercaduria de paynnos”.

No sólo el comercio, sino la artesanía de estas telas de lujo estaba en sus manos: las de sastres, bordadores, perleros, etc., son ocupaciones habituales de los judíos navarros.

Siempre han destacado en el ejercicio de la medicina.

Nombres de familias médicas son los Constantini, Aljaén, Orabuena, Matarón, etc. A su cuidado estuvo la salud de príncipes y reyes. Médicos y hombres de la confianza de los reyes Juana II y Felipe de Evreux fueron Henoch y Salomón al-Constantini, enviados a la corte de Pedro IV de Aragón con ocasión de su matrimonio con la infanta María. Jacob Aljaén, llamado Don Bueno, de Pamplona, fue el médico de Carlos II, al que acompañaba en sus expediciones militares a Normandía en 1353 y 1356. Samuel de Xerés, de la judería de Pamplona, y Jacob Ezquerra de la de Estella, gozaron de la estima de sus convecinos.

En ocasiones, sus atenciones desbordaban el marco de sus propias comunidades. Otros oficios menos cualificados fueron también desempeñados por judíos para beneficio de la colectividad: carpinteros, pintores, torneros, maestros de obras, etc.

 Su presencia en otros campos de la artesanía fue patente: zapateros, cordeleros, encuadernadores, etc. En 1445, Samuel Rabidavid cobró una libra por encuadernar (cubrir) el ejemplar del Fuero General que se guardaba en la Cámara de Comptos.

Pero, sin lugar a dudas, la actividad más extendida entre los judíos del Occidente medieval fue el préstamo -en sus distintas modalidades- de dinero. Hay que tener presente la incidencia del incremento de la circulación monetaria en el desarrollo de la economía.

La masa monetaria comercializada por los prestamistas navarros fue un factor decisivo para la reactivación de la vida mercantil. Según las normas talmúdicas no está permitido el préstamo entre los hijos de Israel. Sin embargo, se contempla la posibilidad de depósitos sin ganancia alguna.

Dicha concesión recibe el nombre de Quinnan (Quiñán), que en la práctica pasó a convertirse en un verdadero crédito. Existen numerosos ejemplos que corroboran dichos extremos, recogidos bajo la denominación de “Quenaces”.

Dicho término designaba la sanción económica impuesta a aquellos deudores que, transcurrido el plazo de amortización de la deuda, no habían satisfecho el compromiso adquirido. Esta terminología era la usual en la aljama de Tudela, pues en la de Estella y Pamplona se empleaba la calificación de penas sobre cartas o, mejor aún, cartas tornadas. Tales medidas respondían a la necesidad de dotar al sistema crediticio de las medidas de seguridad pertinentes.

Los mercados monetarios más importantes donde operaban prestamistas judíos fueron: Tudela, Pamplona, Estella, Olite, Los Arcos, Viana, Laguardia, Monreal, Sangüesa y Puente la Reina.

En Tudela ocupaban los primeros puestos Háim Francés, Juçe Cohen, Abraham Gamiz y don Bueno Abenabez, con cantidades superiores a los diez mil sueldos.

En la judería de Pamplona, la familia Alborge, apodada Eder, fue la que mayor actividad desplegó, entre 1349 y 1386, concertaron doscientos sesenta créditos por un valor de 55.458 sueldos 5 dineros, más 623 robos de trigo. Los niveles de contratación alcanzados por los Albofazan y Leví fueron muy inferiores: 14.132 sueldos y 12.964 sueldos 1 dinero, respectivamente.

Un activo banquero, que controló los mercados de Olite y Tafalla, fue Mosse Barzelay, judío de Falces, con un capital estimado en más de 10.000 sueldos. En la nómina de prestamistas también figuraron mujeres: dueña, viuda de Azach Encave, Cima y Soloru, todas miembros de la familia de los Alborge de Pamplona.

La nutrida clientela del crédito judío alcanzó a los más diversos sectores de la sociedad: campesinos, artesanos, nobles clérigos y oficiales reales. A partir de 1330, con el “Amejoramiento” del Fuero, los prestamistas contaron con un dispositivo legal más acorde con los tiempos.

 A efectos contributivos, los judíos navarros se agrupaban en cinco circunscripciones: Tudela, Pamplona-Monreal, Estella, Viana y Val de Funes.

En la primera mitad del siglo XIV, coincidiendo con las oleadas de emigrados franceses, se estableció la pecha de los judíos de Ultrapuertos para aquellos que aún no habían obtenido la condición de vecino

La recaudación de la pecha de las aljamas del reino es muy variable, como es cambiante también su importancia demográfica. Para la segunda mitad del siglo XIV -el período mejor iluminado por la documentación- la percepción media estimada por aljama-distrito fue la siguiente: Tudela, 2.500 libras; Pamplona-Monreal, 1.500 libras; Estella, 1.300 libras; Viana, 650 libras y Val de Funes, 500 libras.

El cuadro impositivo indirecto gravaba las más diversas actuaciones: el bedinaje, quenaces, tiendas, lezda de las carnicerías, hornos, cementerios, etc.

 Las aljamas de Pamplona y Estella pagaban un censo por vivienda. Se conocen cuadernos de alcabalas referidos a los mercados de Estella, sin que se sepa si existieron para otras agrupaciones hebreas.

Se pueden distinguir, pues, varios sistemas fiscales, que a lo largo del tiempo sufrieron amplias modificaciones. 

La participación de los judíos en la administración de las finanzas reales fue un hecho harto frecuente en los distintos reinos peninsulares.

 Sus actuaciones tenían dos vertientes: una como agentes recaudadores, funcionarios ocasionales, destinados a una misión concreta; otra, en calidad de arrendadores de servicios y rentas.

 En el primer caso, los ejemplos más conocidos son los de Abraham Medellín que durante varios ejercicios recaudó la pecha de Laguardia; Jehuda Leví y Abrabam ben Xoep, que actuaron como recaudadores en la Merindad de Estella.

En 1360, Ezmel de Ablitas el Joven era el recaudador de la Ribera; y algunos años más tarde, en 1369, su hermano Salomón fue designado comisario mayor para recibir las rentas reales.

De otra parte, los ejemplos relativos a los arrendadores son aún más elocuentes. Peajes, molinos, “tafurería”, “modalafía” y otros tantos servicios estuvieron gestionados por judíos. En 1492, Abraham Orabuena y Mosse ben Menir, arrendaron los derechos del almudí en 250 libras anuales, por una duración de cuatro años.

Algunos mercaderes concentraron su actividad financiera en este tipo de negocios; llegaron a constituir compañías o asociaciones de arrendadores. En 1392, todas las rentas de la Corona fueron arrendadas por 60.000 libras por un período de dos años.

La compañía adjudicataria de este contrato estaba formada por Guillem de Rosa, burgués de Pamplona, y siete judíos (Jehuda ben Menir, Jehuda Leví, Josef Orabuena, Nathan del Gabay, Samuel Amarillo, Ezmel ben David y Azach Medellín).

Algunos años más tarde, en 1409, el desembolso realizado por idéntico concepto fue de 60.000 libras. En esta ocasión, la compañía concesionaria estaba constituida por seis cristianos y seis judíos. No sólo fueron servidores de la realeza, sino que también prestaron sus servicios a la nobleza como administradores.

Al final de la primera mitad del siglo XV, Abraham de la Rabiça, judío de Tudela, fue el administrador de Mossen Bertran de Lacarra, señor de Ablitas.


La vida intelectual de la Tudela judaica ha dejado profunda huella en la civilización hebrea del Medievo. Jehuda Ha-Levi*, Abraham ben Ezra* y Benjamín de Tudela* son figuras insignes de su aljama. Foco del judaísmo occidental, centro de consultas rabínicas, la judería de Tudela no sintió demasiadas inclinaciones a las especulaciones cabalísticas.

A lo largo del siglo XV, en las comunidades navarras proliferaron las controversias que desembocaron en el problema converso. En 1498, seis años después que en los reinos peninsulares, los judíos fueron expulsados del solar navarro, ante la presión de los Reyes Católicos.



3. Y Este es el Croquis de nuestra Ruta

Ruta Sefardí por el Reyno de Navarra

que comienza en


       

4. Cascante

Cascantum, era una de las etapas - mencionadas por Antonino - de la vía romana que unía Tarragona con Astorga. Tito Livio la considero ciudad celtibera cuando fue devastada por Sertonio (76 AEC). Ptolomeo la incluye entre las ciudades vasconas. 

Cascante, la ciudad de todos :: Descubre Navarra, Turismo Navarra
Cascante, Navarra

Acuñó monedas antes y durante la romanización. Fue un centro de vital interés, recordado hoy por los nombres romanos de sus calles y la leyenda de su escudo “Civitas Cascantum Municipium Romanorum”. Yehuda Ha-Levi, en el siglo XI, asombrado por las viñas del Valle del Queiles ensalzó sus frutos: “Las copas desprovistas de vino son despreciables / como lo es un tiesto sobre la tierra, / pero, en cambio, llenas de mosto lozaneán / como lozanea el cuerpo provisto de alma”. / 

Parece ser que los judíos residentes en esta localidad no contaban con barrio propio, sino que sus casas lindaban con casas de cristianos.

PUEBLOS: CASCANTE (Navarra)
Existe la seguridad de que tenían casas junto a la Abadía y en el barrio del Pontarrón. 

Nuestra Señora del Romero de Cascante

La Sinagoga, que se consagró al culto cristiano, se situaba donde está ahora la iglesia parroquial de la Asunción, en el plaza Nueva, junto al Ayuntamiento, construida en el siglo XVI. 

La primera referencia documental es de 1119, cuando Tudela fue incorporada al dominio cristiano y la considerable población judía de Cascante pasó al dominio del rey de Pamplona. 

En tres diferentes épocas la comunidad de ese pueblo, al igual que la vecina Tudela, acogió a familias judías provenientes de al-Andalus (siglo XII), el sur de Francia (primeras décadas del siglo XIV) y Castilla (finales del siglo XIV y comienzos del XV).

Situada en el corazón del valle del Ebro, en la frontera entre Navarra y Aragón, Cascante albergaba una comunidad emparentada con las familias de las juderías más próximas de estos otros dos reinos. 

En 1353 en Cascante había 24 “fuegos” judíos. Cuando el Rey Carlos II ordenó modificar el núcleo urbano dentro de las nuevas murallas, mientras los vecinos de religión musulmana siguieron ocupando un barrio propio, los judíos se confundieron con la población cristiana.

 Contaban con una sinagoga (transformada en el siglo XVI en la actual parroquia cristiana de la Asunción) y con las demás instituciones habituales (baños, cementerio), y es posible que hubiese existido otra sinagoga, fuera del nuevo reciento amurallado derribada más tarde.

 Eran principalmente zapateros, tejedores y agricultores, tenían acceso al mercado de la tierra y algunos poseían rebaños; al mismo tiempo, no faltaba tampoco quienes se dedicaran a la actividad crediticia y al comercio regional, llegando a ser habituales arrendatarios de la recaudación de impuestos en la comarca. Los miembros más destacados eran convocados para representar a la comunidad en las decisiones del ayuntamiento. 

Esta comunidad se había visto libre de las persecuciones anti-judías en 1328 en la Navarra occidental, y todo por el contrario pudo servir de refugio a judíos castellanos y aragoneses que huían de los pogromos desencadenados en aquellos reinos.

Cascante
Parroquia de  la Asunción, Cascante

Ya en 1342 se le reconoció la condición de aljama, separada de la de Tudela., y habría sido la única judería del reino de Navarra que experimentó un crecimiento demográfico durante las primeras décadas del siglo XV: en 1410, de los alrededor de 1.600 habitantes que residían entonces en Cascante, 300 eran judíos.

 Más tarde, y por diversas razones, se acusa una reducción demográfica. A mediados de siglo, eran entre 150 y 200 judíos (sobre una población reducida a 800 vecinos). En 1496, dos años antes de la expulsión en Navarra, sólo quedaban 9 familias judías en Cascante.

En 1498 los monarcas navarros, Juan III Albret y Catalina de Foix, donan la Sinagoga a la villa de Cascante y es allí donde se construye la iglesia mencionada, actual parroquia de la ciudad.

 En documento de 7 de junio de 1457 suscrito en Tudela, por el rey don Juan y dirigido a Pero Marques de Garinoayn, recibidor de Tudela y la merindad de la Ribera, se le dona al conde de Castro de la pecha de los cristianos y judíos del lugar de Cascante, durante la voluntad real.

desde aquí no encaminamos hacia el Punto Principal de nuestra Ruta, 

5. Tudela

Qué ver en Tudela | 20 Lugares Imprescindibles [Con Imágenes]
Tudela, Capital de la Ribera Navarra

Judería nueva

Tras la reconquista de Tudela en 1119, la tradición señala que los judíos abandonan la población regresando solo cuando Alfonso I promete varios derechos, incluido el Fuero de Nájera.

Para darles mayor protección les asigna una nueva ubicación de la judería dentro de los muros del castillo.

Localización de las juderías

A diferencia de la Judería Vieja, la Judería Nueva está mejor localizada, ya que se dispone de mayor documentación. En realidad, todos los documentos existentes son o hacen relación a esta judería, ya sea en lengua hebrea o cristiana.

Todos los autores están de acuerdo en situarla dentro de los muros del castillo hasta que el aumento de la población hace desbordar estos límites para situarse junto a los barrios de diferentes parroquias cristianas cercanas a la fortificación.

San Pedro, San Miguel y San Salvador son nombres de calles y plazas existentes hoy, hasta donde se piensa que llegó la población hebrea, mezclándose incluso con la población cristiana.

Solo B.Pavón (1978) apunta que la Judería Vieja no dejó de existir y ambas convivieron en el tiempo.

 Esta afirmación se basa en el referido documento de 1177 por el que se vende una alboleca junto a la sinagoga y al orto de Santa María, pero hay que tener en cuenta que el traslado a la Judería Nueva no comienza a hacerse efectivo hasta 1170, cuando lo ratifica Sancho VI, y 1177 es una fecha muy temprana en la que debieron coexistir las dos juderías mientras se procede al traslado y la venta de las posesiones. Todos los demás autores no defienden esta teoría.

Tras la Reconquista, los musulmanes abandonan la ciudad en el plazo de un año y se ubican en un barrio extramuros. Una gran parte de la ciudad queda despoblada a expensas de nuevos pobladores cristianos y judíos.

Las excavaciones realizadas en 1997 por J.J.Bienes Calvo en el Cerro de Santa Bárbara, fechan un avance de las murallas del castillo a mediados del siglo XII, sobre un anterior espacio ocupado por viviendas. Este avance puede estar preparando los límites para albergar a la nueva judería hasta las remodelaciones del siglo XIV con Carlos III el Noble.

El aumento de la población judía y el nuevo espacio creado por las dependencias palaciegas son la causa de que se comiencen a ocupar calles cercanas a los muros del castillo, pero ya fuera de él. L Marín Royo (1978) recoge, incluso, la destrucción de una sinagoga en estas obras del siglo XIV.

Los documentos citan dos áreas dentro de la judería, conocidas como La Planilla y la Puyada de la Planilla o del Castillo.

En la zona oriental de La Planilla se situaban los tejedores, muy cerca de la parroquia de San Miguel. También se citan dos sinagogas y un midrash, aunque alguna de ellas puede ser una reiteración del mismo edificio.

Tras la expulsión de los judíos de Navarra en 1498 se vuelve a despoblar esta zona y tras la anexión de Navarra a Castilla en 1522 comenzará el proceso de desmantelamiento del castillo.

Quedará así una extensa área despoblada de donde se irán extrayendo materiales constructivos.

Tudela La pérdida del caserío y de la trama urbana será completa y esto se pone de manifiesto en la excesiva anchura que tiene la calle Paseo del Castillo, a la que acompaña un tipo de edificación totalmente renovada, al igual que ocurre en el extremo oeste de la calle San Miguel y en la calle Subida al Monumento.

La superficie aterrazada del castillo y sus laderas llegarán despobladas hasta la actualidad, confiriéndole un potencial histórico sin precedentes en Tudela, donde además de poder descubrir estructuras del castillo que hayan quedado ocultas tras su derribo, van a poder ser estudiadas extensas áreas de la judería sin que interfieran en la trama urbana de la ciudad.

Judería vieja

Parece ser que la población judía llega a Tudela atraída por el fuerte poder político y económico que va adquiriendo la ciudad durante el siglo IX, inmediatamente a su fundación islámica.

Sabemos que existió esta presencia judía en otro lugar del que luego tendrá tras la Reconquista porque así es reconocido en el Fuero de Nájera, dándoles nueva ubicación para su residencia y necrópolis, haciéndose efectivo en 1170 bajo Sancho VI.

También se conoce por un documento de 1234 en el que se cita la Judería Vetus.


Su localización dentro de la trama urbana actual se debe a los estudios de J.M.Lacarra (1950), en base a la existencia y mayor abundancia de adarves en el sector sudeste de la ciudad.

Todos los demás historiadores que han versado sobre el tema han mantenido esta tesis como cierta. Solamente la publicación de B.R.Gampel (1996) indica que no hay una documentación que respalde estas afirmaciones

Localización de las juderías

       

Lacarra sitúa la judería en el espacio comprendido por la nueva Plaza de la Judería, y las calles Verjas, Benjamín de Tudela, La Vida, La Parra y Cortes, limitando con las murallas y con acceso directo desde la Puerta de Zaragoza.

 En su publicación sitúa al este de la judería el barrio mozárabe, en las calles de San Julián, Tornamiras, Higuera y Horno de la Higuera, por tener un trazado de calles más regular y sin callejones sin salida. Estas calles, que en un principio fueron dadas como mozárabes fueron pasando a ser de la judería en posteriores publicaciones por otros autores, sin ninguna justificación.

En un documento fechado en 1177 se vende una alboleca que está junto a la sinagoga y al orto de Santa María. Recogido por J.M.Lacarra (1985), fue otra base para ubicar la judería en esta zona.

Hoy, después de 50 años, vamos teniendo algunos elementos de juicio a través de las escasas excavaciones que se han realizado en este sector. Mª Cruz Pérez Omeñaca realizó excavaciones junto a la Puerta de Zaragoza en el año 1997 y en la calle San Julián en 1999, descubriendo sendos tramos de muralla junto al río Queiles, pero sorprendentemente no apareció ningún resto de poblamiento intramuros anterior al siglo XII.

Otras dos excavaciones, realizadas por J.J.Bienes Calvo en el Mercado de Abastos en el año 1987 y calle Carnicerías en 1996, dieron idénticos resultados negativos para la presencia de poblamiento en época islámica.

Estas excavaciones plantearon la hipótesis de la existencia de un gran espacio despoblado entre el núcleo del caserío islámico, definido por el límite del muro de la quibla de la mezquita, y la muralla del río Queiles.

Tampoco aparecieron restos islámicos al vaciarse, para crear un aparcamiento subterráneo, el solar bajo el espacio triangular de la Plaza de la Judería. Aquí no se realizaron excavaciones arqueológicas, pero sí se revisaron los vertidos en la escombrera, sin que se encontraran cerámicas anteriores al siglo XII.

Realmente las tesis mantenidas originalmente por J.M.Lacarra (1950) no tienen una base fuerte que las sustente. La presencia de adarves se puede apreciar en otras partes de la ciudad, con tanta intensidad como en ésta.

Solamente la presencia de la sinagoga junto al orto de Santa María, teniendo cuidado de no confundirlo con el claustro, puede poner la Judería Vieja entre la Catedral y las murallas del río Ebro, quizás más hacia la vertiente del río Mediavilla que hacia la del Queiles, como indica Lacarrra.

Solamente la continuación de las excavaciones arqueológicas en el casco urbano y el hallazgo de elementos materiales exclusivos de la comunidad judía, los cuales son muy escasos, podrán indicar la auténtica situación de esta judería.

La vivienda

La casa de la calle Dombriz es otro de los hitos turísticos que forman parte de los recorridos por la Tudela hebrea, y realmente podría pasar por tal, ya que cronológicamente se puede fechar su construcción en los momentos finales de la presencia judía en Tudela, pues su tipo de construcción con las plantas superiores saliendo hacia la calle algo más de medio metro con respecto a la fachada de la puerta, le dan una cronología del siglo XV, quedando solo otros dos ejemplares más, aunque muy renovados, en el casco antiguo de Tudela.

Pero nos encontramos con una contradicción similar a lo que ocurre con la sinagoga. Si la casa se puede fechar bien en el siglo XV, estamos en un momento histórico en que la judería no se encuentra aquí.

Solo siguiendo la teoría de B. Pavón (1977) tendría sentido una casa del siglo XV, manteniéndose la judería vieja junto con la nueva, pero todos los estudios basados en los nuevos documentos hallados posteriormente a la publicación de Pavón mencionan un solo lugar para la judería en las laderas del castillo.

Lampara ritual judía

Un fragmento de lámpara ritual judía de tipo doméstico, denominada “hanukiyá” que hay en la nueva sala judía del museo de Tudela y que fue encontrado en el cerro Santa Barbara, en unas excavaciones en 2001.

He colocado el fragmento original y una reconstrucción digital para que os hagáis una idea.

La finalidad de estas lámparas era la de ser encendida durante la fiesta de Hanukkah o fiesta de las luces, que en el calendario judío tiene lugar el 25 del mes de Kislev (diciembre en el calendario cristiano).

El origen de esta fiesta se remonta a la época en que tuvo lugar la revuelta Hasmonea; desde entonces, el pueblo judío la celebra sin interrupción, conmemorando la purificación del templo tras la victoria de los macabeos sobre los griegos seléucidas en el año 165 a. de C

La fiesta de las luces comienza con el ritual del encendido de la primera candileta (siempre empezando por la derecha y tomando la luz de la novena candileta o samás) el día 25 del mes de Kislev, encendiendo cada día una luz más hasta completar los 8 días de la fiesta, en que arden las ocho mechas de la hanukiyá.Fragmento de una lámpara judía hanukiyá encontrada en Tudela Navarra


Reconstrucción de una lámpara judía hanukiyá encontrada en Tudela Navarra

La necrópolis


Junto con la nueva judería, los judíos de Tudela van a recibir un nuevo terreno para su necrópolis. Este se sitúa en un plano elevado, extramuros de la ciudad, en su lado Noroeste, al que tendrían acceso por la llamada Puerta de Calahorra, la más próxima al barrio judío.

La existencia de enterramientos en esta zona es conocida desde principios del siglo XX, donde Mariano Sainz (1913) destaca la aparición de huesos humanos en la construcción de los depósitos de abastecimiento de agua, pero los identifica como enterramientos tras la contienda con los franceses en la Batalla de Tudela.

Actualmente, el espacio que ocupa la necrópolis se sitúa en el término denominado El Palenque, o también conocido como Montes de la Cloquera; es propiedad municipal y está totalmente cercado porque aquí se sitúan los depósitos para el agua que tuvo Tudela hasta la construcción de la nueva potabilizadora.

Los grandes vasos para almacenar el agua, así como las conducciones de tuberías, han destruido, al menos, un 60 % de los enterramientos.

Fue en unas obras posteriores, en el año 1984, cuando se procedió a realizar una pequeña excavación de urgencia que descubrió tres enterramientos y apuntó la existencia de varios más. Tras esta excavación, dirigida por J.J.Bienes, y su publicación en 1989 se planteó, en base a sus características, que se trataba de la necrópolis judía comprendida entre los siglos XII al XV.

En el año 1998, coincidiendo con el V Centenario de la expulsión, se procedió a realizar una excavación más amplia, también dirigida por J.J.Bienes. En esta ocasión se descubrió parte de una densa necrópolis perfectamente alineada en calles, llegando a contabilizarse 27 enterramientos en una superficie intacta de 30 metros cuadrados.

Todos los enterramientos se realizaron directamente en fosa, pero existen otros con lajas laterales y cubierta de losas, de los que solo se excavó un ejemplar en 1984, conociéndose la existencia de otros que han aparecido en obras sin controlar.

La conservación de los restos humanos es muy mala ya que se encuentran en zona de pinares y las raíces han aportado suficiente acidez al terreno como para hacer desaparecer los huesos de los individuos más jóvenes y dejar muy deteriorados los de los adultos. De hecho, en todas las fosas de enterramientos infantiles, muy numerosas, no se llegaron a encontrar restos humanos.

Tras el abandono de la necrópolis, las piedras que estarían marcando las sepulturas serán desmanteladas. Por fortuna, en tres de los enterramientos descubiertos en 1998 se conservaba la parte inferior de una estructura rectangular formada por piedras pequeñas que asentaban sobre la superficie de la necrópolis, sellando la fosa.

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Desafortunadamente, en ninguno de los enterramientos excavados se ha recogido objeto alguno de ajuar, ni tampoco hay indicios de inscripciones. Solamente se han recogido clavos de hierro pertenecientes a los ataúdes y fragmentos de cerámicas revueltos con la tierra del enterramiento que certifican la cronología.

En realidad, la adscripción de esta necrópolis a la Judería Nueva se hace en base a sus características formales y cronológicas, no disponiendo, por el momento, de una prueba material, tal como una inscripción o un amuleto.

Con respecto a la necrópolis de la Judería Vieja poco podemos decir, quizá se pueda localizar algún día en las zonas altas situadas al Sur de Tudela, en la margen derecha del río Queiles, donde hay noticias de la aparición de numerosas zonas de enterramientos, sin que se haya realizado ninguna investigación.

Documentos Hebreos


Afortunadamente, el legado material escrito, tanto en papel como en pergamino, no ofrecen duda alguna sobre su autenticidad y adscripción a la comunidad hebrea de Tudela.


Estos documentos se reparten entre el Archivo General de Navarra, en Pamplona, y el Archivo Municipal de Tudela.

En total solo son catorce documentos relativos a Tudela, ocho en Pamplona y seis en Tudela, pero el número de documentos hebreos es mayor, ya que también existen de otras poblaciones.

Tudela, con un número menor de documentos, tan solo conserva de dos lugares. 6 de la propia Tudela y 2 de Borja. También conserva 8 fragmentos de libros bíblicos.

Los documentos más numerosos son los “ketubá”, contratos matrimoniales en los que se da constancia, ante testigos, de las dotes dadas por ambos cónyuges. De los catorce documentos, cinco son contratos matrimoniales y un sexto es un expediente abierto por una viuda para cobrar su “ketubá”.

Otros cuatro documentos pertenecen a ordenanzas de la aljama de los judíos de Tudela, donde se recogen los deberes, leyes y castigos que regirán la convivencia de la población.

Los otros tres restantes son documentos de compraventa e inventario de bienes.

La “sinagoga”

El edificio que se considera antigua sinagoga judía y que como tal se muestra en los recorridos turísticos por la ciudad, se encuentra en la crujía oriental del Claustro de la Catedral, con acceso directo desde el mismo.

La sala se conoce con el nombre de Escuela de Cristo y fue sede de la Cofradía de San Dionís.

Se fecha en el siglo XIV y es un gran salón de planta rectangular con cubierta de armadura de madera a doble vertiente. Presenta un pequeño coro o cantoría al que se accede por una escalera situada frente a la puerta de entrada.

Su construcción en gótico mudéjar y los paralelos sacados con el mudéjar toledano debieron ser los elementos que ayudaron a definirla como sinagoga, cuando realmente los paralelos se pueden buscar muy fácilmente en el gótico mudéjar de la región aragonesa, mucho más cercana y cuyos elementos decorativos nunca se han puesto en función de edificios hebreos.

Francisco Cantera asemejó los canecillos en proa de nave que sustentan el coro, con los existentes en las sinagogas de Toledo. Ni que decir tiene que este tipo de remate de la viguería es común en edificios nobles de época gótica en varias poblaciones aragonesas cercanas a Tudela.

Por otra parte, se conservan tres tablas pintadas de la cubierta del sotocoro, con iconografía de ángeles portadores de candelabros bajo arquerías entrelazadas y motivos heráldicos, y entre las metopas del alero aparecen motivos geométricos entrelazados y el anagrama IHS. Elementos que no pueden identificarse con la decoración de una sinagoga.

También es incongruente mantener la idea de ubicar aquí la sinagoga, desde el aspecto cronológico. Toda la decoración está fechada en el siglo XIV, cuando la judería está asentada en las laderas del castillo y no en esta parte de la ciudad.

Y aunque Basilio Pavón en su teoría tuviera razón y se hubieran mantenido las dos juderías al mismo tiempo, el poder religioso cristiano en la Edad Media nunca hubiera permitido la existencia de un elemento de culto judío dentro de las dependencias de la entonces Colegiata.

CATEDRAL DE SANTA MARÍA

Catedral de Santa María de Tudela en Navarra - Experiencias ...
 Catedral de Santa Maria, Tudela

La judería vieja y la judería nueva de Tudela son testimonio de la larga presencia judía de este municipio navarro, que tuvo sus inicios en el siglo IX.

Catedral de Santa María de Tudela: fotografía de Catedral de Santa ... Fundada en el año 802, en ella convivieron, durante más de 400 años, musulmanes, judíos y mozárabes, quienes imprimieron a la ciudad un mestizaje cultural reflejado en sus monumentos y en el trazado de sus callejas retorcidas, pasadizos, murallas y atalayas.

 Catedral de Santa Maria, Tudela

 Alrededor de la catedral de Santa María convivían dos barrios judíos y una morería.

Además de varias sinagogas, recientemente se ha localizado un cementerio judío.

Catedral de Santa María, Tudela :: Descubre Navarra Turismo
Catedral de Santa Maria, Tudela

LAS JUDERÍAS DE TUDELA Y SU “ALBALA”

las juderías del distrito o albala son: Cascante, Corella, Ablitas, Cadreita, Cintruénigo, Cortes, Valtierra, Villafranca y Arguedas.

 En esta decena de lugares, donde mayor arraigo tuvo la presencia judía fue en los tres primeros, mientras que en los restantes no pueden ser considerados como tales juderías, sino únicamente allí donde habitan algunas familias judías dispersas, más o menos emparentadas con las instaladas en otras villas “riberas”.

No creo demasiado aventurado afirmar, siempre como mera conjetura, que en estas poblaciones se podrían contabilizar algo más de un centenar de hogares judíos, de los que un 40% se concentrarían en la judería de Cascante.

 En el siglo XV, gran número de desplazados de la gran judería de tudelana buscaron acomodo en la villa cascantina; ramas menores de familias como los Franco, Constantín, Chapit, Alfaro y algunos otros se fueron a vivir a esta especie de comunidad satélite de la capital de la Ribera. 

Según Lacave, recogiendo datos de B. R. Gampel, a mediados del “cuatrocientos” la judería de Cascante era una de las más pobladas de Navarra, con unos 200 a 250 judíos, lo que equivale a un 12 por ciento del total de sus vecinos.

Pese a las reservas que suscita el término convivencia, aquí no hay separación, no se conoce un barrio judío propio: éstos habitan entre los cristianos, sin que se tenga noticias de alborotos dignos de mención.

 Se conocen algunos lugares de mayor densidad, agrupados en las casas llamadas de la Abadía y el barrio del Pontarrón, pero siempre en vecindad con algún cristiano. 

Poco después de ser declarados “ilegales”, en 1498, los reyes Juan de Albret y Catalina de Foix donaban a la villa de Cascante la sinagoga de los judíos para que, al igual que otros muchos lugares, se edificase sobre ella una iglesia.

Una evolución similar siguió la judería de Corella: con apenas veinte familias a comienzos del siglo XIV, pasó, a finales del siguiente, a sesenta.



6. y para comer en Tudela

Restaurante 33
Calle Pablo Sarasate, 7,
31500 Tudela España
+34 948 82 76 06

Meson Julian
Calle Merced, 9 Bajo,
31500 Tudela España
+34 615 67 05 65

Trinquete
calle trinquete nº1 bis Tudela,
31500 Tudela
+34 948 41 31 05

Remigio
Calle Gaztambide 4, 
31500 Tudela España
+34 948 82 08 50

y algo mas económicos

Le Bistrot
de la Fuente del Matadero Kalea 3,
31500 Tudela España
+34 948 82 13 84

Bar Ritual
Calle Gaztambide Carrera, 22, 
31500 Tudela España
+34 948 48 18 45

Corella

Según refiere Idoate en Rincones... [t. II, p. 365], hacia el año 1353 se contaban en Corella 14 hidalgos, unos cien labradores, 37 moros y catorce judíos. El cabildo se componía de un vicario y cinco clérigos. 

En 1488 los reyes don Juan de Labrit y doña Catalina confirmaron a Corella sus privilegios; y al mismo tiempo mandaban que, por cuanto redundaba en ofensa de Dios que los judíos morasen entre los cristianos, viviesen en adelante en el barrio donde tenían su sinagoga.

7. Viana

Viana es una de las poblaciones más importantes de la Comunidad Foral de Navarra. Está situada en el extremo sudoccidental de la Comunidad, muy cerca de La Rioja, formando parte de la depresión de Estella.

 Los primeros vestigios arqueológicos se remontan a la Edad del Bronce, destacando el llamado Hipogeo de Longar, sepulcro megalítico fechado hacia el año 2500 a.C.

AYUNTAMIENTO DE VIANA - NAVARRA: fotografía de Restaurante ... Con la romanización la zona estará ocupada por pequeños poblados, recibiendo Viana de manos de Sancho VII el Fuerte un fuero especial.

Se conoce como "El Privilegio del Águila" y fue dado en el año 1219, haciendo que los habitantes de diez poblados cercanos se integran en la villa de Viana. 

Ayuntamiento de Viana, Navarra

La razón de este fuero viene motivada por la importancia estratégica de la villa, fronteriza con el reino castellano e importante enclave del Camino de Santiago. Viana será rodeada con una potente muralla abierta a los puntos cardinales. 

Será en estos momentos cuando se construya el castillo y las iglesias de San Pedro y Santa María.

 Ciudad fronteriza, en su término se libraron importantes batallas, dependiendo en algunas ocasiones de Castilla al ser ganada a Navarra por la fuerza. 

La muralla de Viana abre las puertas para dar paso a numerosas e ...
Murallas de Viana

Desde este violento periodo Viana goza de los títulos de "Muy Noble y Muy Leal", siéndole concedido por la infanta Leonor en 1467 la libertad de mercado. En estos últimos años de la Baja Edad Media destacaría la prosperidad de la judería de Torreviento. 

 La simpatía demostrada a la villa por Carlos III el Noble se pone de manifiesto en la institución del Principado de Viana para los herederos al trono navarro, decisión aprobada en Cortes el 20 de febrero de 1423. 

Viana se convierte en la cabeza del Principado, constituido por trece villas y castillos. Durante la Edad Moderna, Viana vivirá una etapa de auténtico esplendor, tanto económico como cultural.

Viana, la última del Camino :: Descubre Navarra, Turismo Navarra
Viana, última ciudad navarra en el Camino de Santiago 

Los nobles adornan sus calles y construyen importantes palacios, como el de los Marqueses de Múzquiz o el de los Urra.

Viana y su aljama 

Al amparo de una legislación favorable –el Fuero de Logroño-Laguardia–, la población autóctona, de marcado carácter rural, se incrementó de forma notable con oleadas sucesivas de artesanos, mercaderes y judíos. Se cumplía así ese binomio “weberiano”, dinámico y conquistador, de fortaleza y mercado. 

En apenas dos generaciones, la judería –instalada quizá en el cerro extramural de la Nevería, próximo al arrabal de San Felizes y después en el barrio Alto del Castillo, ya intramuros– era ya una comunidad plenamente asentada, capaz de atender algunas exigencias del fisco regio, siquiera de forma ocasional.

En la recaudación de don Creste y don Miguel de Undiano de 1266, destinada a la “compra de la moneda” o monedaje, los judíos de Viana hicieron una entrega (en concepto de dono) de 25 libras de burgaleses (12 libras y media de dineros sanchetes) y otra de 40 mavaredís (7 libras y media de la moneda navarra). 

Durante el reinado de Juana I y su marido Felipe I el Hermoso (1285-1305), la contribución de los judíos “vieneses”, siquiera en lo relativo a la pecha (imposición directa), fue nada e inscrita desde la aljama de Estella, a la que pertenecían. 

Ello explicaría que se pasase de las 41 libras de “peita veteri”, aportadas por la aljama de Estella en 1286, a las 1.320 del ejercicio de 1290. Durante casi diez años esa fue la cifra asignada a este conjunto de sujetos fiscales, hasta que fue revisada a la baja en 1304-1305, poco antes de morir la reina, quedando establecida en 1.165 libras y finalmente, en 1315, en mil cien.

Si traigo a colación estas cuestiones de revisión fiscal es para poner de relieve el evidente crecimiento demográfico experimentado por esta judería en un tiempo tan controvertido y azaroso, como fue la segunda mitad del siglo XIV.

Dicho incremento pudo provocar la saturación de los solares del cerro de la Nevería, limitado en su espacio por lo escarpado de su emplazamiento, siendo necesario buscar cobijo dentro del recinto amurallado, quizá en el barrio de las Cuevas de Arriba, donde aparecen elementos morfológicos tan esenciales como son el Hospital de los judíos, la casa de Gento Melca y, con toda probabilidad, la sinagoga.

El número de familias fue en aumento, en consonancia con el creciente desarrollo urbano de la villa, hasta el extremo de constituir su propio barrio, ahora intramuros, más estable y seguro y capaz de albergar a algo más de medio centenar de hogares.

La participación de los judíos en la vida mercantil de esta etapa de la ruta de peregrinación jacobitana, según se desprende del análisis de las más de setecientas actas de crédito suscritas entre 1379 y 1413; de los padrones de deuda y de los inventarios de compraventa de heredades en que intervinieron la mayoría de sus miembros.

Nombres como los Melca, Evenayón y Leví, entre otros, figuran entre los más acaudalados. En relación con la población de la villa, incluida su periferia, el porcentaje de judíos fue de algo más del 13 por ciento.

A lo largo del siglo XV los síntomas de decadencia parecen evidente e irreversibles, a ello contribuyeron “las guerras que hacen los de Castilla y las esterilidades y mortandades de los tiempos”.

Al final, después de la “conversión” y al igual que otras juderías del reino, la sinagoga y otros vestigios del rico pasado hebreo fueron objeto de confiscación por parte de la corona.


8. para comer en Viana

Restaurante Sidreria Casa Armendariz
Calle Navarro Villoslada 15,
31230 Viana España
+34 948 64 50 78

Tres Tinas
Calle Serapio Urra 2,
31230 Viana España
+34 948 64 60 39

Cafe Bar D&T
Avenida de la Paz 39 Bajo, 
26004 Logroño España
+34 941 03 49 08

9. Los Arcos

El pueblo navarro de Los Arcos, en el Camino de Santiago
Los Arcos, Navarra

La presencia de judíos en la villa, apoyada en este documento, la encontramos en el siglo xiii, si bien los más numerosos tienen su aljama en el siglo xiv, perfectamente afincados en sus labores mercantiles. 

La documentación manejada en este apartado está tomada, casi en su totalidad, de «Navarra Judaica».

En las múltiples y breves escrituras notariales transcritas en la monumental obra, se nos ofrece una nómina enorme de vecinos, tanto cristianos como judíos, lógicamente sin obedecer pautas de empadronamiento por calles o barrios.

Puerta de Castilla, Los Arcos :: Descubre Navarra, Turismo en NavarraA los judíos los encontramos presentes desde el siglo xiii si bien, en esos primeros textos, no figuran en Los Arcos individuos concretos, excepto los citados por Juan Carrasco tomándolos del documento v de la catedral de Pamplona.

Puerta de Castilla, Los Arcos, Navarra

 En los Registros de Comptos se habla, por ejemplo, de impuestos cobrados en la villa del tributo de la «fossaderie prope tincture et scripture judeorum 1285». 

Otras veces señala «... de Arcubus per tributo fossaderie et omnibus caloniarum usque ad 60 s. et scriptura cartarum judeorum per annum... 1290»

El último judío localizado en la época estudiada es Simuel Algamiz. Consta su nombre en una comisión y mandamiento de Carlos III el Noble a Miguel de Igúzquiza, portero real, para que se embarguen los bienes del citado judío que había huido del reino sin permiso del monarca; pero este sujeto ya consta como prestamista en 1407. 

En todo ese tiempo, en torno a los dos siglos, los nombres distintos de otros tantos judíos registrados en Los Arcos rondan los 120. No quiere decir que no hubiese habido más; de esos, al menos, hay constancia documental.


Por otra parte, en cuanto a los nombres, no resulta fácil la identificación de los sujetos debido a la diversa grafía.

Dependiendo del escribano o notario de turno, hay variaciones.

Los Arcos, Navarra

A título de ejemplo, el nombre Abraham lo encontramos así: Abran, Abram, Abraham, Auran; si le acompaña el apellido, la cuestión se aclara solo en parte, porque hay un Abram Ambolat, mercader de 1381, y un Abram Embolat, también mercader, en 1366.

El apellido Benayon lo escriben así: Venayon, Uenayon y Euenayon.

Sirvan estos casos para indicar la dificultad de aclarar quién es quién, por cuestiones tan elementales. La fecha, más o menos próxima en que figuran con una u otra grafía, puede ayudar a identificarlos. 

La familia más numerosa es la de los Embolat o Enbolat, del que hemos localizado los siguientes personajes: Abraham, Elezer o Helezer, Gento, Jacob, Juce (el más frecuente) Mose o Mosse, Salamon o Salomon, Symuele y Ximuel. Con el apellido Leui o Levi, se cita a: Abram, Achac, Aya o Haya, Juce, Judas, Salamon y Salomone. 

Algunos llevan el calificativo don indicando cierta notoriedad. Los nombres de mujeres son escasos; algunas vienen citadas con su marido: Algoer, «judia muger qui fue de Juce Enbolant (sic) qui fue»; dona Jamila, mujer de Juce Benquis; Dueyna, mujer de Juce Embolat; dona Merian, probablemente identificada con Myrien; Solbeillita, «muller de Junez Enabez, judios morantes en Los Arcos», constando sus nombres por la pena impuesta de una carta iudeuenca de obligación. 

De otra mujer, Mesieylla, daremos noticias posteriormente. Si hablamos de la profesión u oficio de estos vecinos judíos, la mayoría vive como negociantes prestamistas, otras veces se implican en operaciones de compraventa de casas o tierras, frecuentemente de viñas. En estas operaciones, el prestamista o comprador suele aparecer acompañado por otro gionario como testigo u apoderado, ante el notario o guardasellos del rey en la villa.

Actúan con la característica crematística judía en todas las latitudes: comerciantes, sobre todo, con dinero, aunque en ocasiones también los encontramos traficando con trigo. Algunas de las mujeres citadas, como la de Juce Embolat, dona Dueyna, siguen las mismas ocupaciones laborales que el marido, si bien se diría hacerlo por cuenta propia, ya que ella es la acreedora.

Judería y sinagoga en el barrio de los Infanzones 

Al parecer, la zona de la villa ocupada por los judíos estaría situada en el barrio de los Infanzones.

Nos apoyamos en el inventario de los papeles del cabildo parroquial de Los Arcos, manuscrito en 1472. 

Al enumerar los censos, hallamos esta referencia: Yten, sobre las cassas de los Infanzones, que antiguamente fue la sinoga (sic) y al presente tiene por atenençias la casa que fue de Gil Soria y, a la otra parte, la casa de su padre de don Barriofrio (que fue uno de los beneficiados de la parroquia) y, sobre la pieça del losal de los judios, se pagan, en cada un año, treinta y seis groses. Item, compro Pero Sanchiz el peligero vnas casas de la nuera de Judas de Nauarrete, en el Barrio de los Infanzones, pueden valer12 libras. Paga a mi, Remon, 60 sueldos30. 

Más adelante conoceremos nuevas referencias sobre este barrio en relación con los judíos; pero la primera noticia con el nombre de ese barrio nos la da un documento de la catedral de Pamplona. 

En la actualidad, con transformaciones seculares en las viviendas, borradas las huellas de muros y probablemente de cimentación, el paraje se ubicaría, en su mayor parte, en la calle San Antón. 

El primitivo trazado de callejuelas, discurriendo en el espacio y patios interiores desde la actual calle Carramucera a la de Santa Eulalia (antes conocida como de Tejedores –con muy posible referencia a los tecedores judíos–) próximo a la muralla, sería el habitual escenario de los judíos artesanos y de su sinagoga.

En documentación del año 1381, por ejemplo, aparecen gran cantidad de transacciones mercantiles, afectadas por el gravamen que debía pagarse a la hacienda real por las mismas, carga que suponía un 25 %. Es muy probable que, para librarse de impuestos tan fuertes, muchos judíos emigrasen a los reinos limítrofes de Aragón y Castilla.

Como ejemplo de transacciones mercantiles en las que figuran: vecinos cristianos normales –incluido el alcalde– matrimonios, clérigos, con comerciantes judíos, transcribimos, un poco más adelante, relación de heredades que estos vendieron a cristianos en el año 1381. Se señala el gravamen que debían pagar a la hacienda real: hasta un 25 %. 

Carlos II introduce (había introducido años antes, decimos nosotros) una forma especial de «ayuda», conocida con el nombre de «alcabala», a imitación de lo que venía haciéndose en Castilla: el pago de ciertas cantidades por las transacciones comerciales; autorizada como una nueva «ayuda» o impuesto extraordinario, y por tanto, temporal y pasajero, acaba por generalizarse y renovarse periódicamente con tasas diversas.

De acuerdo con el Libro de fuegos o de la ayuda de los cuarenta mil florines otorgados al rey en la villa de Tudela (año 1366), a Los Arcos, que entonces contaba 124 fuegos, de los cuales doce eran de judíos, le supuso una ayuda impuesta de 310 florines.

Nos llama la atención porque, según Carrasco, en el Libro del monedaje de Tierras de Estella (1350), habla de los que en Los Arcos, moran «en el Mercado», o en el «quinnon del Castro» y, finalmente, en el «quinnon de Roytegui». Podríamos identificar a la Poblation Susana con Roytegui, la Poblation Jusana con la del Mercado, junto a la parroquia. 

El Castro –cuyo nombre figura en el fuero de 1176 otorgado por Sancho el Sabio con vocablo latino sinónimo del castillo– se mantiene con idéntico nombre. Las heredades más numerosas inventariadas son las viñas, no menos de sesenta y cinco. Resulta imposible determinar su superficie cultivada, ya que no se especifica las peonadas de cada una.

 Las tierras de pan llevar fueron las menos. Se desprende de los datos conocidos que la familia judía más adinerada en la villa era la de los Embolat, no solo en estas operaciones de compraventa apresurada, sino como prestamistas habituales. 

10. Juderia de Estella 

Poco después de superado el ecuador del siglo XI, ya se sabe que había presencia judía en la zona de Estella-Lizarra, pero la ciudad como tal no se funda hasta 1090, cuando el rey Sancho Ramírez decide asegurar la zona frente a las agresiones musulmanas y proteger el Camino de Santiago.

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Para ello eligió un lugar en el que hubo un poblado vascón, en una franja de terreno entre el río Ega y la montaña, en un principio fue habitada sólo por ciudadanos francos, es decir, comerciantes y hombres libres de vasallaje, sin nobles, clérigos ni campesinos. El rey dotó a la ciudad de un fuero a imagen del de Jaca y con el que trata de dirigirla hacia un desarrollo basado en el comercio y los servicios, para el que es propicio el lugar elegido en la fundación.

Lo mas probable es que desde prácticamente el momento de la fundación Estella-Lizarra contase con una comunidad judía, que estaría ubicada en el barrio de Elgacena, en lo que sería la judería más antigua de Navarra. Décadas después, terminando ya el reinado de Alfonso I el Batallador, la comunidad crece y se expande, ocupando una terraza del río Ega al sur de la ciudad.

 Pese a sufrir reveses como la conversión de la sinagoga en iglesia en 1144, durante el siglo XII la comunidad judía estaba integrada en la vida de la localidad y en sus instituciones, como se puede ver en documentos de 1188 en los que, en un pleito entre gente de Estella-Lizarra y de la cercana Bearin, el rabino Elías participó como uno de los testigos. Por aquel entonces se calcula que podrían residir en la localidad unos 150 sefardíes, aproximadamente una décima parte del total de habitantes.

Durante el siglo XIII la comunidad, cuyos miembros se dedicaban sobre todo al comercio y las finanzas, siguió prosperando y creciendo, y hay datos que nos hablan de su buena salud económica, como que en 1266 contribuyó al pago de impuestos con 1.600 libras, una cantidad importante.


Sólo diez años después los judíos de Estella-Lizarra muestran su vinculación con la corona cuando varios personajes notables de la comunidad juran fidelidad sobre la Torá y la ley de Mosisés a la reina Juana, entonces sólo una niña.

Sin embargo, la relación con el resto de la población empieza a deteriorarse como se puede constatar con algunas leyes promovidas que tenían como objetivo evidente los judíos.

 Las ciudades y el vulgo presionaban más y más contra los sefardíes y, aunque los monarcas trataban de defenderlos, no siempre lograron hacerlo.

La situación lleva en Estella-Lizarra a un suceso terrible: en 1328, aprovechando el vacío de poder tras la muerte del rey Carlos I, se produce un asalto a la judería en el que muchas casas son saqueadas y no pocos judíos asesinatos.

La reina Juana II multó a la ciudad por estos hechos y hubo también condenas -incluso de muerte- a los principales implicados, pero al parecer buena parte de estos castigos no se llegaron a ejecutar.

La judería logró, no obstante, recuperarse y tres décadas después tenía tantos habitantes como antes del asalto, si bien muchos de ellos eran judíos franceses e ingleses, ya que los que habían huido en el asalto no volvieron a la ciudad.

Para finales de siglo, las relaciones de los sefardíes de la ciudad eran muy importantes, e incluso uno de ellos, León Horabuena, rabino mayor de Estella-Lizarra, fue médico del rey Carlos III.

Sin embargo, la propia ciudad había entrado en una cierta decadencia que, obviamente, afectó también a su judería hasta 1492, cuando llegaron a Navarra algunos de los judíos exiliados desde Castilla y Aragón tras el edicto de expulsión de los Reyes Católicos, si bien debido a las fuertes presiones de estos monarcas, seis años después se decreta también la expulsión de la Navarra todavía independiente.

La judería de Estella-Lizarra

El rastro del brillante pasado sefardí de Estella-Lizarra, una ciudad que tuvo dos juderías y se cree que incluso más de una sinagoga, se puede seguir hoy en la parte más antigua de la ciudad.

Una buena forma de empezar a hacerlo es en la oficina de turismo, en la que una maqueta reproduce lo que debía ser la villa durante la época medieval, con su judería separada del resto del casco urbano por su propia muralla.

 Los lienzos de esta muralla que aún se conservan son, sin lugar a dudas, el resto más importante del pasado sefardí en Estella-Lizarra, además de ser bastante excepcionales en el conjunto de España, donde estas defensas internas no se han conservado prácticamente en ningún lugar.


Protegido por esa muralla se encuentra el espacio de la llamada judería nueva, en el que se han realizado excavaciones arqueológicas ya en el siglo XXI, en las que se han encontrado diferentes materiales de construcción y restos a partir de los cuales se puede asegurar que las viviendas de la judería estaban construidas en terrazas que se adaptaban a la inclinación de la colina.

Además de las viviendas, en este espacio que se calcula que tenía unos 35.000 metros cuadrados estaban todos los servicios comunitarios de la aljama: el horno, la carnicería, los baños, el molino, una tintorería y, por supuesto, la sinagoga.

 Por desgracia, por el momento no se han localizado los restos de estos edificios.

La ruta en la búsqueda de ese pasado sefardí debe pasar también por la Rúa de las Tiendas, en pleno Camino de Santiago, en la que se sabe que muchos judíos tenían sus comercios y que todavía conserva un inconfundible sabor medieval.

Tampoco deben perderse la iglesia de Santa María Jus del Castillo, un templo románico levantado exactamente en el solar que tenía la primera sinagoga.


Por último, una curiosidad interesante son las dos figuras de hombres judíos que sostienen el dintel de la iglesia del Santo Sepulcro, probablemente imágenes hechas para representar un papel negativo de los sefardíes y un buen reflejo del ambiente que se respiró en la ciudad a finales del siglo XIII y que acabó llevando al asalto de la judería de 1328.

1. Estella: de la judería vieja de Elgacena a la “nueva” de Belmecher 

Como es sabido de todos, el primer burgo de francos2 en suelo navarro corresponde a Estella, enclave social inédito hasta ahora, regido por un texto normativo o fuero, otorgado por Sancho Ramírez –soberano con el que se inicia la unión dinástica de los reinos de Pamplona y Aragón– al poco de ceñir la corona, entre los años 1076 y 1077.

En dicho fuero se alude asimismo a los inmigrantes judíos, cuya instalación en este territorio debió de ser simultánea al de la población cristiana y, en cierta medida, quedaban equiparados ambos grupos sociales .

Ya en 1089, el rey de aragoneses y pamploneses, hizo uso de la pecha (paria), décima, pleitos y homicidios de los judíos de Estella –junto a la lezda de los de Lizarrarella– en la concesión de diversos derechos y propiedades a la iglesia de Santiago de Funes4 .


 Poco después, en 1093, se hace donación al monasterio de Montearagón del diezmo de los judíos de Estella y de los instalados en la villa que llaman Lizarrarella .

A tenor de estos textos, puede pensarse en la existencia de dos espacios –el castillo de Estella y la villa antes mencionada–, netamente diferenciados.

Ni su topografía ni su composición social guardan ninguna similitud.

Podría tratarse de una instalación provisional, siempre al abrigo de un recinto fortificado: uno al norte, en la villa y castillo de Lizarrara, y otro más al sur y cercano al río Ega –en la llamada Cruz de los castillos, integrada por los de Zalatambor, Belmecher y la Atalaya–.

 Esta separación debió de ser provisional y un tanto transitoria, debida quizá a las prisas para acoger a las sucesivas oleadas de grados. Al menos desde el último tercio del siglo XI, queda atestiguada la presencia de pobladores judíos, legalmente consentidos por el poder regio e instalados, en un primer momento, en los recintos amurallados antes indicados.

Pronto, a comienzos del siglo XII, bajo el reinado quizá de Pedro I (1094- 1104), pudo producirse un reagrupamiento de la población judía en el barrio de Elgacena, situado entre el naciente burgo de San Martín y la fortaleza o Cruz de los castillos.

Esta incipiente comunidad, germen de la futura judería, estuvo rodeada por las torres del conjunto castral y por el lienzo de la muralla. Durante apenas medio siglo, ésta sería la judería vieja, la primera y más antigua del reino, cuya gestación y ulterior crecimiento coincide con la época de la unión dinástica con Aragón (1076-1134).

En los últimos años de esta dinastía, ya bajo el reinado de Alfonso el Batallador, el desarrollo alcanzado por esta comunidad hizo aconsejable su desplazamiento hacia el este, monte arriba, hasta quedar encuadrada entre las lindes del primitivo emplazamiento de Elgacena –ahora vacío–, a espaldas de la iglesia del Santo Sepulcro, hasta el Portal del mismo nombre y la pared de la muralla, incluido el castillo de Bermecher6 .

 Ello explicaría que, restaurada la dinastía en la persona de García Ramírez –rey de los pamploneses–, en 1135, al poco de acceder al trono, se hiciese donación a los barones de Estella de la villa de Elgacena (“que fuit de illos judeos”) y que estaba situada al borde mismo de la iglesia del Santo Sepulcro7 .

Diez años más tarde, en 1145, el obispo de Pamplona don Lope de Artajona consiguió del monarca navarro la cesión de la sinagoga y otras dependencias de la misma ya en desuso, con destino a la construcción de una cuarta parroquia –en este caso directamente vinculada a la sede iruñesa–, dedicada a Santa María y a Todos los Santos, conocida con el tiempo como Santa María Jus del Castillo o simplemente Santa María de la Judería8 .

Semejantes reajustes topográficos y de devoción obedecen a un claro propósito de la corona de contentar a la iglesia ante las evidentes muestras de amparo y protección dispensadas a los emprendedores judíos estelleses, dotándolos de un solar amplio y mejor protegido, acorde con el proceso acelerado de urbanización a que estaba siendo sometida la ciudad del Ega en la segunda mitad del siglo XII.

El favor dispensado por los soberanos de la dinastía “sancha” se manifiesta, entre otras actuaciones, en la confirmación del legendario Fuero de los judíos de Nájera a las aljamas de Tudela (1170 y 1211) y Funes (1171), al que se añaden otros privilegios, pero la judería estellesa no cambió su régimen jurídico, permaneciendo sujeta desde su inicio al fuero de francos, más real y acorde con las promesas de los monarcas repobladores


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12. Puente la Reina 

ETAPA 4 – Pamplona/Iruña – Puente La Reina/Gares | Camino GourmetLa presencia de pobladores francos en este privilegiado cruce de caminos que es Puente la Reina, cabría asimilarla en su cronología y en sus formas de acogida de población ultrapirenaica con el primitivo burgo de Estella.

Puente la Reina, Navarra

O dicho de otro modo, casi con toda seguridad antes de 1080 inmigrantes –en su mayoría franceses (francigenae)– habían constituido una colonia habitada junto al Ponte del Arga. 

Su rápido crecimiento estuvo ligado a su condición de cijada, donde convergen los peregrinos que, a través de las grandes arterias aquitanas, han hollado los pasos de Somport y Roncesvalles. 

No se conoce con exactitud el primitivo emplazamiento del barrio judío, aunque como el resto de sus compañeros de aventura debieron acomodarse en el poblado de Murugarren, al que, en 1122, Alfonso el Batallador le dotó de un término y licencia para edificar y al que extendió el fuero de los francos de Estella.

Archivo:Puente la Reina.jpg - Wikipedia, la enciclopedia libre
 Puente la Reina, Navarra

Los sucesivos aportes de población favorecieron su transformación –desde mediados del siglo XII– en una villa de planta rectangular, con cuatro portales (San Pedro, de Suso, el Mercantil y del Puente) y dos ejes transversales de calles, que seccionaban la rúa Mayor. 

En los extremos de esta arteria principal se localizan las iglesias del Crucifijo –llamada también de Santa María de los Huertos–, al este y al oeste la de San Pedro.

Esta villa-camino, que aparece tan bien planificada a juzgar por los elementos de su morfología, acoge a los distintos grupos sociales que la integran en cinco barrios: de la Navarrería o de la Población, que ampara a las gentes del lugar; los de Suso, los Cambios y la Carnicería agrupan a los emigrados venidos de otras tierras, generalmente francos; y, San Pedro, formado por labriegos del término de Murugarren, en cuyo extremo occidental, frente a la iglesia parroquial cabe situar la judería, cuyo vecindario podría estar constituido por unas 15 o 20 familias.

Entre ellas, los Ensabrut, Abolfaça, Leví y Bergerac, originarios de Francia en su mayoría, operan en los mercados de Puente y las aldeas vecinas como prestamistas, mercaderes y artesanos. Sin embargo, su nivel demográfico muestra cierto estancamiento. 

La movilidad es frecuente como se desprende del uso que de esta judería hacen los llegados de más allá de Ultrapuertos (Bona de Saint Maixent, viuda de Orcely, Leonet de Gerona o Orsel de Perpiñán), instalados en ella de forma provisional antes de marchar a tierras de Aragón.

Iglesia del Crucifijo, Puente la Reina

Así, en 1366 el vecindario de los distintos barrios antes citados era de unos 120 hogares, de los cuales algo más de un diez por ciento corresponde a los judíos.

Es decir, con valores muy próximos a los referidos un siglo atrás.

Esta circunstancia, unida a su estratégica situación, hacía que su comunidad basculase entre la jurisdicción de la aljama de Estella y la de Pamplona, hasta quedar definitivamente adscrita a este última desde el segundo tercio del siglo XIV. Idénticas oscilaciones de adscripción muestra, al menos en un principio, la judería de Monreal. 

Esta villa, situada a piedemonte de la Higa –máxima altitud de la Sierra de Alaiz–, sirve de unión, como etapa final del Camino de Santiago, entre las villas de Sangüesa y Puente la Reina.

Por ese eje transversal circulan los peregrinos que utilizan la ruta provenzal. Quizá para reforzar esa función de acogida, García Ramírez el Restaurador, en 1149, le concede el fuero de los francos de Estella.

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Puente la Reina, Navarra

Semejante texto normativo pudo amparar la existencia, más o menos consolidada, de emigrados judíos y cuya posterior vinculación con la judería de Pamplona quedará ampliamente documentada.

Entre los elementos de su topografía urbana cabe destacar –además del Castillo, uno de los más importante del reino– las iglesias de San Martín, Santa María y San Juan; el puente sobre el río Elorz y la judería, situada intramuros, al pie del promontorio defensivo que se alza sobre el cerro que domina la villa. 

Además de la sinagoga y el fosal, de los que no se conserva resto alguno, el recinto de la judería casi llegó a figurar como una dependencia de esta especie de Burgo castral, verdadero guardián defensivo de la Cuenca de Pamplona.

Los portales del barrio judío, línea divisoria de ambos mundos, serían testigos mudos del vivir de sus moradores y espacio donde se dirimen conflictos de jurisdicción.

Dada su proximidad a la capital del reino, durante varios decenios albergó una de las casas de la moneda y desde comienzos del siglo XIV posee la condición de “buena villa”, es decir representación en las cortes o asambleas representativas del reino. 


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14. Juderia de Pamplona


      

Los documentos de la Cámara de Comptos del Archivo de Navarra nos permiten precisar su emplazamiento en la bajada de Javier, la calle de la Merced, la calle Juan de Labrit, una parte de la Ronda Barbazana, el Palacio Arzobispal y la calle Dormitalería.

Varios documentos nos confirman, además, que la judería estaba rodeada por un muro, levantado sorprendentemente en época de Carlos el Calvo no para aislar a los judíos, sino para protegerlos de la animadversión de los cristianos.

Se sabe que a lo largo del siglo XV varios judíos habían traspasado la cerca de separación y vivían entre los cristianos, con el consiguiente conflicto vecinal. 

Los Registros de Comptos de los siglos XIV y XV certifican que en la judería pamplonesa habitaban entre 100 y 150 familias.

Baluarte del Labrit | Ayuntamiento de Pamplona
Los judíos tenían un mercado distinto del de los cristianos y se localizaba en torno a la Alcacería, aunque no se conoce su localización exacta en Pamplona.

Sí que se sabe que la venta se efectuaba los lunes, martes y miércoles de cada semana. Junto a la alcacería se hallaban los panaderos y los puestos del mercado.

Baluarte de Labrit, Pamplona

El lugar donde estuvo la sinagoga no admite ninguna duda: el solar del actual Retiro Sacerdotal y de parte de la Plaza de Santa María la Real.

Después de la expulsión de los judíos de Navarra en 1498, fue comprada por los frailes Mercedarios para reconstruir su convento y la iglesia de Santa Eulalia.

Se tienen noticias de la existencia de una judería ya en el año 1063.

El rey Sancho el Sabio otorgó en 1154 un privilegio autorizando a la Iglesia para que pudiera admitir judíos en Pamplona y en otros lugares, quedando en su beneficio los ingresos que generasen los nuevos moradores. 

Durante la cruenta guerra de los burgos de 1276 fue arrasada junto con la Navarrería, hasta su reconstrucción a partir de 1320.


 En la Carta de Repoblación de la Navarrería, otorgada por Carlos el Calvo en 1324, entre los derechos que se reservó el rey, estaba el de tener en ella una judería.

 La expulsión de los judíos de Navarra fue decretada en el año 1498 por los reyes Juan de Labrit y Catalina de Foix y tuvo como consecuencia inmediata el cambio de nombre del barrio de la Judería por el de Barrio Nuevo.

A mediados del siglo XVI esta denominación alternaba con el de la rúa de la Judería, que era la actual calle de la Merced. 

Consta la existencia de los dos portales que abrían al exterior la antigua Judería: el Portal del Río, cuyo emplazamiento coincide con la esquina del Palacio Arzobispal que da a la ronda de la Barbazana y que era el comienzo del camino que conducía al molino de Garci-Marra, el hoy conocido como Molino de Caparroso, y también al cementerio de los Judíos, situado fuera de las murallas exteriores de la ciudad, hacia las huertas de la Magdalena. 

El otro portal se conocía como de la Fuente Vieja, y se situaba al final de la actual calle de la Merced o antigua rúa de la Judería. El nombre le venía de una fuente que existía cerca del frontón Labrit.

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"Escapate un Fin de Semana a Pamplona"


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  15. Sangüesa

Pocha de Sangüesa | Guía Repsol
Villa de Sanguesa, Navarra

Aunque no se disponen de los testimonios documentales que lo prueben, no parece demasiado aventurado afirmar que la gestación de “burgos” en las principales etapas del Camino de Santiago pudo alcanzar formas similares y casi coetáneas; tal podría ser el caso de Sangüesa respecto a otros hitos del iter Sancti Iacobi . 

Es posible que la modestia de este asentamiento favoreciese cierto desfase temporal entre la primera implantación de francigenae y su consiguiente reconocimiento oficial como nueva población.   
     
Como quiera que sea, los monarcas de la dinastía aragonesa (1076-1134) –desde Sancho Ramírez a Alfonso I el Batallador– trataron de organizar, mediante la confirmación y mejora del fuero de Estella, la llegada cada vez más frecuente de pobladores francos; primero en el “burgo viejo” del castillo de Rocaforte (1090), bastión defensivo contra el Islam y, más tarde, torre vigía en el incipiente reino de Aragón.

A partir del último tercio del siglo XI, cabría conjeturar la existencia de agrupaciones de gentes alienígenas, atraídas por las crecientes necesidades de la peregrinación jacobea; después, en 1122, se crea el “burgo nuevo”, construido junto al palacio del rey –como señal inequívoca de su dependencia– y en las proximidades del río Aragón .

TURISMO. Escapada a Sangüesa (Navarra)Una vez más el puente y la iglesia –en este caso la bella estampa de Santa María la Real – constituyen el embrión germinal de un vivir agrupado.

Sanguesa, Santa Maria la Real

La dirección del puente marcaría el trazado de la Rúa Mayor o de los peregrinos como arteria principal de su trama parcelaria.

Un primitivo cerco de murallas debió completarse muy pronto, favorecido por la construcción de torres y almenas con las que se dotó a las primitivas parroquias de Santa María y Santiago. 

El equipamiento y el tono de vida que da cobijo este nuevo burgo de Sangüesa pronto merecería la condición de villa real. En el marco de esta política repobladora cabe situar la concesión de solares, topográfica y jurídicamente acotados, donde tendrían su primitivo emplazamiento las casas de los judíos, ya acogidos en condiciones muy parecidas a los pobladores francos. 

Una vez más esa dualidad de burgos y juderías aparece inseparable en los perímetros urbanos del camino navarro a Compostela .

En la segunda mitad del siglo XII, bajo el reinado de Sancho VI el Sabio (1150-1194), se puso especial énfasis en el desarrollo de políticas conducentes al fomento de las agrupaciones urbanas ya existentes, incluidas las poblaciones judías en ellas asentadas.

Al parecer, con el discurrir de los tiempos, la población de Sangüesa fue en aumento, hasta el extremo de ser necesaria la ampliación de su topografía con la construcción de barrios y edificios de nueva planta, ubicados en la margen derecha del río y en dirección sur, como es el caso del barrio de la “Oltra” y de su parroquia de San Andrés, que datan de 1245.

Timpano de Santa Maria la Real, Sanguesa

 En esta fase expansiva, articulada sobre las tres calles (Bastería, Mediavilla y Santiago) perpendiculares a la Rúa Mayor, se llegó a desbordar el límite de la muralla . 

Acorde con tales necesidades y atento a la mejora de la capacidad defensiva de la villa, Sancho el Sabio estableció (1171) un nuevo burgo de francos (burgo de suso), amparado por el modélico texto de derecho jaqués, en el Pueyo del Castellón, montículo frente al puente sobre el Aragón y hoy llamado de Santa Margarita.

Esta nueva población, salvaguarda del vecindario, fue alzada en torno a la nueva parroquia de San Esteban. 

Ya sea la fecha antes indicada o la de años más tarde (1186), como apunta Martín Duque, en este tercer núcleo sangüesino se darían todas las condiciones favorables para dar cobijo a la colonia de judíos inmigrados (espacio fortificado, dependencia regia, situación extramural, etc.); pero, aunque no existe constancia de ello, éstos ya debían de llevar instalados algún tiempo en el extremo norte del palacio del rey en las casas junto a la bodega y muy próximas a la ribera del Aragón.

Juicio final La Virgen y el Niño apostoles timpano Portada… | Flickr
Timpano de Santa Maria la Real, Sanguesa

Desde comienzos del siglo XIII se registra la presencia de las órdenes mendicantes, atraídas quizás por el auge de la peregrinación. Los Carmelitas fueron los primeros en llegar, ya bajo el reinado de Sancho VII el Fuerte; poco después Franciscanos y Dominicos se beneficiaron del favor regio de la nueva dinastía de la casa condal de Champaña. 

De esta época data el traslado de los frailes franciscanos desde Sangüesa la Vieja –donde quedó el oratorio de San Bartolomé– a la iglesia-hospital de San Lázaro, dando cobertura, siquiera espiritual, al barrio del mismo nombre.

Tal iniciativa pronto sería imitada e incluso reforzada por desplazamientos intramuros de los otros dos monasterios: el de los Dominicos (1221), situado frente al Palacio Real y al otro lado del foso; el del Carmen, emplazado en el arrabal de La Nora, junto al molino pañero, en los solares que se extienden entre el Portal de la Población y el antemural del río. 

Todavía, hacia el último tercio del siglo XIII, el crecimiento acumulado y sostenido –a lo largo esos dos siglos centrales de la Edad Media– hizo que se desbordase el cerco de la muralla, ahora por el suroeste, con la creación de un nuevo barrio, que vino a llamarse de La Población, dotado de la parroquia de San Salvador, las calles de Estudio y Caballeros y el monasterio de La Merced (1231). 

Semejante auge demográfico debió afectar de igual modo a la población judía, que también encontraría insuficiente su primitivo solar. Estas ampliaciones fueron protegidas por una nueva cinta de muralla. 

Así aparece organizada la gestión fiscal en la contabilidad del año 1266. Como ya quedó apuntado, desde sus orígenes había ejercido ese doble papel: bastión defensivo en la frontera del reino de Aragón y mercado de una amplia comarca. 

Pochas de Sangüesa, lo mejor para hacer frente al frío
Villa de Sanguesa, Navarra

Los derechos de peaje y las lezdas del mercado así lo corroboran. La población judía debía de disfrutar de un especial régimen fiscal, siquiera transitorio, pues, aunque sabemos de su existencia, no hay ninguna mención contributiva de ella en estos ya consolidados testimonios contables de la segunda mitad del siglo XIII. 

Es posible que quedasen englobados en los derechos de la bailía o en los del almiradío que gestiona don Ponz Arnaut. En la anualidad antes aludida, donde figuran las cuentas del primer registro conservado, se mencionan los barrios de San Andrés y San Juan, referidos a los censos de las casas del rey, pero no hay ninguna alusión que delate la presencia de población judía.

Desde 1280 figura como ingreso de la tesorería el tributo del almiradío y es precisamente en esas partidas del año 1286 donde se anota la primera mención, conocida hasta ahora, de un judío: un tal Gentho, (incluido en una amplia relación de setenta inculpados cristianos), que paga 2 sueldos de sanchetes por alguna infracción cometida y que recauda el almirante Calbete de Oronz15. 

En el tránsito del siglo XIII al XIV, bajo el gobierno de la Casa de Francia, existe la voluntad política de dotar a Sangüesa de una serie de franquicias sobre circulación de mercancías y mercaderes, que incentiven su vida comercial. Ésta ya se vio favorecida, desde 1201, por nuevas licencias sobre derechos de lezas y peajes 

Asimismo, el año del arbitraje de Bonifacio VIII en el asunto de la Guyena (1298), el rey Felipe I el Hermoso confirma los privilegios de la villa y exime a sus vecinos del abono de lezda y peajes, a excepción de las exportaciones transpirenaicas, que tan sólo deberían pagar medio dinero u óbolo de morlanes en su tránsito por las tierras navarras de Ultrapuertos.

LOS JUDÍOS DE SANGÜESA: ENTRE LA INMIGRACIÓN, LA VIOLENCIA Y LA ESTABILIDAD DEMOGRÁFICA (1300-1367) 

A partir de ejercicio de 1300 se anotan los ingresos bajo una única rúbrica –la de la bailía–, y en la que aparecen detallados, entre otros, el censo de las casas donde están los judíos, cuya cuantía fue fijada en 60 sueldos anuales y a pagar por la fiesta de San Juan Bautista. Dichas casas –sin indicar su número, ni sus titulares–, se ubican en las inmediaciones de la “bodega” del palacio del rey. 

El estado de tales construcciones no era muy bueno, pues son constantes los gastos por reparaciones y a las que deben hacer frente los oficiales reales.

Asimismo, cabría imaginar que este reducido espacio, y no siempre en la mejores condiciones de habitabilidad, no alberga toda la comunidad judía, sino que, un buen número de ellos, debieron estar dispersos y ocupar otros solares, mezclados con la población cristiana.

Con todo, no parece fácil admitir que la contribución de la comunidad judía sangüesina, después de las políticas de Felipe I el Hermoso (1285-1305) y sus sucesores, apareciese en fecha tan tardía y, sobre todo, con rendimientos tan escasos. 

Como ya quedó apuntado, es posible que gozasen de un régimen especial de arrendamiento o fuesen cedidos a la orden militar de los sanjuanistas, Lo cierto es que su presencia, al menos desde el punto de vista fiscal, emerge muy lentamente, como si se tratase de un cuerpo extraño, dotado de escasa vitalidad. Hasta 1312 no se incorpora al censo de las casas el arrendamiento del derecho de la “escribanía de los judíos”. 

O lo que es lo mismo: son aquellos instrumentos de praventas y créditos que precisan para su completa validación el sello real. A partir de ese año y por períodos plurianuales (entre tres y cuatro ejercicios), dicho tributo fue arrendado por 40 sueldos. 

Una comunidad, ciertamente modesta, adscrita a la aljama de Pamplona y Monreal y dispuesta a incrementar sus efectivos con la llegada de los llamados judíos de “ultrapuertos”, procedentes de las tierras de Francia y del ducado de Aquitania y obligados e emigrar por las dificultades creadas a raíz de las expulsiones y confiscaciones de sus bienes, decretadas por el monarca francés en 1306.

 Poco después, en 1312, se anota una subvención, entre las concedidas al rey por los judíos de Navarra, de 160 libras y que corresponde a los “iudeos qui uenerunt de Francia et ducatu de Aquitanie”. Dicha entrega, al principio excepcional, acabaría por convertirse en habitual u ordinaria, bajo la denominación genérica de “pecha” y con la rúbrica de subvención. 

A ello contribuiría la buena gestión del maestro Guillermo de Lahala, recibidor de las rentas del reino y responsable de la Tesorería, quién asumiría la percepción de este nuevo concepto: la imposición directa de esos judíos emigrados, adscritos de forma provisional a una determinada comunidad y que ellos, al parecer, habían elegido libremente. 

Sin embargo, durante unos diez años, las pérdidas de la contabilidad de la Tesorería del reino nos han privado conocer si esa inicial corriente migratoria pudo verse afectada por los atropellos y desmanes cometidos por el “ejercito” de los pastorelos gascones a comienzos del verano de 1320. 

Superado este paréntesis, será a partir de 1328 cuando dicha emigración se nos manifestaría como tal, coincidiendo además con los cambios dinásticos operados en Francia y en Navarra; y una vez reparados, al menos en parte, las secuelas ocasionadas por los ataques y violencias perpetrados contra las comunidades de Estella, Funes, Andosilla, San Adrián y otras villas de la llamada “ribera de la merindad30. 

La voluntad de los nuevos monarcas (Juana II y Felipe III de Evreux) fue la de restablecer el orden y propiciar la llegada de nuevos judíos franceses con destino a las comunidades de su recién estrenado reino. 

 Además del contingente de unas quince familias o, mejor aún, unidades fiscales acogidas en Tudela y los Bergerac de Pamplona (Mirón y Bienvengut de Bergerac, hijos de ya citado Aycelin) se registra la entrada de Abraham de Tonneins, originario de esta localidad francesa, en la villa de Sangüesa, al tiempo que se compromete al pago co libras –en concepto de pecha– por un período de cuatro años

 ¿Qué criterios se siguieron para esa tasación? ¿Sobre que riqueza se actúa? Al estar recién llegado es presumible que se tratase de un capital en metales preciosos, amonedados o no. Sea como sea, este “apellido” puede ser considerado como de primera hora de entre los futuros emigrados (el más antiguos del lugar) y el papel del mismo en la historia posterior de esta comunidad será bien notorio. 

Y al que pronto se le uniría León de París, cuya trayectoria vital y profesional se prolongaría durante varios lustros. Las condiciones de esa emigración forzada se nos escapan, así como el clima de acogida que se les pudo dispensar.

Con todo, las dificultades, si las hubo, fueron superándose y al amparo de una legislación favorable esta inicial corriente migratoria acabaría por presentar un flujo de dimensiones muy estimables. Una cuarta parte de esa emigración –es decir unas 30 familias– fue acogida, siquiera de forma transitoria por sus correligionarios de Sangüesa. 

Nuestro primer emigrado ha muerto, pero le suceden dos de sus hijos (Vivant y Salomón de Tonneins) y, en cierta medida, su yerno, un tal Judas.

De aquel tronco se han desgajado tres ramas y a ellas, además del ya veterano León París, hay que añadir un tal Bier Yucuymias y que pronto abandonaría el reino, acuciado quizás por la tasa que le fue impuesta (cinco sueldos). 

El nuevo acuerdo con los familiares del fallecido supuso una pliación temporal (6 años), pero sobre todo en lo que respecta a la cuantía de lo cotizado: ahora, esas tres unidades aportan diez veces más que el patriarca. Semejante incremento, y en tan poco tiempo (un sexenio), requiere una fortuna o actividad mercantil que lo justifique. 

El préstamo podría ser una de sus actividades, pero no se nos han trasmitido testimonios que lo prueben.

Regulación que se muestra muy estricta en lo que se refiere a la transmisión del endoso. A veces, si no se habían cumplimentado todos los requisitos, el que lo negocia podría incurrir en una sanción que conlleva la pérdida del importe total del crédito.

En los años que siguen (1336-1339) a la revisión de la pecha antes aludida, una rama de los Bergerac de Pamplona se trasladó a Sangüesa, al frente de la cual figura Juce, hermano del famoso Mirón.

Entre las actividades que pudo desarrollar, el préstamo no le fue extraño, aunque todavía, a finales de 1336, lo tenga que ejercer en la plaza de Monreal y en su condición de morador y no de vecino de pleno derecho. 

En realidad era un recién llegado, pues, junto a sus hermanos Mose y Reyna, acababa de aceptar el compromiso del pago de la pecha (12 libras y media por esta unidad familiar) durante los próximos tres años.

Cumplido ese plazo hubo un ligero retoque al alza (15 libras), pero las prestaciones mayores siguen estando en manos del clan de los Tonneins, hasta tal punto que lo aportado por las nueve familias “sanguesinas” equivale al 48 por ciento del total, mientras que al resto (52%) pertenece el pago de las otras 25 familias, repartidas en una media docena de juderías. 

Esa modestia sería una dificultad añadida para su inserción en una comunidad cuya capacidad de acogida aparecía cada vez más debilitada. La sanción impuesta al poderoso Samuel de Tonneins –que supuso la pérdida de tres mil sueldos– lo dejó en la ruina y, en general, la rebaja de la contribución de algunas familias era todo un síntoma. Al parecer, la corriente migratoria de judíos franceses se había agotado: son más los que buscan un nuevo acomodo que los estables. 

Cada vez resultan más escasos los aportes exteriores; y lo que sí se registran son reajustes de la población, con idas y venidas, en la vecina frontera aragonesa de las Cinco Villas, Hasta cinco unidades familiares nuevas figuran en las recaudaciones de 1344, con nombres tan expresivos como Samuel de Luesia, Salomón de Uncastillo o Juçe Biel, entre otros.

No se indica de forma expresa que fuesen “commorantes” en Sangüesa, pero la proximidad de esta villa favorecía estas periódicas ausencias y regresos, como si se tratase de una mera estación de paso.

 Después de tanto dudarlo, la mayoría de ellos, acabarían sus días en suelo navarro, víctimas de los azotes de la Gran Peste de 1348. La desgracia alcanzó también a los “refugiados” llegados hacía pocos meses y, entre los antiguos, se cebó especialmente con los Bergerac (Mosse y Reyna mueren ya en 1347) y el único que sobrevive, Juce, deberá enfrentarse a no pocas dificultades. 

En definitiva, gracias a estas relaciones nominales conocemos el número, la procedencia y, en cierta media, la fortuna de estos emigrados, originarios en su mayor parte de las regiones francesas del Berry-Limousin, Poitou, Charantes, Périgord y Aquitania, como delatan sus “apellidos” o alusiones topo-onomásticas de villas de las que partieron: Niort, Tonneins, Neufbourg, Bergerac, Orthez y Cognac, entre otras. 

Aunque tímido e intermitente, este crecimiento de la población judía pudo influir en el incremento del arrendamiento de las escribanías, elevado a 12 ibras –incluida ahora la de la villa de Cáseda– y por períodos de 4 años. 

Presencia, consentida y limitada –estimada en unas treinta familias–, sujeta al posible traslado a otras comunidades del reino o fuera de él, pero pendiente también de la adecuada reparación de los daños sufridos en las instalaciones reales por los persistentes y temidos desbordamientos del río Aragón. 

El paulatino crecimiento y la eventual dispersión de la población judía pudo aconsejar la creación de una bailía propia de este peculiar vecindario. Este baile u oficial real tendría a su cargo mantener el orden de la comunidad y velar por el cumplimiento de las diversas ordenanzas.

 Estos derechos fueron arrendados, en 1329, durante un período de tres años, por importe de 3 libras e incrementado en las siguientes anualidades a 4 lib. y 15 sueldos.

Tres son, por tanto, los ingresos gestionados por el baile: censos “de loguero” o alquiler de las casas donde moran los judíos, tributo de su bailía y los derechos de la escribanía. Su valor es modesto (22 lib., 5 s.), pero todos los conceptos están relacionados con sujetos de la comunidad hebrea.

Gracias a esta circunstancia conocemos algunos nombres de estos pobladores, entre los que destacan la familia de los Cabián (Açach y Mosse) y, por supuesto, la de Açach Cardeniel (Juçe y Judas) y Jacob Abolfada, cuyas viviendas se localizan en las proximidades de la sinagoga. 

O en las de la bodega del rey y de la reina, como es el caso de Mosse de Bergerac y doña Jamila, afincado aquel en estas dependencias desde al menos 1340. Parece verosímil imaginar la desconfianza con que fueron acogidos los integrantes de este activo y acaudalado clan, no sólo por sus convecinos cristianos, sino también por sus hermanos en la ley de Moisés, al tiempo que gozaban del favor real. 

A ello pudo obedecer el gesto que, años más tarde, en 1349, se permitió que el alquiler de las casas próximas a las dependencias reales fuese gestionado por la aljama de los judíos de la dicha villa.

Tanto en este sector junto al río como en otros barrios de la zona norte debió de quedar instalado un vecindario nutrido, capaz de ser merecedor de tal denominación comunitaria y dotado de su propia bailía. 

El dinamismo demográfico experimentado durante los años cuarenta del siglo XIV le permitiría contar con un número de hogares próximo al medio centenar.

En las anotaciones contables por multas impuestas por el bedín a los infractores de las ordenanzas vecinales y recogidas en última instancia por el tribunal de la Cort, se nos ofrece, en ocasiones, una nutrida y elocuente información sobre determinados comportamientos, en su mayor parte referidos a actuaciones relacionadas con el crédito o a simples incumplimientos de las “takkanot” u ordenamientos de carácter interno, establecidos por los integrantes de la judería. 

En cuanto a los primeros, el fisco regio exige el registro de todas y cada una de estas operaciones en lo que se conoce como padrones de deuda. La ausencia de este requisito está penada con el pago de una sanción pecuniaria. 

Otra modalidad delictiva es la ofrecida por las llamadas tornaduras (cartas tornadas) o quenaces, término hebreo utilizado en la bailía de Tudela.

Se trata en realidad de un “protesto” o reclamación: transcurrido el plazo de amortización de una deuda sin que hubiese sido satisfecha, se “torna” por parte del acreedor para que la autoridad real determine al respecto, imponiendo una sanción –generalmente en función de su cuantía– por cada día de demora. 

En el bienio (1341-1342), las rentas de la bailía de los judíos no se pudo arrendar y, por tanto, fue dada en guarda a Juan de Segovia, vecino de Sangüesa, el cual entregaría a los recibidores de las rentas reales, en la bailía de todo el conjunto urbano, el contenido de sus anotaciones.

Dos de ellas corresponden a Judas de Orhez de Fumos, morador en Sangüesa, y que aceptó ser fiador de su convecino Juçe Biel; otra es de Vitas Franco, judío de Monreal, que tornó una carta de seis sueldos de cuantía contra Judas Guabay, bedín y judío de Sangüesa. 

En este caso la multa impuesta equivale a la mitad del capital prestado. Otras infracciones por “tornaduras” de cartas y “seynales”, juras redimidas e infamias –igualmente recaudadas por los recibidores de la bailía– fueron promovidas y, en su caso, cometidas por una serie de individuos, entre los que figuran Salomón de Tonneins, Oro, Mulet, Açach de Lumbier, hijo de Mosse, Jacobet y Agin de Tonneins, todos ellos pertenecientes a la comunidad judía de esta villa. 

Con el inicio de la segunda mitad del siglo XIV se introdujo un cambio profundo en los modos de gobierno, impuestos por el hijo y sucesor de los primeros Evreux (Carlos II de Navarra).

Más preocupado por los asuntos de Francia, cuya corona soñó ceñir algún día, dejó las riendas de la gobernación de su reino a su hermano, el infante Luis, en calidad de lugarteniente.

 En el famoso monedaje de 1350 (contribución directa, propia del reinado recién inaugurado) y en su posterior revisión de 1353 debieron de incluirse las aportaciones de las comunidades judías, como es el caso de las del distrito de Tudela, pero de nuevo existe un espeso manto de silencio sobre los instalados en Sangüesa: de las mil libras asignadas a la merindad, a su cabecera le correspondieron cien, sin que se aluda para nada a posibles entregas diferenciadas de las distintas poblaciones (infanzones, labradores, ruanos y judíos)

Primero sería, en 1350, la integración de la citada pecha e incluida en las rentas de la bailía de Tudela con la anotada en los “extra comptos de merinos y bailes”; después, y a partir de 1355, todas las contribuciones de la “peyta” de los judíos del reino se pagaban conjuntamente y por un importe anual de cuatro mil libras de carlines prietos.

Sin embargo, para volver a contar con listas nominativas –por parciales que estas sean– habrá que esperar una docena de años. Me refiero a una anualidad concreta (1366) y a una revisión parcial tres años más tarde. 

La relación nominal responde a la concesión de la ayuda extraordinaria de 40.000 florines, concedida por las Cortes al rey y destinada a asegurar la defensa de las siempre amenazadas fronteras del reino. Se trata de una imposición directa, por el sistema de fuegos y a razón de dos florines y medio por cada hogar.

De las 417 personas “tenientes fuego”, rendidas a don Pere de Casaver, alcalde de la villa y recibidor de la merindad de Sangüesa, 25 corresponden a judíos y cuya relación nominal se incluye en el rolde de la aludida recaudación. 

Ese seis por ciento corresponde a una estimación de marcado carácter fiscal, pues aunque dicho porcentaje podría permanecer más o menos estable (entre el seis y el ocho por ciento), la cifra absoluta de los moradores, tanto cristianos como judíos sobrepasaría ampliamente el medio millar de hogares.

Sea como fuere, lo cierto es que, además de la amplia familia de los Cardeniel (Juce, Judas, Çaçon y Jacob), Abolfada, Alamán Amatu, entre otras, se detecta una limitada presencia de las familias emigradas de Francia, circunscrita a los Tonneins, Niort, Paris y Neufbourg. Resulta llamativo la total ausencia del linaje de los Bergerac y Uncastillo, por sólo citar dos casos de especial significado.

Si nos dejamos llevar por la fascinación de las cifras combinadas entre ambas relaciones nominales (pecha de Ultrapuertos y fuegos de 1366), cabría proponer una horquilla que oscilase entre 50 y 70 hogares de judíos.

 Al margen de cualquier conjetura sobre su potencial demográfico, lo cierto es que, según los datos disponibles, la vida de esta comunidad no debió resultar nada fácil. En las condenas del tribunal de la Cort del año 1351 figura la confiscación de algunos bienes de Agin de Tonneins –incluido un libro hebraico y cuatro cartas de deuda–, pues por causas que se desconocen dicho judío fue condenado a la hoguera (“cremado”). 

Otras muestras de violencia fueron perpetradas contra el rabino Judas de Niort y gran parte de su familia. Al parecer, a mediados del mes de abril de 1361, un domingo por la noche, unos cristianos degollaron al citado Judas, a su mujer Bienvenida y a varios de sus hijos.

Su casa fue asaltada y, además de acabar con sus vidas, les sustrajeron algunos enseres y sobre todo títulos de deuda, objetivo prioritario del criminal asalto. 

Dichos títulos pasaron a poder de los deudores, mediante su venta a bajo precio por parte de los asesinos. Uno de sus hijos, Abraham de Niort, fue designado representante legal para recibir el montante de lo adeudado. 

El propio lugarteniente del reino manifestó su voluntad por saber de tan execrables sucesos y encargó al merino de Sangüesa y a don Pelegrín de Jaca, alcalde de la villa, el esclarecimiento de los hechos, así como la detención de los culpables y la confiscación de sus bienes. Al parecer, este fue un hecho aislado y que no tuvo replica alguna.

 Con todo, lo cierto fue que las autoridades cortaron cualquier brote de violencia y dieron protección y amparo legal a los familiares de los afectados por el crimen, hasta el extremo de llegar a permitir, pese a lo establecido en las ordenanzas de los judíos sobre enterramientos, a Judas Leonet, judío de Estella, que pudiese trasladar los cadáveres de su madre Bienvenida y sus hermanos al cementerio de la ciudad del Ega, donde recibirían sepultura, junto a sus parientes, de acuerdo a su ley y religión. 

Este traslado no sólo obedecía al legítimo deseo de otorgarles su última morada junto a los suyos, sino al clima de violencia y hostilidad creado entre gran parte de la población cristiana y sus víctimas. 

La comunidad judía, atemorizada, redujo su presencia en la vida mercantil e iniciaría los inciertos caminos del exilio, hasta tal extremo que el fisco regio le concedió alguna moratoria, pues hasta 1365 no hay mención a ingreso alguno.

Sin embargo, todavía en esta fecha existe cierta hostilidad contra Abraham de Niort, superviviente de la matanza. Encargado, junto a Judas Cardeniel, de la recaudación de la sisa, hubo de solicitar su relevo, pues su vida podía peligrar porque era “enemistado y mal querido de muchos”.

 Esa “malquerencia” le llevó a solicitar amparo de la corona y ésta ordenaría al alcalde de Sangüesa que dictase por vía de urgencia la sentencia en los pleitos que sostenía el citado Abraham, dado que no se atrevía a acudir a la Cort por la persecución de que era objeto (“que lo andan por matar porque persigue la muert de su padre et hermanos”), ni a transitar por la merindad en el desempeño de su misión como guarda y comisario de la çisa.

A finales de 1365 (el 7 de diciembre), Judas Cardeniel y Abraham de Niort, comisarios reales para la recaudación de la sisa del próximo año y otorgada por las cortes del reino, elevaron una súplica al monarca.

En ella se argumenta que, a excepción del resto de las merindades (donde son “abastados de judíos), en Sangüesa y su distrito “ay pocos judíos; que puedan ser treynta, poco más o menos, y unos pocos en Monreal”. Sin embargo, es la merindad de mayor extensión y “muchos lugares donde no finca judío alguno. 

Pero tal reparación entrañaba no pocas dificultades, al menos en los términos propuestos por los mencionados comisarios, ya que, en realidad, ello suponía un trasvase de población de las juderías más pobladas hacia la más insegura y desguarnecida de Sangüesa. 

Al parecer se optó por una solución más factible y rápida: una ordenanza real mediante la cual las aljamas de Sangüesa y Monreal recabarían de entre sus miembros los medios económicos necesarios para atender los gastos de los comisarios –a los que, además de la pareja ya citada, se les uniría Haym de Niort, quizás otro superviviente de las violencias y crímenes perpetradas contra esta familia–, acompañados de los oficiales reales (porteros, sozmerinos y notarios), todos ellos responsables del buen resultado de la gestión recaudadora. 

En definitiva, con tales medidas se trataba de garantizar la percepción de una nueva carga, la sisa o alcabala, que grava la venta de determinadas mercancías. Y, aunque son muy parcos los testimonios directos que lo avalen, gran parte de los desajustes y carencias antes aludidos fueron solventados. 

Es posible que los resultados obtenidos en la recaudación de la “imposición” de la sisa o del “veinteno” –es decir un 5%- no alcanzasen las expectativas deseadas.

En estos años de dificultades resulta algo problemático satisfacer las necesidades de una hacienda sometida a un continuo y creciente gasto y cuyos ingresos extraordinarios aparecen cada vez más integrados en las demandas del “cotidiano”.

Asimismo, otras ofertas de venta incluyeron a inmuebles colindantes con tales dependencias “palaciegas” como eran las casas de los judíos, junto a la antigua sinagoga, en desuso desde hacia algo más de medio siglo, al ser destruida –y nunca reparada– por “la grant agua que la derribó”.

Ello sería aprovechado por los representantes de la comunidad judía para adquirir los solares y casas que tiempo atrás fueron ocupados por ellos en las inmediaciones del palacio y bodega reales. 

Ya en las cuentas de 1367 figura un ingreso de 65 libras, importe de la adquisición de tales inmuebles, gravados con un censo anual de 8 sueldos. Los ejecutores de la operación fueron León de París, Judas y Juce ben Cardeniel, Abraham de Niort y Samuel de Naumbourg (Neufbourg). Estos cinco prohombres, miembros todos ellos de destacadas familias, actuaron como sus adelantados o representantes. 

A partir de ese año, las rentas ordinarias de los judíos quedaron circunscritas al tributo del bailío y a los derechos de la escribanía, aunque esta última fue con frecuencia, como tendremos ocasión de ver, gestionada por el guardasellos, ante la falta de arrendadores.

 En cualquier caso, todo parece indicar que la compra de tales solares tuvo una finalidad claramente simbólica: recuperar esos espacios “sagrados”, ya deshabitados, para pasar a ser patrimonio de la comunidad. Un patrimonio efímero, que apenas duró una docena de años. 

Cabría suponer que estos solares sería conmutados por otros –algo más alejado–, al objeto de agrupar una población en creciente ascenso, más apreciable en el último tercio del siglo XIV, cuyos valores demográficos podrían rondar el medio centenar de lias. 

Hasta ahora, este vecindario aparecía en su mayor parte diseminado en el interior de la villa, pero existía el propósito –inspirado quizás por el traslado intramuros de conventos de frailes mendicantes– de concentrarlo en el extremo norte, entre el cerco de la muralla y la puerta de Jaca, casi en la zona opuesta de su primitivo emplazamiento.

 Éste, como es sabido, fue ocupado –al, menos en parte y previo consentimiento del rey– por la orden de predicadores, los dominicos, para que edificasen allí su nuevo convento, dado que el anterior, situado extramuros, había sido destruido a raíz de los frecuentes conflictos armados y al paso de las Grandes Compañías con sus temidas secuelas de saqueos y pillajes, tan usuales en los ejércitos mercenarios.

REGULACIÓN Y FUNCIONAMIENTO DEL CRÉDITO: LOS REGISTROS DEL SELLO (1361-1412) 

Al igual que en otras villas de la ruta jacobea, en Sangüesa fue conocida, casi desde sus orígenes como núcleo urbano (último tercio del siglo XI), la práctica comercial de esa sutil mercancía que es el dinero.

 Tanto en su contextura vital –burgos y juderías– como en su topografía ciudadana –la rúa Mayor de los Cambios- son apreciables las huellas y las condiciones más o menos palpables que amparan la existencia de un “mercado monetario”, intervenido por judíos y cristianos, instalados ambos en sus singulares espacios (juderías y burgos), en una proporción casi igualitaria, ligeramente inclinada quizás a favor de la minoría judía (62’16%).

EL MERCADO DEL DINERO: PRESTAMISTAS Y DEUDORES 

Aquella queja de los comisionados (Judas Cardeniel y Abraham de Niort) acerca de la escasez de judíos en Sangüesa y su merindad, formulada con ocasión de los preparativos conducentes a la recaudación de la sisa de 1366, podría servirnos de argumento a la hora de valorar la importancia de este “mercado del préstamo” en relación con los del conjunto del reino; al menos en lo que se refiere al número de actas redactadas en la decena de escribanías que pudieron existir, y no de forma simultanea, en esta cabecera de merindad durante la segunda mitad del “Trescientos” y primer decenio de la siguiente centuria.

Según los datos disponibles hasta ahora, referidos exclusivamente a los registros del sello, aquí se liquidaron los derechos reales del 3’74% de las 12.842 actas que han llegado hasta nosotros.

 Y si ese porcentaje se ciñe a las intervenciones de judíos, la cifra resultante se reduciría al 3 por ciento. ¿Sería válido ese indicador para comparar la actividad prestamista desarrollada en esta villa con otras de la ruta jacobea o de fuera de ella? ¿Esa actividad sería ejercida por unos pocos, los más acaudalados, y considerada como un oficio atractivo y rentable? ¿El supuesto “socorro financiero” prestado a deudores cristianos sería ejercido por una estimable mayoría de la población judía? ¿Es correcto hablar de mercado dinerario y de profesionales del crédito? ¿Es posible detectar la procedencia del capital negociado? 

Son muchos los interrogantes que nos asaltan, pero ante la carencia de protocolos notariales, sus resúmenes recogidos por el guardasellos son los únicos datos disponibles al respecto.

Con ellos, los extractos de actas y pese a las parcialidades existentes, se podrá obtener el deseable cuadro –todo lo impreciso que se quiera– que nos alumbre alguna luz sobre esas delicadas relaciones entre judíos y cristianos, siempre ingratas, recelosas y ásperas, que, además del hecho religioso, comporta el mundo de los negocios



16. y para comer en Sanguesa

Mediavilla
Calle Alfonso El Batallador 15,
31400 Sangüesa España
+34 948 87 02 12

Restaurante Ciudad de Sanguesa
Calle Santiago, 4, 
31400 Sangüesa España
+34 948 43 04 97

Bar Restaurante 1920
Calle Santiago, 2 BAJO, 
31400 Sangüesa España
+34 848 68 15 06

y en los alrededores 

 podemos acercarnos a La Foz de Lumbier y el Monasterio de Leyre

    

17. La Foz de Lumbier

▷ Foz de Lumbier: un paseo entre paredes
Foz de Lumbier, Navarra

Buitres leonados sobrevolando el acantilado; bravos escarpes donde nidifican las aves; un río de limpias y frescas aguas que talla en las rocas estrechos y caprichosos pasos; los restos de un puente que, según cuenta la leyenda, fue construido con ayuda del diablo; dos túneles que antaño atravesó el primer tren eléctrico de España.

El resultado, un paisaje agreste del que podrás disfrutar si te acercas a la foz de Lumbier, estrecha garganta labrada por el río Irati y declarada reserva natural.

Foz de Lumbier en Navarra | TravelEchoes
Foz de Lumbier, Navarra

Su espectacular geología y el aislamiento durante siglos han propiciado la conservación de una singular vegetación que puebla los escarpados roquedos sirviendo de morada para grandes rapaces.

Un espectáculo sin igual de paredones rojizos de cuyas grietas cuelgan árboles y arbustos y en los que descansan grandes rapaces.

Lo que confiere singularidad a esta foz es que sus 1.300 metros de longitud pueden ser recorridos por la vía verde que discurre cerca del río y al pie de los acantilados anunciando las primeras estribaciones del Pirineo oriental navarro.

 Escucha el rumor de las aguas y los gritos de las chovas mientras admiras la belleza de este enclave natural.



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18. Monasterio de Leyre

Situado en la Sierra de Leyre, a tan sólo 50 km de Pamplona por autovía, el Monasterio de Leyre es uno de los monumentos más importantes de Navarra. 

Bienvenido | Monasterio de Leyre (monasteriodeleyre.com)
Monasterio de Leyre, Navarra

Está rodeado de bosques y senderos y desde su explanada se contempla un magnífico paisaje que abarca desde el cercano pantano de Yesa hasta las más lejanas cumbres pirenaicas.

En Leyre están los pilares del viejo Reyno y el panteón de sus primeros reyes.

Bienvenido | Monasterio de Leyre (monasteriodeleyre.com) Leyre es el principal monumento románico de Navarra y uno de los conjuntos altomedievales más atractivos de España. Su iglesia abacial, cripta y Porta Speciosa (siglos XI-XII) son de extraordinario interés.

Hotel “Hospedería de Leyre”:

El Hotel "Hospedería de Leyre" está situado en plena naturaleza. Sus instalaciones, totalmente renovadas, forman parte del conjunto medieval de Leyre.

Cripta del Monasterio de Leyre, Navarra

 El canto gregoriano, la belleza y paz del lugar, la contemplación de un románico primitivo y su estratégico emplazamiento hacen de este hotel una oferta única.

Se trata de un acogedor hotel de 2 estrellas que ofrece 32 habitaciones recientemente rehabilitadas, con baño, calefacción, ventilador de techo, mosquiteras y wifi.

Restaurante:

Dispone de un comedor para 120 personas, con vistas al Patio de los Canteros,

Monasterio de Leyre, Navarra

Bar:

Situado en la planta baja del hotel, dispone de una terraza cobijada por un enorme tilo con preciosas vistas sobre el pantano de Yesa. Abre sus puertas entre las 10 y las 20hrs. Abierto del 1 de marzo al 9 de diciembre y Navidad
VISITAS GUIADAS

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Fotos de Monasterio de Leyre con nuves y claros
Monasterio de Leyre, Navarra

Durante el recorrido, de unos 45 minutos de duración, conocerán la leyenda de San Virila, la Iglesia Abacial (declarada Monumento Nacional), el Arcón que guarda los restos de los Primeros Reyes de Navarra, la Porta Speciosa, la imagen de Santa María de Leyre y la espectacular cripta, muestra del arte románico más antiguo de la Península.

Horarios del Centro de Recepción de Visitantes:

Del 1 de marzo al 31 de octubre de 10:00h a 19:00h
Del 1 de noviembre al 10 de diciembre de 10:00h a 18:00h
Del 11 de diciembre al 28 de febrero de 10:00h a 17:00h

Las visitas guiadas funcionan dependiendo de la afluencia de visitantes. Por favor, consulten los horarios

La última visita libre (sin guía) será 45 minutos antes del cierre.

En épocas de gran afluencia (Semana Santa, julio, agosto y puentes) salen cada media hora aproximadamente.

Si desean concertar una visita para grupos de más de 10 personas o quieren hacer una visita VIP , por favor reserven con antelación.

En temporada baja (1 noviembre a 28 de febrero), el Centro de Recepción de Visitantes puede estar cerrado cuando la guía esté haciendo una visita guiada.

VISITAS GRUPOS

Los grupos deberán retirar las entradas, como tarde, 5 minutos antes de la hora reservada. Por razones organizativas, si no se retiran a la hora indicada, el acceso quedará condicionado a la disponibilidad del momento.

CANTO GREGORIANO EN LEYRE

En Leyre, monumento vivo habitado y cuidado por una comunidad de monjes benedictinos, la alabanza y el diálogo con Dios se expresan mediante el Canto Gregoriano, declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, cuyas melodías se remontan al siglo VIII.

Si desea participar en los Oficios de los monjes puede acudir libremente a la iglesia.



19. Otras Rutas Cercanas:


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