sábado, 11 de junio de 2022

En Ruta por el Toledo Judio


Puente de SAn Martín, Toledo


Sinagoga de Santa Maria la Blanca, Toledo


Antigua Puerta del Cambrón o de los Judios, Toledo

San Juan de los Reyes, Toledo


Sinagoga del Tránsito, Toledo

Torre Mudejar de Santo Tomé, Toledo

Las calles de Toledo han acogido musulmanes, cristianos y judíos, por eso brindan la oportunidad de acercarse a la historia de esta ciudad, y de España, desde la época medieval hasta nuestros días. 

A través de sus calles adoquinadas todavía pervive la esencia de todas estas culturas y, en concreto, en el barrio de la judería tendremos la ocasión de descubrir ese pequeño mundo que parece haber quedado olvidado, segregados por las religiones dominantes.


Los judíos buscaron su propio aislamiento para mantener su identidad y lograron un barrio que se asemeja a una pequeña ciudad debido a sus estrechas calles cerradas con puertas, el entramado de muros o los pasajes que comunicaban a su vez los diferentes barrios de la judería, así como con el resto de la ciudad de Toledo.

La madinat al-Yahud, o Ciudad de los Judíos de Toledo

La Judería de Toledo
Considerada con justicia como una verdadera ciudad dentro de otra, la madinat al-Yahud, o ciudad de los judíos, consitituye un amplio espacio urbano que ocupa prácticamente el diez por ciento de la Toledo amurallada. 

Dividida a su vez en diferentes barrios, que se corresponden con las distintas etapas de su expansión, la judería toledana es un intrincado laberinto que requiere ser acotado para poder obtener una visión de conjunto de cómo fueron y cómo vivieron los judíos toledanos al menos durante once siglos.

Aunque los documentos escritos más antiguos datan su presencia en el siglo IV, en el contexto de la Toletum romana, la tradición sefardita va más allá y relaciona a los judíos con el mismo origen mítico de la ciudad, considerando probable que los primeros hebreos llegaran a la Península Ibérica coincidiendo con los destierros asirio y babilónico, en los siglos VIII-VI antes de Cristo.

“Quiero dormir en las raíces del silencio”

He pasado por el “Arquillo”, en ese caminar hacia al Al-aqaba para llegar a mi Judería y allí reencontrarme con los míos.

Tal vez todo esto tenga sentido, porque desde el arrabal de arriba, Toledo me parece más grande, más majestuosa. Yavhé me ha permitido sentirme feliz-.

Así hablaba Yosef ibn Ferrusel, aquel administrador del rey Alfonso VI que durante tanto tiempo protegió a los suyos en toda Castilla, amigo íntimo de Yehudah Ha-Leví. Más cuando se cruzó por el adarve Abzaradiel, en esa estrecha calle entre la plaza de Santo Tomé y la llamada puerta de los judíos, al ver al corregidor de la ciudad, le dijo con voz pausada:

– Señor corregidor: Yo trato de privarme de ideas. Todos los días me quito alguna, pero siempre me quedan demasiadas.

Toledo, es una ciudad maravillosa. Altiva y consecuente con el paisaje. Tal vez, desde los Cigarrales uno puede distinguir el trazado de cada barrio medieval, porque las almenas y las torres de sus iglesias, advierten de un pasado religioso lleno de misticismo.

Entre sus muros, las casas se apiñan para inventar un cuadro del Greco o tal vez, para airear un ambiente hecho para la admiración.

Pero hay algo que fascina en su advertencia. 

Su Judería, su inconmensurable mundo levítico, habitando la décima parte de toda la ciudad amurallada hacia el oeste.

Allí, los árabes acurrucaron a las familias judías tras la conquista de Toledo, dejando que unos años después, allá por el 1290 levantaran la muralla para su protección del resto de la comunidad.

Las limitaciones de la judería por la parte interior, las constituyen los distintos adarves que se van erigiendo según vaya progresando la comunidad, cercándolos intermitentemente
.

Indice:

  1. Como llegar a Toledo
  2. Algo de historia de los Judios en Toledo
  3. Barrios de la Juderia de Toledo
  4. Historia de La Juderia de Toledo
  5. Leyendas sobre los Judios de Toledo
  6. Cocina Sefardí
  7. Fiestas del Pueblo Judio
  8. La Mujer Judía en la España Medieval
  9. Hechiceras y Curanderas Judias en la Edad Media
  10. Croquis de nuestra ruta en la Judería de Toledo
  11. Lugares Imprescindibles a visitar
  12. Las Sinagogas en el Toledo Judío
  13. Comer en el Barrio Judio de Toledo
  14. Otras Rutas Cercanas

1. Como llegar a Toledo
Si has Llegado en avión, y necesitas transporte hasta tu destino, puedes conseguirlo aquí

           

Cómo ir en tren AVE a Toledo desde Madrid

Sin duda, la alternativa más rápida y cómoda es el tren de alta velocidad que sale de la Estación de Atocha.

En concreto son trenes tipo AVANT que en solo 33 minutos te llevan desde Atocha a Toledo.

Eso sí, en cuanto a los horarios de los trenes, no son muchas las frecuencias disponibles, pero seguro que hay alguna hora que se adapta a tus necesidades.

Así, te comentaré que tanto en días laborables como en festivos tienes trenes de Madrid a Toledo con una frecuencia de cada hora.

Así, por ejemplo, tienes trenes que salen de Madrid a las 8:50, 9:20, 10:20 y 11:20 horas; y para regresar, tienes también cada hora hasta las 21:20 horas.


Resultado de imagen de estacion tren toledo
Estación de Tren de Toledo

Autobuses a Toledo

Otra alternativa más barata que tienes es ir a Toledo en autobús interurbano, el cual parte del Intercambiador de la plaza Elíptica, al que llegas a través de las líneas 6 y 11 de Metro.

Este servicio de autobuses lo lleva a cabo la empresa ALSA, con una frecuencia de cada media hora, y una duración del trayecto de una hora para los autobuses que hacen el servicio directo.

Los autobuses salen desde la Estación de la Plaza Elíptica.

El precio del billete de autobús de Madrid a Toledo (2019) es de 5,55 euros por trayecto, si bien tienes la opción del billete de ida y vuelta que cuesta 9,99 euros.

         



2. Algo de historia de los Judios en Toledo

. ¿Desde cuándo hay Judíos en Toledo?

Bajorrelieve en panel sur del arco de Tito (siglo I d.C., Roma). Procesión de victoria romana sobre la primera guerra judía (66-73 d.C)

La llegada de los judíos a la Península Ibérica todavía es en gran medida un misterio.

Nunca sabremos cuándo precisamente llegaron nativos del reino de Judea al otro lado del Mediterráneo.

Uno de los principales motivos es que los judeos que llegaron a la Península no se pudieron distinguir del resto de la población fenicia, oriental, o directamente romana que colonizaron lo que se llamó Hispania.

Fue en época romana cuando se puede identificar a los judíos peninsulares como un grupo definido.

En el plano histórico, la presencia judía está suficientemente probada a partir de la aprobación de medidas antijudías o la confirmación de las anteriores realizada en los diferentes concilios celebrados en la ciudad.

La tendencia historiográfica tradicional para entender la llegada de los judíos a la Península fue la de verlos como un elemento foráneo que se asentó en una Hispania cada vez más romanizada.

Pocos plantearon esa llegada como parte íntegra de la romanización en sí, entendiendo la “romanización” como el proceso en que un territorio se integra en el sistema político, y las redes económicas de un Mediterráneo cada vez más unificado.

Esto queda claro si analizamos los primeros materiales arqueológicos que atestiguan esta presencia judía hispana.

Historiográficamente existen testimonios, ya sean bíblicos como de autores clásicos que apuntan a una presencia hispanojudía a inicios del siglo I a.C. Según relata Flavio Josefo (Antigüedades de los judíos, XIV, 7:2), el geógrafo Estrabón ya apuntó dificultad de encontrar una región del mundo sin la presencia de judíos habitando en él, cosa que incluye Hispania.

Asimismo, la aparente intención de Pablo de Tarso de visitar Hispania (Romanos 15:24-28) apunta a la presencia ya establecida de comunidades judías en esta región hacía mediados del siglo I d.C.

Arqueológicamente tenemos evidencia que hacía finales del siglo I a.C. o inicios del I d.C. ya había comunidades judías en algunas ciudades o centros hispanos.

De esta época se fecha un ánfora con letras hebreas דו (leída como “do” o “dv”) en Mallorca que atestigua un contacto comercial con el reino de Herodes el Grande [Luis García Iglesias, Los judios en la España antigua (Madrid: Cristiandad, 1978), 50-51].

Fechado al siglo I d.C., previo a la destrucción del Templo de Jerusalén el año 70 por las tropas de Tito, son hallazgos numismáticos en ciudades antiguas de importancia como Ampurias (Emporion) o Mértola (Myrtilis, Portugal) con origen en Judea, afirmando la existencia de comunidades en contacto con la (entonces) rica provincia oriental [Eduardo Ripoll, José María Nuix, y Leandro Villaronga, «Monedas de los judíos halladas en las excavaciones de Emporiae», Numisma 26 (1976): 59-66; Rui M. S. Centeno y Valladares Souto, «Depósito de moedas da Judeia achado em Mértola», Nummus, 2a, 16-20 (1997 de 1993): 197-204.].

Existen varios factores que nos hacen entender por qué justamente es en el cambio de era, en época de la monarquía herodiana en Judea, surge la visibilidad de comunidades judías en la Península Ibérica. En primer lugar, a diferencia de épocas anteriores en la historia mediterránea, el siglo I a.C. se define por la cimentación definitiva de la Pax Romana.

Si bien es verdad que el término en sí tiene mucho de propaganda del emperador Augusto más que una realidad cotidiana ya establecida hacía el siglo II a.C., lo cierto es que con el fin de las Guerras Civiles las rutas comerciales y, por ende, las de comunicación permitieron un fácil y seguro transporte de personas e ideas. Las comunidades judías ahora podían comunicarse con mayor facilidad con el reino de Judea.

En segundo lugar, desde época de César el rey Herodes el Grande comenzó a establecer obras públicas de enorme calado en su reino, para entonces cliente de Roma.

Esto se da con la construcción de Cesarea Maritima en la costa del Mediterráneo Oriental, y la monumental ampliación de la explanada del Templo de Jerusalén, hoy la explanada de las Mezquitas, cuyos restos se dan hoy día en el Muro de las Lamentaciones.

Algunos autores señalan que no sólo se buscó congraciarse con el poder de Roma y afirmar su poder ante una élite local muy hostil a su reinado, sino además aumentar el peregrinaje a Jerusalén de personas de la periferia judea (como Galilea) o de la diáspora, menoscabando la influencia de estas élites [Martin Goodman, «The Pilgrimage Economy of Jerusalem in the Second Temple Period», en Jerusalem: Its Sanctity and Centrality to Judaism, Christianity and Islam, 1999].

Esta política parece haberse mantenido durante los reinados de los descendientes de Herodes, hasta la destrucción del Templo en el 70 d.C.

En tercer lugar, se da el desarrollo de un judaísmo integrado en el sistema imperial romano, permitiendo la presencia de estas poblaciones en varias ciudades en Hispania sin que pierdan su identificación como judíos. En realidad, conocemos muy poco de los rituales, organización, y vida social de las comunidades judías en la diáspora mediterránea previa a la destrucción del Templo.

Sin embargo, sabemos que tenían el privilegio otorgado por el emperador Augusto de evitar el pago de impuestos como habitantes de poleis locales, reemplazándolo con el impuesto sagrado del medio shekel al Templo de Jerusalén.

Esto fue una causa de profundas tensiones en ciudades de mayoría helénica en oriente, provocando disturbios en lugares como Alejandría en Egipto o Berenice en Cirenaica [Lo recoge bien Shim’on Applebaum, Jews and Greeks in ancient Cyrene (Leiden: Brill, 1979)].

Moneda del procurador romano en Judea Marcus Ambivulus, que gobernó entre los años 9 y 13 de nuestra era. Este tipo de monedas de cobre son los que se encontrarían en Mértola, aunque en Hispania la mayoría son de Valerius Gratus, entre los años 15 y 26.

Todo lo anterior nos apunta que la llegada de los judíos a la Península Ibérica, o al menos su visibilidad historiográfica y arqueológica, son producto de la romanización del Mediterráneo, y particularmente en Hispania.

Hejal de la Sinagoga de Samuel Haleví o del Tránsito, s. XIV (Foto: David Utrilla)

Asumiendo la existencia inevitable de tales minorías en sociedades del pasado, uno construye una imagen histórica más precisa y menos propensa a idealizaciones modernas. 

Por lo tanto, “lo romano” incluye “lo judío”, que no sólo se complementan, sino se contribuyen en el proceso de romanización de Hispania. Rompiendo este mito contribuye con una noción de la historia con mayor diversidad y, lo que es más importante, vacunada de muros divisores que imponen identidades arbitrariamente excluyentes.

Todo esto no responde a preguntas que siguen siendo pertinentes, a saber: ¿por qué llegaron los judíos a una tierra tan lejana como Hispania? ¿Cuál fue su relación con el Templo y Judea? ¿Cambió su vida drásticamente con la destrucción del Templo en el 70 d.C.?

A partir del siglo II de nuestra era, ya en época del emperador Adriano y sus sucesores, las comunidades judías en el Mediterráneo empiezan a adoptar otras formas de expresar su identidad si nos guiamos por los epígrafes encontrados.

Los judíos del siglo I, a diferencia de sus descendientes en época posterior, son menos explícitos con su judaísmo – a pesar o precisamente por la mayor tolerancia a esta identidad por parte de las autoridades romanas.

No sabemos si se organizaban en sinagogas, como sus compatriotas en Roma capital o en la isla griega de Delos, donde se evidencian referencias y restos arqueológicos de sinagogas del siglo I d.C. 

Tampoco sabemos siquiera qué lenguas hablaban, aunque de paralelos en Roma se asume que mantuvieron un habla griega por mucho tiempo tras su llegada.

El arrabal de los judíos se emplazó en el llamado barrio de San Martín, entre la puerta del Cambrón y las aguas verdes de ese majestuoso río Tajo.

Con la monarquía visigoda (siglos V-VIII), periodo en el que Toledo fue capital del reino, los judíos constituyeron una colonia numerosa, por lo que se puede postular la existencia de una judería al menos desde el siglo VI.

A partir del III Concilio de Toledo, (589) momento en que el rey Recaredo y sus súbditos godos abandonan el arrianismo para convertirse al catolicismo romano, comienzan los problemas de convivencia. Las persecuciones y los castigos que se iniciaron con la conversión de Recaredo provocaron que muchos judíos optaran por convertirse al cristianismo, marcharse o quedarse y aceptar con resignación la nueva situación.

Las hostiles disposiciones legales hacia los judíos toledanos, continuaron hasta la ocupación de la ciudad en el año 711 por las tropas musulmanas. La destrucción de la fuerza visigoda en la batalla de Guadalete de 711, el desconocimiento del modo de combatir árabe y la probable muerte de Rodrigo en la batalla dejó la puerta abierta al caudillo Táriq ibn Ziyad para apoderarse de Toledo en el año 711. Ante la situación de represión, los judíos acogieron a los invasores árabes como libertadores tras la caída del régimen visigodo. 

Lo cierto es que, la ciudad, desprotegida al llevarse consigo Rodrigo a sucomitatus y a los espatarios de la guardia real, no opuso resistencia, por lo que no sería extraño suponer que la comunidad judía hubieran abierto las puertas de la muralla a las tropas musulmanas mientras los habitantes de Toledo asistían a misa. Leyenda o no, el hecho es que la dominación árabe de Toledo inició un largo período de prosperidad para la comunidad judía.

Los musulmanes, al considerarlos también como hombres del Libro, les dotaron de una amplia libertad. Los judíos asimilaron pronto los usos de los nuevos gobernantes, adoptaron su lengua como vehículo cultural y la utilizaron hasta el siglo XIII incluso en su documentación interna o de carácter religioso. 

Durante esta época, hasta finales del siglo XI, fueron muchos los sabios judíos que nacieron o fueron educados en Toledo, como Abraham ibn Ezrá o el propio Jehudá ha-Leví. Aquí nació y escribió su obra poética Abraham ibn al-Fakhar, muerto en 1231, Israel de Toledo y tantos otros que arrojaron la luz de su saber en la corte castellana.

Hacia el año 1000 la comunidad judía toledana era insignificante y con anterioridad a esta fecha los datos acerca de su presencia escasean. Se trata de familias que conviven con la población cristiana, comercian y trabajan en el campo. Su suerte corre pareja a la de la Reconquista, cuyos avances y retrocesos repercuten directamente en el estado de cosas. 

La España musulmana ofrecía grandes posibilidades y un alto nivel de vida. Los judíos de Al-Ándalus aprovechaban el clima tolerante del Califato e hicieron suyos los valores de aquella civilización refinada sin renunciar a sus creencias religiosas.

En 1085 Alfonso VI conquista Toledo y la judería inicia una época de prosperidad y crecimiento demográfico. Los judíos prestaron su ayuda al rey castellano para la conquista de la ciudad y el Alfonso VI les concedió los mismos derechos que a los cristianos. 

El auge de la comunidad judía se mantendrá con los reyes cristianos al acrecentar su representatividad social y política, convirtiéndose en el siglo XII en la comunidad judaica más importante de la corona de Castilla.El médico y nasí de Toledo Yosef ben Ferruziel, también conocido como Cidellus será el primer ministro del monarca y dará paso a una serie de judíos que tendrán cargos de importancia en la corte de Castilla.

En 1135, con la llegada de los almohades a Al-Ándalus, se produjo la huída precipitada de la población judía hacia Castilla y Aragón, lo que dejó a la España musulmana prácticamente libre de judíos. Los almohades, «los que reconocen la unidad de Dios», o Banu Abd al-Mumin, fue una dinastía musulmana de origen bereber que surgió en el actual Marruecos en el siglo XII como reacción a la relajación religiosa de los almorávides y dominaron el norte de África y el sur de la Península Ibérica desde 1147 a 1269. 

Ante la intransigencia almohade, las aljamas, como la de Toledo, aumentaron su población con judíos provenientes de la España mulsulmana. Muchos llegaron en 1147, siendo nasí de los judíos de Toledo Judá ben Yosef ibn Ezrá, pariente del poeta.

Las consecuencias de esta emigración masiva fueron decisivas. En Toledo se afincaron poetas, gramáticos, filósofos, científicos, médicos y otros sabios, haciendo de la ciudad su principal destino. 

El arzobispo de Toledo don Raimundo de Sauvetat, que llegó a ser Canciller de Castilla con Alfonso VII, quiso aprovechar la coyuntura que hacía convivir en armonía a cristianos, musulmanes y judíos auspiciando diferentes proyectos de traducción demandados por todas las cortes de la Europa cristiana. 

El prestigio de la Escuela de Traductores de Toledo fue tal que ni siquiera las disposiciones antijudías del Concilio de Letrán en 1215 pudieron dañar su florecimiento.

El favoritismo real hacia los judíos fue a menudo causa de tumultos, como la revuelta de 1178, en el que murió la amante judía del rey Alfonso VIII. En esta revuelta también murieron Judá y Samuel Alnaqua. O la revuelta de 1212, coincidiendo con la llegada de judíos que huían de la intolerancia francesa. La respuesta del arzobispo de Toledo fue cargar a la comunidad judía con nuevos impuestos: cada judío mayor de veinte años tendría que hacer frente a un gravamen anual, al tiempo que se les imponía una tasa adicional en concepto de lucro cesante en la compra de casas a propietarios cristianos.

El reinado de Alfonso X el Sabio, fue el de mayor prosperidad y esplendor de la comunidad judía de Toledo. De su situación nos da fe la cantidad en impuestos pagada por la aljama en 1284: un millón de maravedíes. Durante su reinado la judería de Toledo será conocida por su gran extensión, la suntuosidad y belleza de sus edificios públicos y la calidad intelectual de sus rabinos.

Tras la muerte del rey Sabio, los judíos caen de nuevo en desgracia. Durante el siglo XIV, la epidemia de peste negra en 1348 y la guerra entre Pedro I el Cruel y Enrique de Trastámara traen como consecuencia un profundo malestar social del que son manifestaciones los ataques a la judería en 1355 y 1391. A esto se unió el incendió del recinto del Alcaná, barrio comercial donde los judíos tenían sus tiendas, talleres y algunas viviendas. 

Hasta el 1222, año en el que comienza la ampliación de lacatedral, la mezquita mayor, consagrada en diciembre de 1086 al culto cristiano, había sido poco modificada. A finales del siglo XIV, se proyecta la construcción del claustro, que comienza a construirse el 14 de agosto de 1389. Hay dudas sobre si el incendio fue provocado por el Cabildo de la catedral para permitir la construcción del claustro proyectado por el arzobispo Pedro Tenorio en la zona del Alcaná.

Las revueltas antijudías de 1391 también llegan a Toledo. El 18 de junio, la judería de Toledo fue atacada durante la noche de manera similar a otras ciudades del reino. Entre las víctimas de la matanza se encontraban destacados artesanos, poetas y hombres de letras. 

La mayor parte de las sinagogas de la ciudad fueron destruidas o seriamente dañadas.En febrero de 1398, el rey ordenó al alcalde Juan Alfonso y al tesorero mayor Juan Rodríguez de Villareal que hicieran averiguaciones sobre quiénes habían cometido los robos en la judería de Toledo, imponiéndoles a los culpables una multa de treinta mil doblas de oro.

Las desastrosas consecuencias económicas para la ciudad se dejaron sentir muy pronto; especialmente en los particulares, monasterios y otras instituciones religiosas que perdieron las rentas que tenían situadas sobre los tributos de las aljamas judaicas. Los más afectados fueron los capellanes cuyos beneficios eclesiásticos provenían de las rentas situadas en la judería.

En 1411 el dominico Vicente Ferrer llega a Toledo en su campaña de predicación de 1411-1412, y según Francisco de Pisa en su Descripción de la Imperial Ciudad de Toledo de 1605:

Viniendo a esta ciudad de Toledo, vista la obstinación incredulidad y perfidia de algunos, tomando consigo alguna gente de armas entró por el barrio de la Iudería [...] y en el antiguo templo que ahora llaman santa María la Blanca (que era su synagoga), y a pesar de todos los Iudios la bendixo, y él echando los fuera la hizo iglesia [...] y en ella celebró Missa.

Este testimonio de Francisco de Pisa ha sido puesto en duda posteriormente, porque parece que Vicente Ferrer ofreció su sermón extramuros (puesto que la Catedral no podía albergar a toda la gente que deseaba oírlo), pero es un indicador claro del estado de cosas existente respecto a la comunidad judía toledana.

Tras el Edicto de expulsión de los Reyes Católicos, el 31 de marzo de 1492, la aljama de Toledo desaparece y los edificios públicos de los judíos, con alguna excepción, son repartidos por los Reyes Católicos entre nobles y ordenes religiosas para compensar la pérdida de rentas. 

Expulsión de los Judios

Muchos habitantes de la judería decidieron convertirse, pero otros marcharon camino del exilio. Hay varios detalles que nos demuestran el apego que tenían por esta tierra, que también era la suya. Mantuvieron el judezmo allá donde fueron y segundo, y más importante, conservaron las llaves de sus casas pensando en regresar.

3. Barrios de la Juderia de Toledo


Eran varios barrios no deslindados entre sí, porque esta comunidad fue creciendo con el paso de los años, creciendo los adarves, las cercas y los recintos amurallados, abriendo callejas constantes, estrechos callejones sin salida, pequeños recintos cerrados de casas formando un entramado de muros con puertas, vías, pasajes radiales que se comunicaban entre sí, dando una imagen perfecta de la idiosincrasia de esta cultura ancestral.



La Judería primitiva de Toledo

La zona alrededor de la bajada de San Martín fue la primitiva Madinat al-yahud (Ciudad de los Judíos) asignada a ellos por los Árabes, entre la puerta de los judíos (Puerta del Cambrón) y el puente de San Martín (barrio de San Martín). Posteriormente fue llamado Degolladero o Degolladera de los judíos, llegando a ser un barrio muy habitado, seguramente por la presencia del matadero en esta zona apartada.

Juderia primitiva de Toledo

Aproximadamente en el espacio donde se levanta el palacio de la Cava, el barrio de la Assuica toma el relevo de la judería primitiva, la verdadera madinat al-Yahud donde los musulmanes instalaron a los judíos antes de la conquista cristiana, entre la puerta de los Judíos o del Cambrón, y el puente de San Martín, con su vía principal en la actual bajada de San Martín.

Poco queda de aquella vieja judería, como no sea la estructura de las calles, aferradas a los desniveles del terreno, y los restos de las defensas amuralladas, como el llamado Castillo Nuevo de los Judíos, o el muro exterior de la judería, ya que el actual paseo de Recaredo, que sube hacia la puerta del Cambrón, construido por el gobernador árabe toledano Muhachir ibn Al-Qatil en el año 820.

Las escaleras del callejón de los Alamillos de San Martín descienden vertiginosamente hasta encontrarse con la bajada de San Martín, en cuyo extremo estuvo la puerta de Portiel, en un barrio que la memoria popular ha recordado secularmente como Degolladero o Matadero Judío.
La carnicería

La carne que era consumida por los judíos tenía que haber sido sacrificada bajo un ritual religioso muy estricto. Éste se llevaba a cabo en el matadero y la carne se vendía en la carnicería.

El matadero, rastro o degolladero, era un espacio que adquiría un cierto carácter ritual por la liturgia ( shejitá ) que en él se desarrollaba durante el sacrificio de animales cuya carne iba destinada al consumo humano (comida cásher). Lo normal era que los mataderos estuvieran en una zona periférica de la judería, para evitar los malos olores en la ciudad.

La carne se vendía en la carnicería, en la que se levantaban puestos de venta que se solían arrendar. Con los ingresos obtenidos se hacía frente a determinadas necesidades de la aljama.

El Alcaná de Toledo

Famosa entre las calles comerciales fue el alcaná de Toledo, que reunía lo más granado del comercio y que, aun después de expulsados los judíos, siguió siendo lugar señalado.

El alcaná toledana estaba en la judería menor de la Edad Media.

Durante el período islámico, las tiendas situadas alrededor de la mezquita mayor se agrupaban en unas calles que se cerraban por la noche.

Plano de Toledo hacia 1290

Este conjunto era designado con el nombre de alcaicería. El termino alcaicería se utiliza aún en el siglo XII en un documento de donación. 

A partir del siglo XII, las tiendas, en árabe, aljanat, se denominan con su nombre hispanizado: el Alcaná de Toledo eraconocido en toda España.

El Alcaná figura en numerosos documentos de venta o de donación de casas a lo largo del siglo XIII. En 1218, por ejemplo, el arzobispo de Toledo dona a un familiar del Papa Honorio III todas las tiendas que poseía en el alcaná infra muros Toltane ciuitatis.

Cuevas en el Alcaná de Toledo

Un documento de la catedral de 1234 menciona que el cabildo poseía allí veinticinco tiendas y un mesón. En 1283, leemos que se ha vendido una casa cerca del Alcaná e la calle que va cerca de la iglesia de la santa Trinidad.

El área que ocupaba a fines del siglo XII y en el transcurso del XIII es desconocida. En el siglo XIV, el término Alcaná designa el barrio comercial junto a la catedral de Toledo, en el que el arzobispo Pedro Tenorio se propone construir el claustro de la Catedral. A consecuencia de un incendio gran parte de las tiendas quedaron destruidas y sus ocupantes tuvieron que alojarse en las tiendas de la calle de los Atalares.

Este incendio facilitó la disponibilidad de los terrenos necesarios para la edificación del Claustro. 

Al proyecto del propio Pedro Tenorio añadió el de una capilla dedicada a San Blas y lo financió dotando a la capilla con las ochenta y cuatro tiendas del Rey y las tiendas de los escribanos dadas por don Lope y su esposa doña Fátima, criada mora de la reina Juana, mujer de Enrique III.

Las tiendas del rey, situadas en las Cuatro Calles, adosadas unas a otras en la calle de los Atalares, se extendían entre laHerrería, al norte, la escuela de los escribanos y la iglesia de Santa Justa, al oeste. La plaza de Cuatro Calles, al sur, y por último, la Pellejería y la Lencería al este.

El Alcaná en El Quijote

La Alcaná toledana es mencionada por Miguel de Cervantes en un pasaje clave de El Quijote, en el capítulo IX de la primera parte, donde el autor nos transporta a este viejo espacio de Toledo:

Estando yo un día en el Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero; y como soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado de esta mi natural inclinación tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía; vile con caracteres que conocí ser arábigos, y puesto que, aunque los conocía, no los sabía leer, anduve mirando si parecía por allí algún morisco aljamiado que los leyese; y no fue muy dificultoso hallar intérprete semejante, pues aunque le buscara de otra mejor y más antigua lengua le hallara. [...] luego se me representó que aquellos cartapacios contenían la historia de Don Quijote. con esta imaginación le di priesa que leyese el principio; y haciéndolo así, volviendo de improviso el arábigo en castellano, dijo que decía: Historia de Don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo

El Alacava, barrio alto de la judería de Toledo




En la Edad Media, sin duda alguna desde bastante antes del siglo XIII, el barrio judío de Toledo se estructuraba en dos espacios bien individualizados, que se conocían como arrabal superior, o exterior, o alto , 1 y como el “arrabal mas grande de los judios”, respectivamente.

El primero lindaba con el barrio cristiano de San Román, el segundo desembocaba en “ el pasaje que sube desde el barrio de la puerta de ciudad, hacia la plaza llamada de San Tomé” por la puerta de la Sueca (Assueca o Asieca) (figura 1).

Tanto las relaciones entre el barrio judío y el barrio cristiano como el estado del barrio judío en sí evolucionaron en el transcurso de la Edad Media. Pedro López de Ayala2 , cuando narra las luchas por el poder entre el rey Pedro I y su hermano Enrique, refiere que en Toledo una juderia apartada fue destruida en 1355 por las tropas de don Enrique, pero que la Judería Mayor “que estaba serrada e mucha gente a dentro” resistió.

Una lectura errónea del texto de Ayala fue origen de la confusión hoy ya superada entre “Alacaua” y “Alcaná” .

A partir de P. León Tello , todos los historiadores admiten que la “judería apartada” estaba en la colina del Alacava, cercana a la de San Román. Dicho con otras palabras, el arrabal alto, exterior o superior de la judería en el siglo XIII es un barrio separado de la gran judería. Este barrio alto suscita al menos tres interrogantes :

¿Cuáles eran sus límites ? 

El espacio denominado Alacava es una zona morfológica materializada en una colina que se desarrolla en dirección sureste-noroeste. Sus flancos sur, norte y oeste descienden en fuerte pendiente, el primero hacia el Tajo, los otros dos hacia la Vega; al este, la colina se une mediante un declive suave a Valdecaleros. En el flanco sur, el trazado de las calles Hospedería de San Bernardo y de la Cava Alta sigue la curva de nivel de los 520 m.

Esta área está bordeada al sur por un antiguo eje comercial, la calle del Ángel, que baja desde la plaza de Santo Tomé a la puerta del Cambrón; al norte, por el cobertizo del Colegio de Doncellas y la calle del Colegio de Doncellas (antigua cuesta del Saúco), que desciende de la actual plaza de la Cruz en dirección a la puerta del Cambrón y San Juan de los Reyes.

La red viaria 

El análisis del parcelario del Alacaba en su conjunto, mejor conservado en su mitad sureste , unido al de los documentos de venta y alquiler de casas de la Edad Media principalmente, nos aporta información muy útil acerca de la red viaria. Podemos ver un núcleo de forma oval contorneado por la actual calle de las Bulas, de trazado sinuoso, y por el callejón de Naranjos, antiguo adarve del Ciruelo. 

Tres calles truncadas desembocan en este óvalo: el callejón de Esquivias , el de las Siete Revueltas (del que solo queda un recodo), y la calle de las Bulas , que probablemente estaban unidas en su desembocadura en los siglos XV-XVI.

La red de calles comprende por una parte dos conjuntos orientados según el eje del promontorio : al sur, el que forman la Hospedería de San Bernardo, la Cava Alta y la Cava Baja, que va de la plaza de San Antonio a la puerta de la judería (antigua puerta de Assueca); al norte, el de la calle de las Bulas y la calle Virgen de Gracia, que va de la plaza de Valdecaleros al paseo de la Virgen de Gracia; la calle de las Bulas en su primer tramo es la más importante de estas.

Por otra parte, numerosas calles transversales a las precedentes. El enlace entre la calle del Ángel, límite sur del barrio del Alacava, y las calles de la curva de nivel de los 520 m está materializado en el lado este por dos cuestas que acceden a la Hospedería de San Bernardo : la calle de Caños de Oros y la cuesta de Bisbís ; hacia el oeste, por calles transversales cortas y empinadas, perpendiculares a la calle del Ángel, que van a dar a la actual calle de la Cava Baja, de la que nos ocuparemos más adelante.

Postigos y cobertizos 

En 1456 el adarve de Caños de Oro se cerraba con una puerta cuyo cobertizo ya en ruinas se cita en el siglo XVI ; incluso en la actualidad es visible su arranque en el muro de la primera casa a la entrada de la calle.que se le aplicaba . En ella se nota todavía un claro estrechamiento donde estaba la puerta de la calle, cuyo cobertizo se menciona en 1495, “en la cual calçada está un cobertiso” .

En la planta baja de la casa que hace esquina en esta cuesta, descrita también como “una calle que sube a el Alacava “ había unas tiendas que abrían a “la calle real que va a San Juan de los Reyes” (actual calle del Ángel), frente a una puerta llamada arquillo de la Judería. Desde esta última se bajaba por una calle en codo a la sinagoga de Santa María la Blanca.

Numerosos documentos notariales de los siglos XV y XVI mencionan la existencia de un postigo que se llamaba en 1495 “de Cañalos a la rinconada…” o “de Canales…”; dos años después, “de la cava de Juan de la Quadra”; en 1550-1586, “que dicen de doña Juana de Ayala”.

Por otra parte, tenemos un conjunto de documentos que abarca las sucesivas ventas de tributos sobre cierta casa de la parroquia de Santa Leocadia la Vieja, propiedad de Alonso de Ciruelo y su mujer. En ellos, la citada casa se describe en 1499 “al corral del Pepino” y en 1520 “al postigo del Alacava” , lo que nos induce a creer, como antes que a nosotros a J.-P. Molénat, que este postigo no estaba lejos del “corral del Pepino” .

Es importante pues situar con precisión dicho corral si queremos hallar el emplazamiento del “postigo del Alacaba”. Primera mención del citado corral: en 1455, el hospital de la Misericordia cuenta entre sus bienes una casa “que sale al muladar del pepino”. 

Esta será la única mención del muladar. Ulteriormente sólo se nombra el corral del pepino. En 1483, el hospital de la Misericordia intercambia con el convento de Santo Domingo el Real un tributo de 400 mrs. que el hospital recibía por “un suelo que dicen del corral del pepino que está… en la collación de Santa Leocadia”.

El documento correspondiente dice que “el corral del pepino alinda de todas partes con las calles reales…” y que está frente al convento de Santo Domingo el Antiguo. El solar del corral del pepino ocupaba por lo tanto, en el último cuarto del siglo XV, una manzana entera frente al convento. En 1516, una casa nueva de la parroquia de San Román linda “con corral que se dicen del pepino… con la casa que agora esta nuevamente el señor don Diego de Mendoza”.

La información procedente de documentos recientemente transcritos permite situar el corral del Pepino en el emplazamiento del Colegio de Doncellas; más precisamente, a la derecha del cobertizo del Colegio de Doncellas, en dirección a la puerta del Cambrón.

El postigo del Alacava estaba por lo tanto enfrente de este corral. ¿Dónde exactamente? A este interrogante da respuesta la casa de Alonso de Ciruelo descrita “al corral del pepino” en 1499, y “al postigo del Alacava” y “cabo las casas de don Diego de Mendoza” en 1520. En efecto, este inmueble linda con sendas casas por dos de sus lados y además está “entre dos calles públicas reales”, una que va a San Juan de los Reyes y otra a la puerta del Cambrón. Podemos de este modo ubicarla con precisión en el plano catastral (figura 2).

Por otra parte, documentos del siglo XIII aportan información útil acerca de la zona de contacto entre el barrio judío y el barrio cristiano de San Román. Una casa y su corral, situados en el “Arrabal judaico, cerca del barrio de Sant Román y de la plaza llamada de Abu Suleimán ben Sosán”, vendidos en 1236 , lindan, entre otros inmuebles, con una cámara alta (almaceria) “frente a la puerta del adarve que separa los dos arrabales judaico y cristiano”.

Veinte años después, cuando se dona este conjunto (casa y corral), se explica que linda con el adarve “que atraviesa desde el Arrabal judaico mencionado al de los Cristianos” mientras que la puerta de la casa y el corral abren “a la vía que va de la plaza (que linda con la casa) hacia la Alacava”. En 1281 se venden dos casas contiguas, “situadas en nuestro arrabal superior”; limitaban por uno de sus lados con un corral que se localiza “en el Arrabal de los Cristianos, cerca de Sant Roman”.

Se especifica además que ambas están “en nuestro Arrabal exterior, cerca del adarve llamado Adarve de Albarcheloní y en las inmediaciones de la plaza de R. David ben Sozán” , y que lindan con “la puerta del adarve que separa el Arrabal mencionado y el de los Cristianos”. 

Conocemos la escritura de venta en 1283, un año después, de “dos casas contiguas… ”, situadas “en la Acaba (cerro), en la Arrabal de los Judíos, dentro de Toledo”, que lindan con varias casas y con el corral del alcade, “que… está en el Arrabal de los Cristianos, cerca de la iglesia de San Román…”

Este documento va acompañado por seis títulos de propiedad de los dos inmuebles vendidos. En el primero se lee que “dos casas contiguas” están situadas “en nuestro Arrabal alto”. El segundo documento se refiere a una casa “ … en el arrabal exterior de los Judíos, el que esta cerca de San Román, lindante con el adarve que va desde el Arrabal de los Judíos al arrabal de los Cristianos…”. El tercero se refiere a estos mismos casa y corral del arrabal de los judíos, que dan “sobre la puerta del adarve que divide entre el arrabal de los Judíos y de los Cristianos…”.

El cuarto es una copia del documento de donación de las casas que se mencionan en el arrabal exterior de los judíos, que lindan “con el mencionado adarve divisorio entre los dos arrabales”. De la suma de estos textos resulta que el límite del arrabal alto de la judería, cerca de la iglesia de San Román, se materializaba en un adarve “que separa los dos arrabales judaico y cristiano”, y que se franqueaba por una puerta .

Opinamos que adarve toma en este contexto el significado, diferente del habitual, de “ muro ”, puede que incluso haya que entenderlo como “ muralla ” ; lo confirmaría la existencia en el corral del Armiño de un muro antiguo que salió a la luz al realizar excavaciones arqueológicas .

Edificios públicos 

En el barrio judío del Alacava hay dos edificios públicos cuya existencia se conocía por referencias pero que aún no se habían encontrado. Se trata de una sinagoga y de la escuela rabínica, “el midrach de las vigas”.

La sinagoga

En la segunda mitad del siglo XV se menciona una sinagoga haciéndola servir como punto de referencia en la descripción de dos casas en la parroquia de San Román.

La primera de ellas, que pertenecía a “don Abraham batidor”, se levantaba en el adarve de Sancho Padilla (actual callejón de Esquivias). Lindaba con la casa del sedero Diego López y con “a las espaldas, una sinagoga de judíos”

El tributo que sus inquilinos entregaban anualmente a Alfonso Cota y Teresa Ortiz fue vendido en 1469. El monasterio de la Sisla lo adquiere un año después, y posteriormente lo vende a los capellanes de Reyes

Los sucesivos documentos de aceptación de este tributo, que se conservan hasta la Desamortización, nos informan acerca de la evolución de las casas vecinas a lo largo de los años y gracias a ellos podemos situar con precisión la casa de don Abrahan batidor judio en el espacio urbano del Alacava.

La segunda casa pertenecía en 1488 a un judío converso, Lope de Acre. 

Se la describe entonces en el adarve de los Golondrinos, medianera con “un corral que solía ser sinagoga de los judíos” Lope de Acre se comprometió a entregar anualmente el tributo de 500 mrs. que recibía por esta casa al monasterio de los agustinos para la construcción de una capilla . Los sucesivos ocupantes del inmueble seguirían pagando este censo hasta 1707, y las aceptaciones de tributo que se conservan hasta esa fecha permiten seguir la historia de la casa.

En el Libro de Capellanias fechado en 1577 vemos que estaba en la esquina calle de las Bulas-callejón de Golondrinos. Los títulos de propiedad del monasterio desde 1707 permiten igualmente conocer quiénes fueron los ocupantes de la casa y qué inmuebles lindaban con ella. Hay documentos del último cuarto del siglo XVII y de principios del XVIII 48 que confirman que estaba en la citada esquina y cuáles eran sus linderos, uno de ellos un corral.

Los citados documentos precisan, además, que tenía “un sótano que está debajo de ella con su puerta a la calle de las Bulas”, puerta que aún existía hasta hace unos meses.Valiéndonos de los documentos escritos y del análisis del terreno hemos conseguido localizar la parcela en la que en el siglo XV estaba la casa de Lope de Acre, y consiguientemente el emplazamiento de la sinagoga, que nosotros llamamos “de los Golondrinos”. 

Donde estuvo la casa de Lope de Acre se construyó otra que tenía en la planta baja sendos salones a los lados este y oeste del patio, bajo el que se hicieron dos aljibes que sustituyeron al sótano.

La sinagoga estaba pared con pared con la casa de Lope de Acre, en una manzana de la parte más alta del cerro del Alacava. Los resultados de las excavaciones de 2006 en la casa nº 29 de la calle de las Bulas confirman nuestras conclusiones acerca de la situación de una antigua sinagoga pegada a la casa que hacía esquina con la calle de las Bulas y la entrada del antiguo callejón de Golondrinos.

El análisis de las estructuras a partir del informe arqueológico, unido a informaciones de personas que asistieron a los trabajos, nos lleva a plantearnos la existencia en esta casa de un baño ritual, que consistía en una sala pequeña con bóveda de cañón, accesible desde la calle por una puerta independiente. 

Una red subterránea, certificada por la existencia en las cercanías de un pozo llamado de Aizco, suministraba el agua corriente necesaria. Un corredor lateral interior facilitaba el paso de la sala abovedada a la sinagoga.

Planteamos por todo ello la hipótesis de que la casa esquina (antiguamente de Lope de Acre) componía un conjunto unido a la sinagoga; esta casa se levantaba sobre un baño ritual o miqvé, que podemos comparar con el de Besalú, “un espacio cerrado, de sólidos muros, con arcos de piedra y canalización para el agua” . 

Este tipo de conjunto era frecuente en los barrios judíos del sur de Italia. 

Reflexión 

El 24 de junio de 1492, Moisés y Samuel Anacagua, dos hermanos “joyeros judios”, venden a dos religiosas del monasterio de Santo Domingo el Real, “unas casas en esta dicha ciudad de Toledo en la colación de la iglesia de san Román al alacava dentro del adarve que dicen de los Golondrinos con unas almacrías”.

Los dos hermanos eran, sin duda, los últimos representantes de la familia judía Anacagua, bien conocida en el siglo XIV porque uno de sus miembros construyó una casa de estudio en Toledo, que Albaneh menciona en su poema como “madrisa de Ben An-neqawa”. En este momento de nuestro estudio acerca de la judería de Toledo, creemos que esta madrisa estuvo en la casa que hace esquina en el adarve de Golondrinos, adosada a la sinagoga.

La escuela rabínica o “midrash de las Vigas”

El inventario de 1495 de los bienes de la comunidad judía (la aljama), sobre los cuales numerosos nobles de Toledo percibían tributos, confirma la existencia, en la Edad Media, de una casa de estudio o midrash en el barrio judío del Alacava.

En efecto, conocemos un documento que refiere que “La aljama habia poseído censos sobre … unas casas que fueron midrás del aljama en el Alacava, que se llamaba Midrás de las Vigas …”. No se consigna ningún dato que sirva para precisar su ubicación en el barrio. 

En la primera mitad del siglo XVI, concretamente en enero de 1530, compra la casa, llamada «Midraz de las Vigas”, Martín de Santa Cruz boticario, que un mes después la grava con un tributo anual de 2.000 maravedis. a favor de la cofradía de la Santa Caridad.

Se conservan los documentos de aceptación de este tributo hasta 1647 ; muchos de ellos reproducen íntegramente el documento de 1530 , de manera que aportan información muy útil acerca del emplazamiento de esta casa.

Nos referiremos al fechado en 1558 , que dice que la casa llamada “el Midraz de las vigas” está en el adarve “de Bernardo de los Pleytos”, como se llamaba la cuesta de Bisbís en este momento del siglo XVI. 

La identificación de una casa tributaria de los monasterios de Santo Domingo el Antiguo y de los Agustinos, que tiene la puerta principal a la calle de Bernardo de los Pleitos, una puerta pequeña a la calle de Caños de Oro, y que linda con la casa donde vive Luis de Belmonte , confirma que los nombres Bisbís y Bernardo de los Pleitos los llevó la misma vía, y que el midrash estaba en el lado derecho de la cuesta de Bisbís subiendo.

El midrash de las Vigas se describe en 1564 como una casa grande con patio, de tres o cuatro plantas, dos palacios en la planta baja, crujías a los cuatro lados en el primer piso, un sótano bajo uno de los palacios. 

Estaba en la manzana que se extendía entre la calle Caños de Oro y la cuesta de Bisbís, manzana en la que había también, como veremos, una casa de oración perteneciente a la aljama. En 1460, los judíos intentaron volver a servirse de una casa de la aljama que cuarenta años antes usaban como oratorio, “que es en el adarue de maestre Pedro junto con las casas de Juan Aluares”, en la parroquia de Santo Tomé.

Este adarve llevaba el nombre de uno de los ocupantes de la casa principal a la que daba acceso, la cual lindaba con una casa del cabildo de la catedral, una de cuyas cámaras daba “sobre el adarbe de Cannos de Oro” . Como vemos, el oratorio de los judíos del barrio de Santo Tomé estaba en una manzana de Caños de Oro.

Utilizado para el rezo y la lectura y clausurado durante unos cuarenta años, este inmueble estaba en el siglo XV en medio de un vecindario cristiano. Que en la misma manzana se haya descubierto recientemente un pergamino con un fragmento de la Tora, concretamente en un nicho en la casa nº 3 de la calle Caños de Oro, confirma la importancia que esta manzana debió de tener en la vida religiosa de los judíos de la colación de Santo Tomé y subraya el interés con que debe ser tratada.

Conclusión

En el siglo XIV es probable que la aljama de Toledo tuviese en el barrio del Alacava dos conjuntos compuestos cada uno por una sinagoga y una escuela rabínica o midrash, que estarían situados uno en el antiguo adarve de los Golondrinos y el otro en la manzana de Bisbís Caños del oro.

El barrio podía defenderse de ataques del exterior gracias a estar provisto de puertas o postigos entre ellos una puerta y un adarve que lo separaban del barrio cristiano de San Román, y un postigo, que en un tiempo se llamó del Pepino, más al oeste. Su existencia nos lleva a plantear que este barrio estaba cerrado por su lado norte por un muro o una muralla. 

El hecho de que ni este muro ni la puerta a la altura de la iglesia de San Román se mencionen después del siglo XII quizás se deba a su probable destrucción por las tropas de Enrique II en 1355 o por el progrom de 1391.

Al sur, en contacto con la calle del Ángel, las calles transversales del Alacava se cerraban con puertas a su vez protegidas con cobertizos. Si bien este estudio permite trazar con más precisión su límite norte, está lejos de poder solucionar las numerosas cuestiones que plantea este barrio, llamado en el siglo XIII “arrabal judaico superior” o “arrabal exterior de los Judíos”, en sus relaciones con el “arrabal más grande de la judería”, que se conocería en el siglo XV como Barrio Nuevo, y en particular a este interrogante: ¿estaban protegidos estos dos barrios por una única y larga muralla?

Un siglo más tarde revalidamos la llamada de Ramiro F. Valbuena65 e insistimos en la urgencia y gravedad de la situación ; es imprescindible practicar excavaciones exhaustivas cuando se plantean proyectos de construcción en el antiguo barrio judío, que nos permitirán confirmar la situación de los edificios públicos de la judería que hayamos podido deducir mediante nuestros trabajos de arqueología de superficie.

4. Historia de La Juderia de Toledo



La madinat al-Yahud, o ciudad de los judíos, abarca casi el 10% del recinto amurallado de Toledo. Según la tradición sefardí, los primeros judíos llegaron entre los siglos VIII-VI a. JC., en la época de los destierros asirio y babilónico.

Durante el período visigodo (siglos V-VIII), los judíos de Toledo eran una numerosa comunidad; pero a partir del año 589, tras el III Concilio de Toledo, Recaredo y los nobles godos renuncian al arrianismo y se convierten al catolicismo romano, lo que enturbiará la hasta entonces buena convivencia y traerá castigos y persecución hacia los judíos, provocando que éstos tengan que optar por marcharse, o por convertirse al cristianismo.

Esta inercia cambiará cuando la ciudad es conquistada por los árabes de Táriq ibn Ziyad en el año 711. Esto supuso un alivio para la comunidad judía que vio a los musulmanes como sus salvadores iniciándose para ellos un período grande de prosperidad.

Los árabes los consideraban como Hombres del Libro, por lo que les otorgaron mucha libertad. A su vez, los judíos asimilaron sus costumbres y aprendieron el idioma árabe como medio de comunicación, utilizándolo hasta el siglo XIII incluso en su documentación interna o de carácter religioso,

En este período y hasta finales del siglo XI, muchos sabios judíos que nacieron o se educaron en Toledo, como Abraham ibn Ezrá o el propio Jehudá ha-Leví. Aquí nació y escribió su obra poética Abraham ibn al-Fakhar, muerto en 1231, Israel de Toledo y otros muchos que expusieron sus conocimientos y su trabajo en la corte castellana.

En 1085, Alfonso VI conquista Toledo y la judería inicia una época de prosperidad y crecimiento demográfico, ya que atrajo a muchos judíos que habitaban en territorio musulmán. Los judíos le habían ayudado a conquistar la ciudad y el rey les confirió los mismos derechos que a los cristianos.

El auge de la comunidad judía se mantendrá con los reyes cristianos al acrecentar su representatividad social y política, convirtiéndose en el siglo XII en la comunidad judaica más importante de la corona de Castilla.El médico y nasí de Toledo Yosef ben Ferruziel, también conocido como Cidellus, será el primer ministro del monarca y dará paso a una serie de judíos que tendrán cargos de importancia en la corte de Castilla.

A pesar de la protección real, Isaac ben Jacob na-Cohen, conocido como Al-Fasi, talmudista del siglo XI, habla de persecuciones en Toledo en 1090, y en sus Responsa, también menciona una matanza de judíos en 1108, año en el que murió Salomón ibn Farissol. Esta correspondencia entre cristianos y judíos no durará mucho. Un decreto de 1118prohibía a los judíos jurisdicción alguna sobre un cristiano, de donde se deduce que con anterioridad eso era habitual.

En 1135, viene el período almohade y se produce la huida precipitada de los judíos hacia Castilla y Aragón, lo que dejó a la España musulmana prácticamente libre de judíos.

Entre 1147-1269, los almohades, “los que reconocen la unidad de Dios”, o Banu Abd al-Mumin, dominaron el norte de África y el sur de la Península Ibérica.

Eran una dinastía de origen bereber (del actual Marruecos), surgida como reacción a la relajación religiosa de los almorávides. Ante su intransigencia, las aljamas o juderías, como la de Toledo, aumentaron su población con judíos provenientes de la España mulsulmana. Muchos llegaron en 1147, siendo nasí de los judíos de Toledo Judá ben Yosef ibn Ezrá, pariente del poeta.

El área del seminario (a la dcha.): Ahí estuvo ubicada la Escuela de Traductores de Toledo en tiempos de Alfonso X El Sabio

Como consecuencia de esta emigración masiva, en Toledo se afincaron poetas, gramáticos, filósofos, científicos, médicos y otros sabios. El arzobispo de Toledo, Raimundo de Sauvetat, que fue Canciller de Castilla con Alfonso VII durante 20 años, quiso aprovechar esta pacífica convivencia de cristianos, musulmanes y judíos auspiciando diferentes proyectos de traducción: el prestigio de la Escuela de Traductores de Toledo fue tal que ni siquiera las disposiciones antijudías del Concilio de Letrán en 1215 pudieron dañar su florecimiento.



El apoyo y trato favorable del rey hacia los judíos fue causa de diferentes revueltas:


En 1178, tuvo lugar un disturbio en el que resultó muerta la amante judía del rey Alfonso VIII, así como Judá y Samuel Alnaqua.

En 1212, tuvo lugar otra revuelta que coincidió con la llegada de judíos que huían de la intolerancia francesa.

La respuesta del arzobispo de Toledo fue cargar a la comunidad judía con nuevos impuestos: cada judío mayor de 20 años tenía que pagar un tributo anual, al tiempo que se les imponía una tasa adicional en concepto de lucro cesante en la compra de casas a propietarios cristianos.

El reinado de Alfonso X el Sabio supuso el momento de mayor prosperidad y esplendor de la comunidad judía de Toledo. Basta mencionar el importe total de impuestos pagados por la comunidad en 1284: 1.000.000 de maravedíes. Durante su reinado la judería de Toledo será conocida por su gran extensión, la suntuosidad y belleza de sus edificios públicos y la calidad intelectual de sus rabinos. Pero tras su muerte, los judíos caen de nuevo en desgracia.

. Las revueltas antijudías de 1391 también llegan a Toledo. El 18 de junio, la judería de Toledo fue atacada durante la noche de manera similar a otras ciudades del reino, especialmente Sevilla. Entre las víctimas de la matanza se encontraban destacados artesanos, poetas y hombres de letras. La mayor parte de las sinagogas de la ciudad fueron destruidas o seriamente dañadas.

Esto fue la expresión más clara del clima de malestar que se había creado en contra de los judíos en medio de una situación dificultosa por la guerra entre Pedro I El Cruel (por quien se decantaron los judíos) y Enrique de Trastamara (de quien tuvieron represalias cuando resultó vencedor), y por la peste negra que estaba asolando Europa, y que causó una mortandad del 60 % de los europeos: entre 50.000.000-80.000.000 de personas. A estas condiciones se une el incendio del barrio comercial judío, el Alcaná, donde tenían sus tiendas, talleres y algunas viviendas.

Las fortificaciones del Castillo Nuevo de los judíos junto al puente de San Martín

1398. En el mes de febrero el rey Enrique III ordenó al alcalde Juan Alfonso y al tesorero mayor Juan Rodríguez de Villareal que hicieran averiguaciones sobre quiénes habían cometido los robos en la judería de Toledo, imponiéndoles a los culpables una multa de 30.000 doblas de oro.

Las desastrosas consecuencias económicas para la ciudad se dejaron sentir muy pronto, especialmente en los particulares, monasterios y otras instituciones religiosas que perdieron las rentas que recibían sobre los tributos de las aljamas judaicas. Los más afectados fueron los capellanes cuyos beneficios eclesiásticos provenían de las rentas situadas en la judería.

1450. El rey Juan II ordenó que se derogasen todas los preceptos instaurados en contra de los judíos que se hubiesen establecido en Castilla, los cuales habían provocado la huida de los judíos de aquellos los lugares en los que se habían puesto en vigor.

1451. En el incremento de ese ambiente contra los judíos y musulmanes se promulgan unas ordenanzas restrictivas hacia ellos como la prohibición de andar de noche por las calles, entrar en iglesias o monasterios sin autorización, salir de sus casas durante las festividades cristianas, y la obligación de llevar señales distintivas cosidas en sus indumentarias.

1452. Tras las quejas de los judíos, el rey manda al Ayuntamiento de Toledo que cumpla su orden de anular las ordenanzas antijudías, y éste, el 23 de febrero, suprime algunas, y modifica y mantiene otras.

Se inicia una especie de “limpieza étnica” para eliminar del reino a los moriscos (musulmanes convertidos al catolicismo romano) y a los judíos y conversos (llamados de forma peyorativa, marranos –el investigador Israel Salvator Révah definió al marrano como “un católico sin fe y un judío sin saber, aunque un judío por voluntad”-).

1467. Los conversos de Toledo, al sentirse amenazados, se armaron fuertemente, y el día de los Fuegos de la Magdalena (22 de julio) cercaron la catedral y mantuvieron a los cristianos cercados después de matar a dos canónigos y a algunos más. Un millar de cristianos y un refuerzo de 150 hombres llegados de Ajofrín vinieron a socorrer a los asediados. Los conversos tomaron puertas y puentes de la ciudad y montaron cuatro barricadas.

Los combates se iniciaron entonces en los alrededores de la catedral y prosiguieron en el barrio de la Magdalena. Los asediados pudieron salir, unos dicen que por la puerta que da sobre la calle de Ollas; otros, que por la del Reloj. La respuesta de los conversos fue prender fuego al barrio de la Magdalena. Todas las casas vecinas al Corral de Don Diego ardieron al instante.

Fray Mesa, cronista de Castilla, dice que el fuego se extendió con la fuerza del viento a la Trinidad, pasó cerca de San Juan de la Leche, redujo a cenizas la calle Nueva y la de la Sal, llegando hasta el mercado de las especias y hasta la iglesia de Santa Justa. El incendio prosiguió, según el cronista, por la calle de los Tintes y quemó la casa de Diego García de Toledo. Unas 1.600 casas quedaron destruidas.

Los cristianos viejos, después de largos días de lucha, pudieron finalmente controlar el fuego y reducir a los conversos. Su cabecilla, Fernando de la Torre, fue ajusticiado; muchos otros conversos correrían la misma suerte en días posteriores.

Así, esta sublevación no pudo revertir la situación de los judíos, la mayoría de los cuales abandonaron Castilla. Los que se quedaron tuvieron que “convertirse” y demostrar ese “deseo de ser cristianos” ante el Tribunal del Santo Oficio, aunque no se les permitió llevar armas ni acceder a puestos de la Administración.


1492. El 31 de marzo, se establece el Decreto de Expulsión de los judíos del Reino, por lo que la Judería de Toledo desaparece, y los Reyes Católicos reparten los edificios públicos de los judíos, con alguna excepción, entre los nobles y las órdenes religiosas para compensar la pérdida de sus rentas. Muchos habitantes de la judería decidieron convertirse y seguir viviendo en sus casas de la judería; otros prefirieron exiliarse manteniendo el judezmo en sus lugares de destino y conservando las llaves de sus casas pensando en regresar…

5. Leyendas sobre el Pueblo Judio en Toledo

La Leyenda de la judía del Pozo Amargo

Hace mucho tiempo en la época de la dominación árabe, en Toledo vivía una familia de notable reputación, 

El señor de la casa junto a sus grandes riquezas era seguidor a la ley de Moisés por lo cual era visto como un rabino muy apreciado por los seguidores de su fé. 

Este señor era viudo así que todo su cariño y atenciones envolvían a su única hija una joven de gran belleza y bondad. 

La educación de la ahora señorita había sido de muy alto nivel siempre vigilante su padre de evitar las compañías y juntas de personas que según él creía inferiores, en esta realidad la joven Raquel fue creciendo en una lujosa mansión donde los días pasaban sin mucho que decir, mientras ejercía un pasatiempo de la época para señoritas que era el hacer bordados acompañada de tarareos y melodiosas canciones entonadas por ella misma.

Así un día mientras bordaba mirando la calle desde el umbral de su ventana cubierta por unas celosías, vio pasar a un joven imponente, gallardo y elegante que vestía ropas cristianas pero que aun así llamo poderosamente su atención, de repente encontró un nuevo pasatiempo que le pareció más interesante, cada día fingía bordar en el umbral de la ventana esperando poder ver pasar al joven apuesto sintiéndose feliz por haber podido verlo si el transitaba entre la multitud y sintiéndose triste y deprimida cuando no lo veía.

Los días pasaron y su interés por este joven creció, es por eso que un día intento dar el primer paso así es que llamo la atención del joven y le dejo saber su deseo de conocerle mediante una nota escrita por ella y arrojándola desde su balcón. El joven no tardo en corresponder a la misiva haciéndole llegar casi de la misma manera una nota en la cual citaba a la joven para verse cualquier día en una callejuela a unas cuadras donde había un pozo.

La joven Raquel tuvo que ingeniárselas para poder convencer a su padre que le permitiera dar unos paseos por las calles en los días posteriores y no le importo que le pusieran una chaperona anciana de acompañante solo le interesaba cruzar verdaderas miradas con el joven que le gustaba, así es que estuvo saliendo de paseo siempre por la misma callejuela. Es aquí donde un día se cruzó el joven Fernando con la exquisita Raquel y desde ahí quedó prendado de ella, ya sabiendo donde ella vivía no fue difícil conocer su situación por su nombre y quien era en la ciudad.

Es así que Fernando procuro pasar por su balcón más seguido para lograr alguna comunicación y en una noche quedaron ambos para verse en la callejuela del pozo, ella se escapó y fue al lugar de encuentro, al llegar lo vio envuelto en una capa y no paso mucho en que se entendieron y que cada mirada se convirtió en deseo en que las palabras dejaron paso a los besos y los juramentos de amor y fidelidad eterna cubrieron el silencio que les embargaba.

Desde ahí cada noche se veían en el mismo lugar sin ser descubiertos y nadie había reparado en las escapadas y entre el misterio de las noches que los envolvía su amor fue creciendo más pero aún existía el miedo por sus familias separadas por la religión y por la fe. 

Ella judía, el cristiano ya por ese tiempo se sabía que la convivencia de estas dos creencias no era bien vista y es por eso que existen días en que el destino no es benévolo, pues un amigo del padre de la joven los vio desde lejos reconociéndolos y no paso mucho tiempo en que fue a contarle su amigo el padre de Raquel sobre estos encuentros.

El padre se llenó de ira y más sabiendo que el que pretendía a su hija era un cristiano, sin duda este se había valido para engañar a su inocente hija con sus artimañas, pero esto no se quedaría así, pensó. La noche que se enteró del secreto fue más temprano a la calle de Toledo donde ocurrían estos encuentros, envuelto en una capa y armado con un puñal debajo de ella.

Es ahí que en un momento vio la llegada del joven que se sentó al costado del pozo esperando al parecer a su amada que por supuesto era también su preciada Raquel, acercándose cautelosamente lo abrazo e intento arrojarlo al pozo pero Fernando se resistió al abrazo mortal y justo cuando estaba a punto de soltarse sintió el frio acero atravesar sus entrañas, un segundo después con los ojos nublados se desplomo al costado del pozo. 

El padre retrocedió y oyó un ruido detrás de él, al voltear vio a su hija con el rostro pálido y desencajado que miraba el cuerpo sin vida de su amado Fernando, al parecer había presenciado el acto de su padre y no pudiendo soportarlo más se desvaneció.

El padre se la llevo a su casa e intento calmarla, hacerla sentir mejor pero Raquel ya no estaba mentalmente con él, seguía rememorando los encuentros con Fernando en su mente y siempre terminaba en ese fatídico momento en que presenciaba sus ojos nublados hasta apagarse, hubieron días en que se escapaba al pozo a llorar a su amado, dicen que es por sus lágrimas que las aguas comenzaron a tornarse amargas, en la última escapada se dice que Raquel llorando en el pozo le pareció ver por un momento a Fernando en el fondo del pozo junto al reflejo de la luna y que por eso ella cayo, cuando la sacaron ya nada se pudo hacer Raquel estaba muerta.

El suceso conmociono a la ciudad de Toledo y el pozo fue desde ahí llamado oficialmente “el pozo amargo”, en la actualidad ya no existe y puede que no se sepa bien donde estaba su ubicación pero en esas callejuelas algunos dicen que pueden ver las sombras de una pareja que pasea en la oscuridad, tal vez ahora Fernando y Raquel si disfrutan de su amor más allá de las leyes humanas.

Leyenda de Isaac el Judío

Cuando Cristóbal Colón acudió a la reina Isabel para solicitar su ayuda en la quimera descubridora que iba a emprender desea ésta ayudarle, aunque para esta empresa es necesaria gran cantidad de dinero, y las arcas reales están vacías a causa de los enormes costos que generaba la guerra contra los musulmanes granadinos. 

Travesía del Arquillo

Pero la reina Isabel no es mujer que se deje doblegar fácilmente por los obstáculos, y rápidamente piensa el modo para financiar tan importante aventura. 

Decidida da una orden secreta, y envía a Toledo un emisario para reunirse con el israelita Isaac.

Vivía este judío al pie del cerro de la Virgen de Gracia, en la travesía del Arquillo, y aseguraban sus contemporáneos que sus riquezas eran superiores a las de cualquier magnate por poderoso y acaudalado que fuera.

Dos días después de la visita de Colón a la reina Isabel, llegaba a casa de Isaac el emisario real.

–¿A qué debo el honor de que venga a visitarme un mensajero de tan importante señora? –preguntó el israelita cuando vio entrar por su puerta al enviado de la reina-.

–Asuntos de negocios que es conveniente que mantengáis en secreto –respondió el emisario-.

–Sabéis perfectamente que la discreción es mi principal virtud. Ahora decidme, ¿qué negocios son esos de los que habláis?.

Al instante el hombre enviado por la reina Isabel se acercó a una mesa y extendió sobre ella gran cantidad de joyas y piedras preciosas.

–Son las joyas más preciadas de la corona –dijo-. La reina necesita dinero, y lo necesita ahora. Los altos costos de la guerra contra los moros han ocasionado que no haya dinero en las arcas reales que es requerido urgentemente. Tengo orden de su majestad de regresar con una importante suma de dinero a cambio de estas joyas…

A los pocos minutos partió el emisario de la reina llevándole gran cantidad de dinero que Isaac el judío le había entregado a cambio de las joyas, colaborando de esta forma al futuro descubrimiento del nuevo continente.

El Manuscrito del Judío Anónimo

Cuando en 1492 los Reyes Católicos dispusieron la expulsión de los judíos, los que moraban en Toledo, como el resto de España, contaron con un plazo de cuatro meses para abandonar el país. 

Eran pocos los hebreos que aquí habían recibido el bautismo, y por tanto pocos los exentos del edicto.

Con gran dolor abandonaron familias completas la ciudad, pues muchas habían nacido ya en ella. Pero antes de su marcha hicieron una visita obligada al cementerio judío que según las crónicas estaba situado en las proximidades de la ermita de San Eugenio, en los rodaderos que van a dar a Safont. Allí quedaban definitivamente los restos de sus antepasados o seres queridos fallecidos, a los que iban a visitar por última vez.

 Pero curiosamente hubo un judío, del que la historia no ha guardado el nombre, que visitó numerosas veces el osario para registrar en un manuscrito las inscripciones de todos los sepulcros. Con grandes dosis de paciencia reprodujo fielmente todos y cada uno de los epitafios. 

Posiblemente le llevó largo tiempo, pero finalmente acabó su labor en un cuaderno bastante extenso. Después, con el interesante manuscrito bajo el brazo como mejor recuerdo, partió de Toledo junto con todos los miembros de su raza. 

Y no resultaría de extrañar que antes de perderse en el ancho horizonte dirigiera una última mirada a la ciudad donde quedaban todos sus recuerdos y, probablemente, algún que otro antepasado o amor malogrado en aquel cementerio.


Dintel en el nº 9 de la calle de la Plata construido con una lápida sepulcral hebrea.

Bastantes años después fue encontrado en la biblioteca pública de Florencia, por un concienzudo investigador, el manuscrito del judío anónimo, que fue puesto en manos de un experto hebraísta. Éste, considerando el documento de gran valor histórico, decidió publicar un corto número de ejemplares, que fue distribuido por muy pocos lugares. 

El manuscrito original se perdió en un terrible incendio del edificio florentino, pero quiso la casualidad que uno de las copias fuera a parar a la biblioteca provincial de Toledo, donde se guardó sin darle demasiada importancia.

Pero poco tiempo después, al desmontar el dintel de cierta casa que estaba siendo reformada en la calle Tornerías, se descubrió que la piedra era una losa sepulcral hebrea, ocurriendo exactamente lo mismo a las pocas semanas con la pila del lavadero de las monjas de Santo Domingo el Real. 

Un investigador toledano, alertado de ello, acudió diligente a consultar el facsímil del manuscrito del judío anónimo. Y sus sospechas, en efecto, se confirmaron. Allí estaban perfectamente reproducidas las inscripciones de las losas sepulcrales recientemente descubiertas.


Detalle de dintel en el nº 9 de la calle de la Plata construido con una lápida sepulcral hebrea.

Y de esta manera quedaron resueltos dos enigmas: las losas procedían del cementerio judío de Toledo, y el manuscrito era auténtico. ¿Pero qué ocurrió con el resto de lápidas que aparecían representadas en el documento y de las que nada se sabía?. 

La respuesta se ha ido dando a lo largo de los últimos años, con la aparición de numerosos restos que concuerdan fielmente con el testimonio legado por aquel judío anónimo.

La Leyenda de Alfonso VIII y la Bella Raquel.

Siglo de la Leyenda: Siglo XII - XIII.

Alfonso VIII, como ocurre con cualquier ser humano de sexo bien definido, se enamoro de Doña Fermosa, más conocida por Raquel, bella judía toledana. 

El rey y Raquel, entregados a los placeres del amor en su retiro de palacio, olvidaron por completo el mundo que les rodeaba.

Siete meses de abandono de asuntos tan importan-tes como los de la guerra santa (hay quién opina que la grave derrota de Alarcos se debió principalmente a aquel retiro de placer adúltero), movieron a los nobles del Consejo Real a tomar la decisión de quitar de en medio a la jovencita.

A tal efecto, organizaron una cacería a fin de hacer sacar a Alfonso de su escondite y..., ya sabéis, poder deshacerse de la bella hebrea, culpable de tanta distorsión política y familiar, termino degollada.

El rey fué rápidamente convencido con fuertes razones de Estado, y tan convencido quedo que arrepentido de los males que había ocasionado (antes rey que humano), se retiro en penitencia a la Iglesia de Illescas, donde también la tradición habla de la aparición de un Ángel que le traía el perdón de los cielos.


6. Cocina Sefardí

 Jalot de Shabat

Pan

Ingredientes


1 kg de harina
1 pan de levadura
2 huevos
6 cucharadas de aceite de semillas
1 cucharada de sal
4 cucharadas de azúcar
1 taza y media de agua tibia
Sésamo

Preparación

Mezclamos la harina, el azúcar y la sal en un bol. Después añadimos 1 huevo, el aceite y la levadura fermentada disuelta en el agua tibia con un poco de azúcar.

Una vez que tenemos los anteriores ingredientes mezclados, los amasamos durante unos 15 minutos hasta obtener una masa uniforme, dejándola reposar durante 1 hora dentro de una bolsa de nailon para que levante la masa.

Transcurrida la hora, habiendo ya levantado la masa, la volvemos a amasar y vamos formando los panes trenzados según el tamaño que gustemos, pincelándolos después con una yema de huevo mezclada con un poco de agua, añadiéndole al final el sésamo para decorar los panes.

Volvemos a dejar reposar los panes durante unos 30 minutos para que vuelva a levantar la masa, tras lo cual los cocinaremos en el horno a máxima potencia durante unos 30 minutos, transcurridos los cuales los extraeremos del horno y dejaremos que se templen antes de servir.

Como su propio nombre indica, es un pan tí­pico de esa festividad, debiendo su carácter trenzado precisamente al carácter del Shabat, en buena parte de cuya preparación interviene la creatividad humana

Receta Sefardí Toledana: Orisa

Orisa

La orisa es un guiso de carne y cebada (aunque también existe el «orisa de trigo») muy tradicional de la cocina sefardí. 

Se suele considerar un plato único de gran contundencia que se sirve caliente.

Es un plato de cocinado de larga duración; generalmente la carne se prepara la víspera del sábado (shabbat) y suele asarse junto con unas cebollas y se le añade la pasta de unos pimientos ñoras (harissa). Tras esta operación se deja cociendo a fuego lento hasta que horas antes de servir se le añade la cebada.

Ingredientes para la orisa 

1 paquete y medio de cebada perlada 
½ litro de aceite de oliva de 0,4º 
3 cebollas grandes fileteadas 
4 piezas de batatas rojas (boniatos) 
2 cabezas de ajos enteros 
1 cabeza de ajos pelados 
8 huevos duros 
Pimentón de ñoras 
Sal, pimienta negra molida, azúcar moreno

Elaboración

La carne guisada se puede hacer la víspera. 
En una cacerola refreír la cebolla y los dientes de ajos en 300 ml de aceite. 
Cuando la cebolla esté blanda y dorada agregar la carne cortada en trozos pequeños, los huesos y las dos hojas de laurel. 
Salpimentar. Cubrir con agua y tapar. 
Dejar reducir, conservando un poco de salsa líquida que va a servir para la orisa (la carne tiene que estar blanda).

Preparación de la orisa

En una cacerola freír la cebolla hasta que adquiera un color bien dorado. Añadir los ajos sin pelar y los pelados, cuando todo esté bien refrito añadir los boniatos troceados, la carne guisada, la cebada y el pimentón de ñoras. Rehogar todo antes de echar el agua. Por cada paquete de cebada es necesario echar 3 vasos de agua (se puede reemplazar un vaso de agua por uno de caldo de la carne guisada).

 Agregar 2 ó 3 cucharadas de azúcar moreno, sal, pimienta y los huevos hervidos. Dejar cocer durante 15 minutos al fuego y pasar luego al horno hasta que el grano esté blando. Mantener en placa de calor hasta el día siguiente.

Cocina Sefardí: Hamantashen Tradicionales


Ingredientes

4 tazas de harina
4 huevos
3/4 taza de azúcar
1 taza de margarina ablandada
1 cucharada de jugo de naranja
1 cucharadita de extracto de vainilla
2 cucharaditas de polvo de hornear
Una pizca de sal
1 cucharadita de cáscara de naranja rallada

Rellenos

Medio kilo de semillas de amapola o
Medio kilo de lekvar (jalea de manzana o ciruela)
O medio kilo de conserva de frutilla o albaricoque
Precaliente el horno a 350 grados.
Aceite bandejas para galletas.

Ponga todos los ingredientes en un bol para mezclar grande y bátalos. Puede agregar un poco mas de jugo o harina, depende de la consistencia de la masa. Forme una bola con la masa. Divídala en cuatro partes.

Proceda a armar y hornear de acuerdo al Hamantashen ilustrado

Preparación

1. Prepare la masa de su elección. Divídala en cuatro porciones
2. Sobre una mesa enharinada estire cada porción hasta un espesor de tres milí­metros.
Usando un molde redondo o un cortador de galletas, corte círculos de 7,5 centí­metros
3. Ponga entre media y dos tercios de cuchara de te del relleno que desee
4. Para darle una forma triangular levante los lados izquierdo y derecho, dejando la parte de abajo y uniendo ambos lados en el centro. Encima del relleno
5. Una el ala restante en el centro con los dos lados. Aprete juntos todos los lados
6. Ponga en una asadera para galletas aceitada, separadas dos centí­metros y medio una de otra y hornee a 350 grados en el horno previamente calentado durante 20 minutos

Cocina Sefardí: Shavuot - Torta de queso

Shavuot - Torta de queso

Ingredientes

Masa

• ½ vaso de margarina derretida
• 1 huevo
• ½ vaso de azúcar
• 1 vaso de harina
• 1 ½ cucharita de polvo de hornear
• 2 cucharitas de leche
• 1 cucharita de vainilla

Relleno

• ½ kilo de queso cottage o ricotta kasher
• 2 huevos
• 2 cucharitas de azúcar
• 2 cucharitas de leche
• 1 cucharita de jugo de limón
• Sal a gusto

Preparación

Batir la margarina, huevo y azúcar. Agregar los ingredientes secos. Después la vainilla y la leche. Colocar la mitad de la masa en un molde de 20 cm enmantecado.
Mezclar los ingredientes del relleno en otro bol, mezclar bien. Colocar sobre la masa en el molde.
Cubrir con el resto de la masa.
Calentar el horno a 180 grados. Hornear por 30 minutos.
Rinde: 6 porciones

Cocina Sefardí: Janucá - Rosquillas de Azúcar Condimentadas

Ingredientes

3 ½ tazas de harina sin polvos de hornear.
4 cucharitas de polvos de hornear.
½ cucharita de bicarbonato de soda.
1 cucharita de sal.
1 cucharita de canela en polvo.
½ cucharita de jengibre en polvo (opcional).
¼ cucharita de clavos de olor en polvo (opcional).
1/8 de cucharita de nuez moscada en polvo (opcional).
1 taza de azúcar.
3 cucharadas de mantequilla, suavizada.
2 huevos.
1 cucharita de vainilla.
½ taza más 1 cucharada de suero de leche (para hacerlo la mezcla 1 cucharada de vinagre con ½ taza de leche).
1 taza de calabaza cocida y hecha puré (puede usarse enlatada), papa dulce o calabaza
Aceite (para freí­r).
2 tazas de azúcar.
½ cucharita de canela.
½ cucharita de jengibre en polvo (opcional).
¼ cucharita de clavos de olor en polvo (opcional).
1/8 cucharita de nuez moscada en polvo (opcional).

Preparación

"La variedad es el condimento de la vida" dice el dicho; luego de darnos el gusto con las mismas rosquillas una y otra vez, esta receta es un bienvenido cambio para los atrevidos. La calabaza o papa dulce/calabaci­n les aporta un sabor ligeramente dulce que es muy sabroso.

Instrucciones:

Mezcla la harina, los polvos de hornear, el bicarbonato de soda, la sal y las especies en un recipiente mediano. En un recipiente grande, bate la margarina y el azúcar. Agrega los huevos de a uno. Agrega la vainilla, el suero de leche y la calabaza. Agrega suavemente la mezcla de harina hasta que estén completamente incorporada. Cubre el recipiente con un paño de tela y refrigera durante al menos 1 hora. 

Espolvorea dos bandejas para horno con harina. Trabajando con 1/3 de la masa por vez, amasa la masa enfriada en una superficie ligeramente enharinada, hasta que quede de un espesor de aproximadamente 1,5 centí­metros. Usando un molde redondo de 6 centí­metros o un vaso de boca ancha, corta círculos y ponlos en una bandeja de horno. Usa un molde de 2,5 cm. o una copa de licor pequeña para cortar el centro del cí­rculo, y pon también el hoyo de la rosquilla en la bandeja de horno. Repite hasta que hayas usado toda la masa. Puedes volver a amasar las sobras. Debieras terminar con 24 rosquillas y 24 hoyos.

En una olla grande, calienta 5-7 centí­metros de profundidad de aceite a 185°C. Haz una pila gruesa de toallas de papel para escurrir las rosquillas en ellas. Frí­e las rosquillas al igual que los hoyos hasta que estén doradas, como 1 minuto por lado. Retira las rosquillas para escurrirse y enfriarse bien en las toallas de papel.

En un recipiente, mezcla el azúcar y las especias. Cubre las rosquillas y los hoyos de las rosquillas con la mezcla de azúcar. El azúcar se pegará a el resto de aceite (aunque a nadie le gusta pensar en eso). Â ¡Disfrutar

Cocina Sefardí: Jalot de Shabat



Ingredientes


1 kg de harina
1 pan de levadura
2 huevos
6 cucharadas de aceite de semillas
1 cucharada de sal
4 cucharadas de azúcar
1 taza y media de agua tibia
Sésamo

Preparación

Mezclamos la harina, el azúcar y la sal en un bol. Después añadimos 1 huevo, el aceite y la levadura fermentada disuelta en el agua tibia con un poco de azúcar.

Una vez que tenemos los anteriores ingredientes mezclados, los amasamos durante unos 15 minutos hasta obtener una masa uniforme, dejándola reposar durante 1 hora dentro de una bolsa de nailon para que levante la masa.

Transcurrida la hora, habiendo ya levantado la masa, la volvemos a amasar y vamos formando los panes trenzados según el tamaño que gustemos, pincelándolos después con una yema de huevo mezclada con un poco de agua, añadiéndole al final el sésamo para decorar los panes.

Volvemos a dejar reposar los panes durante unos 30 minutos para que vuelva a levantar la masa, tras lo cual los cocinaremos en el horno a máxima potencia durante unos 30 minutos, transcurridos los cuales los extraeremos del horno y dejaremos que se templen antes de servir.

Como su propio nombre indica, la Jalot de Shaba es un pan tí­pico de esa festividad, debiendo su carácter trenzado precisamente al carácter del Shabat, en buena parte de cuya preparación interviene la creatividad humana, siendo, precisamente, el hecho de trenzar el pan a diferencia de lo que ocurre con la otra variedad de jalot, la jalot redonda, la cual es propia de la época del Rosh Hashaná.

Receta Sefardí: Suljaniot revestidas

Postre Janucá

Ingredientes

- 4 vasos de harina.
- 1 cucharada de levadura seca
- 1/4 de vaso de agua.
- 4 cucharadas de azúcar.
- 2 cucharadas de aceite o manteca.
- 3 yemas.
- 2 huevos.
- - 1 cucharada de ralladura de limón.
- 1 pizca de sal.
- 2 cucharadas de jugo de naranja natural
- 1 cucharada de brandy
- Aceite para freír cantidad necesaria

Preparación

1) Mezclar la levadura con el agua tibia utilizando una cuchara de madera, y dejarlo reposar unos 15 minutos o hasta que leve.

2) Colocar en un bol de batidora eléctrica, la harina, el azúcar, aceite o manteca derretida, las yemas y huevos, ralladura de limón y sal. A esta mezcla agregarle el agua con la levadura. Añadir el jugo de naranja y la cucharada de brandy, o algún otro optativo, si es necesario agregarle mayor cantidad de líquido.

Amasar todo en la batidora durante 5 minutos, si es a mano requerirá más tiempo, dejar la masa levar hasta que duplique su tamaño, en un lugar cálido.

Volver a amasar y dejarla reposar, formar los bollitos del tamaño que se desee y dejar reposar otros 20 minutos. Preferiblemente pequeños, esta es una masa de confitería un poco pesada y de muchas calorías.

3) Colocar el aceite en un sartén hondo y poner las sufganiot unos 2 minutos de cada lado. En fuego mediano para que no se quemen y se hagan por dentro.

4) Retirar del fuego y espolvorear con azúcar impalpable, o la cobertura elegida. Se pueden inyectar con una jeringa, mermelada de frambuesas (tradicional), o dulce de leche o el dulce elegido y luego decorar a gusto con una manga adecuada.

Coberturas sugerencias

Salsa de Chocolate: 

100 gr. De chocolate 2 cucharadas de leche. 1 cucharada de licor de naranjas. Calentar a baño de María, cuidando que no salpique el agua (porque arruinaría la salsa), cuando esté derretido agregarle el licor de naranjas. Se puede realizar con crema de leche.

Salsa de naranjas o mandarinas

6 naranjas o 6 mandarinas - 100 grs. de azúcar

Extraer 3 frutas de cada una el jugo no colarlo. Pelar y separar en gajos, sin piel ni hollejo. Poner en una cacerola el jugo y medio vaso de agua con el azúcar y los gajos. Cocinar hasta que los gajos estén brillantes, retirarlos de la cocción. Cocinar el almíbar hasta reducir el líquido. Se puede desarmar los gajos si se desea.

Otra opción es realizar un merengue italiano y agregarle colorantes vegetales, son muy atractivos a los niños, etc.

Cocina Sefardí: Uguiot melujot (Galletas saladas)

Postres

Ingredientes

1 kilo de harina tamizada
250 g de margarina
1 vaso de aceite
2 cucharaditas de sal
2 cucharaditas de azúcar
1 sobrecito de de polvo de hornear (Afkat afia) (Baking Powder) o levadura liofilizada de cualquier otra marca.
2 vasos de agua tibia granos de ajonjoli (sumsum/sésamo)
1 huevo para pintar las piezas

Preparación

Mezclar los ingredientes hasta conseguir una masa suave y que no se pegue a los dedos. Dejar reposar media hora. Se pueden presentar con diversas formas: forma de deditos, círculos o en forma de pretzels como las que aparecen en la foto.
Batir el huevo y pintar las piezas con una brochita. Finalmente, espolvorear sobre las piezas con granos de ajonjoli. Hornear 180 grados hasta que estén doraditas.

Recetas Sefardies: Adafina

Ingredientes

2 kg de carne de pecho (o bien uno de peche y uno de jarrete)
Una mano de ternera
½ kg de garbanzos
24 patatas medianas, peladas y torneadas
10 huevos haminados (hervidos con 5 pieles de cebollas para que se oscurezcan)
Una cebolla entera con piel
350 ml de aceite de oliva de 0,4º
Macis (cáscara de nuez moscada)
Sal, pimienta y agua fría

Elaboración 

Poner la víspera los garbanzos en remojo.
Hervir los huevos junto con la piel de la cebolla para conseguir un color oscuro (huevos haminados).
En una cacerola de acero inoxidable, poner en este orden: aceite, garbanzos remojados, carne atada con cuerda, la mano de ternera, los huevos duros con cáscara, las patatas peladas enteras y torneadas.
Condimentar y cubrir con agua fría. 
Cocer, en cuanto salga la espuma retirarla.
Agregar "el relleno". 
Echar por encima un poco de caramelo oscuro, hecho con azúcar en una sartén adherente.
Tapar y dejar cocinar toda la noche a fuego muy lento

Relleno 

Mezclar ½ kg de carne picada con 100 gr de arroz poco hervido y 3 huevos batidos. Salpimentar, agregar nuez moscada. Este relleno se envuelve en una tela muy fina atando los bordes en forma de salchicha.


7. Fiestas del Pueblo Judio

Fiestas del Pueblo Judio

Destacan las fiestas más populares de la comunidad judía como son el Purim, o fiesta de la alegría; el Rish Hashaná, año nuevo judío; el Hannukah, fiesta de las luces; y el Sukot, o fiesta de las cabañas.

Escena de Séder de Pésaj

Las fiestas judías están muy reguladas por la liturgia y en ellas se observa un enorme cuidado en las comidas, celebraciones en la sinagoga, o en el comportamiento individual de los individuos respecto a la familia y la comunidad.

El día sagrado de la semana es el sábado (sábat), que comienza el viernes al atardecer, con el rezo en la sinagoga, la preparación de la cena y el encendido de dos velas.

Se interrumpen los trabajos cotidianos y mecánicos, permitiéndose tan solo aquellos vinculados con la celebración.

Si seguimos un sentido litúrgico recordaríamos entre septiembre y octubre los diez días temerosos (yamim noraim), que comienzan con la fiesta de Primero de Año (Ros ha-saná) y terminan con la fiesta de la Expiación o del Gran Perdón (Yon Kipur), es un período de gran solemnidad, austeridad, ayuno y penitencia, de recuerdo de los difuntos, de petición de perdón y de reconciliación con aquellos a los que se ha ofendido.

Durante el rezo en la sinagoga en este período se hace uso del característico cuerno (de carnero, gacela, chivo.) conocido con el nombre de sofar.

Continuaríamos con la festividad de las Cabañuelas (Sukot), una de las tres fiestas mayores junto a la Pascua (Pésah) y el Pentecostés (Sabuot), en la que se peregrinaba a Jerusalén. La Fiesta de las Cabañuelas, igualmente celebrada entre septiembre y octubre, dura una semana y rememora el tiempo en el que el pueblo hebreo estuvo errante entre su salida de Egipto y su llegada a la Tierra Prometida, por ello en su recuerdo las comidas principales se deben hacer a cielo abierto, bajo una pérgola, sencilla tienda, cabaña o cabañuela (suká) que permita la comunicación con el exterior. Termina esta fiesta con la exaltación de la Ley (Simjat Torá) revelada por Dios a su pueblo.

Cuando los días acortan su duración en el inicio del invierno, en diciembre, se celebran durante ocho días Las Luminarias o Consagración, la conocida Fiesta de Hanuka, que recuerda la victoria de los macabeos sobre los seleúcidas, y la purificación del Templo de Jerusalén en el 165 a.C. La leyenda cuenta como al procederse al encendido de la lámpara sagrada solo quedaba aceite para un día, pero estuvo encendida los ocho que duró la sublevación contra Antioco Epifanes al querer este sustituir el culto a Dios por el de Zeus. Por ello surge una pieza esencial la hanukiyá, lámpara con ocho cuencos más uno adicional auxiliar desde el que se van encendiendo día a día cada una de las lamparillas hasta que al final aparecen todas encendidas.


Hanukiyá

Al acercarse la primavera, entre finales de febrero o ya en marzo se celebra la fiesta de las Suertes (Purim) en la que se recuerda como los judíos se salvan de la persecución de Hamán, cortesano protegido del rey persa Asuero (¿Jerjes o Artajerjes?). 

Historia que se cuenta en el Libro de Ester, por lo que también es conocida esta fiesta con su nombre, ya que la salvación se produjo gracias a la intercesión de esta reina. Es una celebración muy alegre en la que se realizan multitud de juegos, los niños utilizan las carracas, se reparten dulces, aguinaldos, limosnas, etc. El Libro de Ester se lee en la sinagoga, escrito en un rollo (meguilá) de tamaño más pequeño que el rollo del séfer Torá.

Finalizaríamos con la Pascua (Pésah). Se celebra entre marzo y abril, y en origen tenía un claro sentido agrícola al marcar el inicio del ciclo vegetativo de la naturaleza. Conmemora la constitución de aquel pueblo hebreo que consiguió su libertad con el Éxodo del Egipto faraónico en dirección a la Tierra Prometida. El inicio de esta festividad, que dura ocho días, comienza en la casa con una cena ritual (seder) en la que se dispone con mucho cuidado una serie de alimentos con gran sentido simbólico que aluden en gran medida a su vida sometida en el país del Nilo, además se lee el Hagadá, o texto sagrado donde se cuenta el Éxodo.

Si en lugar de la liturgia nos centramos en el ciclo vital de los judíos señalaremos además tres importantes celebraciones igualmente muy reguladas con gran celo: la circuncisión, el matrimonio y la muerte. 

La circuncisión (berit milá), que se realiza a los niños a los ocho días de nacer si no hay ningún impedimento de salud, recuerda la alianza de Dios con su pueblo. Se realiza en la casa o en la sinagoga por el circundador (mohel) acompañado por el padre y el padrino (sandaq) acompañados por diez hombres adultos (minyán).

Cortejo fúnebre de la Agadá Morisca.

La formación de los niños en la sinagoga de los preceptos religiosos es muy importante y se culmina con la fiesta de la mayoría de edad a los trece años. Con anterioridad a la solemne ceremonia el todavía niño realizará (el lunes, jueves o sábado anterior) una exégesis o lectura comentada e interpretativa (darús) sobre algún texto bíblico siguiendo las directrices de la literatura religiosa hebrea (Talmud).

Tras la mayoría de edad el muchacho quedará sujeto a los preceptos religiosos de la comunidad (bar misvá) y podrá atar en su cabeza y en su brazo izquierdo las filacterias (tefilim) y cubrirse con el manto (talit) cuando así lo exige la liturgia.

La boda es otro de los momentos claves en la vida de todo judío.

Contaba con un contrato (ketubá) donde se fijan todas las cláusulas matrimoniales (dote, posible divorcio…). La fiesta se compone del compromiso (erusín) y de la santificación del matrimonio (quidusín). De nuevo se celebra en la sinagoga, bajo un palio (jupá) y ante la presencia mínima de los diez varones adultos (minyán).

La muerte o tránsito a la otra vida en espera de la resurrección es otro de los momentos importantes en la vida de todo judío. La preparación del moribundo, cuando era posible, del cadáver, de la mortaja, del enterramiento y funeral, y del luto seguían unos pasos muy bien definidos.

 Fiesta de Pascua o Pésaj entre los Sefardies

La fiesta de Pascua (una de las tres de peregrinación al templo de Jerusalén en tiempos bíblicos), se celebra durante ocho días del 15 al 23 de nisán , en el mes de abril.

Su origen se pierde en el tiempo, ya que era una fiesta de pastores a la que se unió otra de carácter agrícola, la de los ácimos, en la que está prohibido el consumo y posesión de pan y de cualquier producto con levadura. 

Luego pasó a ser la fiesta de la libertad, en conmemoración de la liberación de los judíos de la esclavitud egipcia, según se narra en el libro bíblico del Éxodo.

La salida de Egipto se rememora todos los años en el "orden" (séder) de las dos primeras noches de Pascua, durante el cual se cena en familia y se lee la Agadá , relato en hebreo del Éxodo según textos rabínicos.

En las fechas previas a la Pascua , hay que hacer en las casas y propiedades judías una meticulosa limpieza para eliminar de utensilios y vestidos cualquier resto de alimento que contenga levadura, ya que según cuenta la Biblia los judíos salieron de Egipto tan deprisa que no hubo tiempo para que la masa leudara. Un preciso ritual indica la manera de proceder con esos alimentos y con los recipientes que los han contenido, siendo costumbre tener una vajilla especial para usarla sólo en Pascua.

El séder tiene como objeto primordial revivir y hacer comprender a los niños el hecho milagroso de que fueron protagonistas los antepasados judíos. Por eso el momento culminante es cuando casi al comienzo de la Agadá el más pequeño de la casa (o en su defecto la mujer) hace la pregunta: "¿Por qué esta noche es diferente de todas las otras noches?".

Para la cena se prepara un plato en el que se ponen varios alimentos que deben consumirse en el séder y que simbolizan las penalidades y sufrimientos de los judíos en Egipto así como la intervención milagrosa de Dios a favor de su pueblo; a saber:

- Tres panes ácimos (masot) , puestos uno encima del otro, que son el símbolo de los tres sectores del pueblo judío: sacerdotes, levitas y el resto del pueblo.

- Verduras amargas (maror) , como lechuga, endivia, rábanos picantes, berros, etc., que son el símbolo de la amargura de la esclavitud.

- Una pasta (jaróset) hecha con frutos secos, canela, miel, manzana y vino: recuerda el mortero con que se hicieron las construcciones para el faraón de Egipto.

- Un trozo de brazo (zeroa) de cordero, que representa el brazo tendido de Dios que liberó a los hijos de Israel de la esclavitud.

- Apio (karpás), la primera hierba amarga, que se moja en un recipiente con vinagre o agua salada.

- Un huevo (besá) cocido, comida propia de luto, que simboliza la fugacidad de lo terreno y alude al dolor por la destrucción del templo de Jerusalén.

- Un recipiente con agua salada o vinagre para mojar el karpás, que recuerda las aguas del mar Rojo que hubieron de atravesar los israelitas en su huida.

Durante la celebración cada uno de los comensales debe tener un Agadá, libro que contiene la Agadá o relato del éxodo que contiene elementos narrativos y folclóricos, y se lee durante la cena; es en realidad un manual para el séder que contiene el texto hebreo y frecuentemente se traduce a otras lenguas.

Durante la cena se bendicen y se consumen cuatro copas de vino, cuyo significado explican la Biblia y el Talmud. Una de ellas se refiere a la promesa de redención divina a Israel expresada en cuatro verbos en primera persona (Ex 6, 6-7) ". os sacaré. os libraré. os redimiré. os tomaré". En la Torá se prevé una quinta copa para el profeta Elías, presente en todas las celebraciones judías, y que se consumirá si alguien ajeno a la familia, se uniese a la celebración, símbolo de la hospitalidad que debe reinar en todo hogar judío, en especial en esta celebración.

En el norte de África, especialmente en Marruecos, se celebraba (la séptima noche dePésaj), la Mimuna, fiesta con distintas interpretaciones como la que indica que se conmemora el fallecimiento del padre de Maimónides, rabí Maimón, aunque la explicación más aceptada es la que supone que la palabra es una deformación de la hebrea emuná(fe). Esta celebración se ha generalizado en el Estado de Israel.

Existen otras fiesta en el calendario judío: Tu-Bisvat (15 del mes Sevat) en la que se conmemora el año nuevo de los árboles, Yon ha-Azmaut y Día de la Independencia , que conmemora la creación del estado de Israel en 1948, Tisá be-Ab (9 de Ab ), fecha en la que se conmemora la destrucción del Templo.

Raíces judías de la Fiesta de las Cabañuelas

Sucot (hebreo, סֻכּוֹת (sin puntuación diacrítica, סוכות, sukkōt), "cabañas" o "tabernáculos") es una festividad judía, llamada también precisamente «Fiesta de las Cabañas» o «de los Tabernáculos», que se celebra a lo largo de 7 días en Israel (del 15 al 22 de Tishrei, en septiembre-octubre) y 8 días en la diáspora judía (hasta el 23 de ese mes). 

Es una festividad de origen bíblico que rememora las vicisitudes del pueblo judío durante su deambular por el desierto, y la precariedad de sus condiciones materiales simbolizada por el precepto de morar en una cabaña provisoria o sucá, luego de la salida de la esclavitud en Egipto: "A los quince días de este mes séptimo será la fiesta solemne de los tabernáculos a Di-s por siete días" (Levítico 23:34).

Junto a las de Pésaj y Shavuot, es considerada una de las festividades más importantes del judaísmo (por ser una de las tres peregrinaciones), en las que se acostumbraba -en la época del Templo de Jerusalén- peregrinar a Jerusalén, más precisamente al Templo de Jerusalén quedando prácticamente vacío todo el Reino de Israel.

Esta festividad consiste de dos días no laborales (1 en Israel, 2 en el resto del mundo) y 4 días festivos laborables (Jol Hamoed) (5 en Israel). 

Estos son seguidos por la fiesta de Shminí Atzeret y Simjat Torá, considerada una festividad distinta de Sucot, constituida por 2 días no laborables (1 en Israel, 2 en el resto del mundo).

Los días festivos no laborables tienen las mismas prescripciones que Shabat, con la diferencia de que en Sucot está permitido cocinar y cargar cosas en áreas públicas sin necesidad de un Eruv.

La festividad de las Cabañuelas (Sukot), es una de las tres fiestas mayores junto a la Pascua (Pésah) y el Pentecostés (Sabuot), en la que se peregrinaba a Jerusalén.

La Fiesta de las Cabañuelas, igualmente celebrada entre septiembre y octubre, dura una semana y rememora el tiempo en el que el pueblo hebreo estuvo errante entre su salida de Egipto y su llegada a la Tierra Prometida, por ello en su recuerdo las comidas principales se deben hacer a cielo abierto, bajo una pérgola, sencilla tienda, cabaña o cabañuela (suká) que permita la comunicación con el exterior.

Termina esta fiesta con la exaltación de la Ley (Simjat Torá) revelada por Dios a su pueblo.

El Purim

La festividad gira en torno al agradecimiento por el milagro de salvación del pueblo judío en el Imperio persa. 

Sin embargo, dado el carácter nómada de esta comunidad, los hebreos han establecido nuevos Purim en otros lugares del mundo; a causa de episodios violentos donde corrieron el riesgo de ser erradicados.

Los hispanojudíos estuvieron en grave peligro en diversas ocasiones durante la Edad Media en España, y en honor a la intercesión divina decidieron establecer «Segundos Purim» que conmemorasen su salvación en Granada y Castilla. 

No obstante, para entender la razón de ser de estas celebraciones las Novenas Jornadas Sefardíes de la Rioja resucitan a través de «las coplas» a la heroína del pueblo hebreo: la Reina Esther.

La lealtad de una Reina con su pueblo

En el siglo V a.C, el Rey Asuero- también conocido como Jerjes- convocó a todos los príncipes y gobernantes del Imperio Persa en una fiesta que duró alrededor de seis meses, donde todos juntos, entre vinos y manjares, prepararían una venganza contra los griegos.

La primera esposa de Jerjes, la Reina Vasti, ofendió a los invitados y al rey cuando no respondió a la llamada para presentarse en los banquetes. De esta manera, Asuero decide destituirla y buscar una nueva mujer.

Los cortesanos le sugirieron romper la tradición -casarse con la hija de alguno de los siete consejeros del reino- y contraer nupcias con cualquier chica hermosa y virgen del Imperio.

Entre aquel montón de doncellas se encontraba Esther. Esta joven judía y huérfana- fue criada por su primo, el rabino Mardoqueo, quien la amaba como a una hija. Su tutor le suplicó que por su seguridad nunca revelase su credo. Aún temerosa de aquel hombre, Esther se encomendó a un eunuco llamado Hegai, quien la vistió y preparó para la cita con un Rey hastiado de ver mujeres y mujeres. Asuero se enamoraría nada más verla.

Mardoqueo gozaría de una posición privilegiada entre los visires del Rey, gracias a encontrarse en el momento y lugar adecuados cuando descubrió un complot contra Asuero; a quién le hizo saber el peligro que le acechaba. Sin embargo, el consejero favorito del soberano, Amán, estaba muy molesto con el rabino por no haberse inclinado a sus pies. La indiferencia de éste despertaría la ira contra él y el pueblo de Israel.

Jerjes, conocido por su avaricia, que le ofreció más riquezas para su Reino, pero con la condición de que elaborase un decreto que le permitiera erradicar a todos los judíos del Imperio persa. Cuando el monarca aceptó los regalos, su guerra personal contra Mardoqueo pareció cantar victoria.

El rabino acudió junto a la Reina Esther y pidió que intercediera por sus correligionarios. Temerosa de la posible reacción de su Rey, titubeó por miedo a ser asesinada por su propio marido.

«No pienses que estando en el palacio del rey sólo tú escaparás entre todos los judíos. Porque si permaneces callada en este tiempo, alivio y liberación vendrán de otro lugar para los judíos, pero tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para una ocasión como ésta tú habrás llegado a ser Reina?», Ester 4:13-14.

Con las sabias palabras del rabino, Esther sintió la mano de Dios en su alma. Por lealtad a su pueblo accedió imponiendo a todos los judíos un ayuno de tres días, pues a través de ella se daría la intercesión divina.

«Y así iré al Rey, lo cual no es conforme a la ley; y si perezco, perezco», Ester 4:16.

Aunque su marido no la había tocado en treinta días- asunto que alimentaba la inseguridad de Esther, pues en el aparente desinterés podría brotar la crueldad hacia ella- la recibió con todo el amor y dispuesto a complacerla.

Sin embargo, la intuición y la prudencia de esta heroína le impidieron revelar el motivo de su aflicción, para con ella y el pueblo de Israel. Inteligentemente, Esther convidó a su marido y a Amán a dos banquetes, lo que hizo que gozara aún más del favor de su marido.

Cuando el segundo festín terminó, Amán -que desconocía la verdadera causa de la reunión- fue sorprendido por la confesión de su Reina y por lo tanto de su acusación; señaló al visir por condenarla a ella y a todos los judíos del Imperio persa a muerte. Asuero, enamoradísimo de su esposa, condenó al visir a la horca y con ello delegó el poder a Mardoqueo para anular el decreto de exterminación.

Un día después de que colgasen al ruin consejero, el rabino instauró el «Purim» en agradecimiento por el milagro. Este carnaval se celebraría todos los años para conmemorar la intercesión divina a través de la lealtad de Esther.

Segundos Purim

«A lo largo de la Historia los judíos han mantenido la creencia de que han sido salvados de un grave peligro. Por esta razón, frente al alto riesgo de haber sido erradicados en más de una ocasión en distintas localizaciones de España; los hispanojudíos, agradeciendo la intercesión divina, han establecido su propio Purim local», sostiene Uriel Macías, coordinador de las Novenas Jornadas.

Se tiene conciencia de al menos dos episodios en el Sefarad -como así se referían a la Península-, en donde se corrió el riesgo de pogromo de este colectivo.

Durante la guerra librada entre los reyes de Almería (Zuhaír) y Granada (Badis ben Habús), Samuel Negrella -visir del soberano granadino, poeta y máximo representante espiritual del judaísmo en la península- narraría la batalla en 41 poemas. Este rabino establecería un carnaval local en agradecimiento a Dios, por librarse la comunidad de la crueldad de Zuhaír.

«En la España musulmana, en el año 1038, se libró una batalla entre los ejércitos de Granada y Almería, cerca de la aldea de El Fuente. ... Tenía muchas razones para temer que la derrota de Granada significaría no sólo su caída personal, sino la de toda la comunidad judía. Por esto, cuando las fuerzas de Granada resultaron victoriosas, declaró un Segundo Purim» explica Yosef Hayim Yerushalmi en su obra «Zajor: la historia judía y la memoria judía».

El Purim: la protesta contra el silencio

Durante la festividad se deben tener presentes los cuatro «mitzvot» o mandamientos : la lectura de la «Meguilá» (o los rollos de Esther), la celebración y regocijo, la «Mishloaj Manot» (enviar comida a los amigos) y «Matanot la Evionim» (dar caridad a los pobres).

El día anterior al carnaval, los judíos hacen ayuno en recuerdo de los tres días que permanecieron sin comer ni beber mientras ocurría el milagro de la salvación. Esa misma noche se lee la Meguilá en las casas. Durante la mañana del día siguiente la gente asiste disfrazada a la sinagoga para escuchar la lectura de «El Libro de Esther»; cuando mencionen el nombre del malvado Amán hacen sonar las carracas.


Los judíos se conciben como un solo pueblo, por lo que si un hijo de Israel está necesitado no tiene ningún sentido celebrar el Purim. De esta manera, al salir del templo se reparte caridad entre los pobres y golosinas a los amigos.Foto de archivo de dos Hasidims en el Purim-EP

Sin embargo, el ayuno, el disfrazarse y el hacer ruido en la sinagoga tiene un significado que va más allá de la fiesta: la reivindicación del judaísmo frente a la opresión.

«La mejor arma de un judío es el reconocimiento de que la fuerza y la victoria vienen solamente a través de Dios», Éxodo 17:10.

Los hebreos tienen la creencia de que el ayuno eleva su espiritualidad. El debilitamiento de sus fuerzas les hace entrar en un estado de mayor conciencia, de la cual brota la inspiración.

El origen del disfraz radica en la verdad oculta. Por protección, Mardoqueo le había ordenado a Esther que no revelara su verdadera identidad. El pueblo de Israel creía que el silencio era la mejor arma contra el antisemitismo.

Incluso para la ortodoxia judía, hacer ruido en la casa de la oración ese día es un acto de fe y protesta. Amán no fue el único peligro frente al que permanecieron callados a lo largo de la Historia; por esa razón se debe hacer ruido frente a las amenazas.«El humor es otra de las armas con las que el alma lucha por su supervivencia. Es bien sabido que, en la existencia humana, el humor puede proporcionar el distanciamiento necesario para sobreponerse a cualquier situación, aunque no sea más que por unos segundos»Viktor Frankl, Psiquiatra austríaco


Respecto a otras celebraciones judías, aún en la profundidad que implica el agradecimiento, es un día desenfadado con la obligación de divertirse y hacer reír a los demás. «En el Purim está bien visto excederse un poco», asegura Uriel Macías.

8. La Mujer Judía en la España Medieval


LA MUJER JUDIA HISPANA EN SU VIDA PRIVADA 2.1.

La mujer en el seno de la familia judía hispana

En las comunidades hebreas de la Edad Media el núcleo básico de organización social es la familia, entendida en sentido estricto o familia conyugal —el matrimonio con o sin hijos—, o en sentido amplio —todos los individuos ligados por los mismos lazos de sangre y parentesco—. 

Aun cuando no existen elementos suficientes que permitan asegurarlo con certeza absoluta, parece claro que desde la más remota antigüedad la familia judía se organiza según su «estricto régimen patriarcal», lo que en la Edad Media hispana puede observarse tanto en la frecuente omisión de la esposa y madre en las escasas noticias que la documentación medieval ha conservado sobre la familia judía, como en las referencias genealógicas y onomásticas .

Así, la individualización de la persona judía se realiza por la filiación, y ésta viene siempre dada por el nombre paterno ^, siendo muy rara una filiación por línea femenina.


La onomástica contribuye también a reafirmar la hipótesis de la familia patriarcal, ya que por regla general los hijos mayores, fueran varones o hembras, reciben el nombre de sus abuelos paternos. Así, pues, y en virtud de su carácter patriarcal, el varón ejerce la autoridad suprema de la familia judía ^ en tanto que el papel de la mujer queda prácticamente limitado, al cumplimiento de las obligaciones derivadas de su condición de esposa y madre, así como a la realización de los trabajos domésticos. De este modo, en las relaciones familiares pueden apreciarse algunos rasgos de la manifiesta inferioridad jurídica de la mujer en la sociedad judía medieval.

En tanto permanecía soltera, la mujer se encontraba en una situación de inferioridad jurídica, estrictamente sometida a la autoridad del padre, o de un tutor en el caso de fallecimiento de éste. Al contraer matrimonio la mujer quedaba bajo la autoridad del marido, a quien debía obediencia, fidelidad y afecto. 

Para la educación moral, religiosa y civil de la mujer, el marido tenía una autoridad sin límites, de tal forma que, incluso, el Derecho penal no consideraba como punibles las heridas y los golpes infligidos por el marido a su mujer —lo mismo que los del padre al hijo menor de edad, o los del maestro al discípulo—, ya que el Derecho presupone que el castigo tiene como finalidad la corrección y enmienda.

Por otra parte, y como veremos más adelante con mayor detenimiento, todos los bienes que la mujer aportaba al matrimonio como dote.así como los que heredaba y los que adquiría con su trabajo, pertenecían al marido, quien podía disponer de ellos libremente, como si fueran de su entera propiedad. En estrecha conexión con todo ello, las mujeres casadas no tenían capacidad para realizar donaciones de bienes sin la autorización de su marido. 

No obstante todo lo dicho hasta aquí, y a pesar de algunas burlas y sátiras misóginas ^ —algunas de origen no judío—, el sentimiento que rodea a la mujer es el de afecto y respeto. Es este el sentimiento que expresa de forma magnífica el poema «Eshet Hayil» («La mujer fuerte»), que se contiene en el capítulo XXXI, versículos 10-31, del Libro de los Proverbios''.

Se trata de uno de los poemas más bellos de la Biblia, fuente de inspiración para obras como La perfecta casada de fray Luis de León o el De Institutione feminae christianae de Luis Vives, y en el que se traza el cuadro de la mujer judía ideal, constituyendo un auténtico abecedario de la buena ama de casa. 

Pese a que algunos autores han visto en este poema un sentido alegórico, de tal forma que con él se pretendería una glorificación de la Ley judía, del Shabat o de la «Shekhina» (la «presencia divina», en círculos cabalísticos), nada le priva del innegable homenaje que rinde a la mujer, «revestida de fuerza y dignidad», «que abre la boca con sabiduría», «cuya enseñanza es bondadosa», y «a la que sus hijos felicitan y su marido elogia».

La religión judía consideraba al «matrimonio» como el estado social perfecto, de tal modo que una máxima talmúdica maldice al judío que deja pasar la edad de veinte años sin contraer matrimonio. Para el judaismo la vocación del hombre y de la mujer debe ser la unión fecunda, lo que tiene su justificación en el precepto divino de «creced y multiplicaos» (Génesis, I, 28). 

Por ello continuamente se exaltan las instituciones de la familia y del matrimonio; en época postbíblica la legislación rabínica favoreció los matrimonios en edad temprana, de tal modo que la edad mínima para contraer matrimonio se fijaba en trece años para los varones y en doce para las mujeres .

Así, pues, la mujer judía, al igual que la mujer cristiana, era educada primordialmente para el matrimonio y para la maternidad. Teniendo en cuenta que en el mundo medieval era fundamental la perpetuación del linaje, la mayor honra que a una mujer podía caber era el proporcionar descendencia a su marido. A ello se unía entre los judíos la imperiosa necesidad de procreación para perpetuar el grupo, a lo que muy probablemente pueda deberse la mayor fertilidad de los matrimonios judíos, con respecto a los matrimonios cristianos, en la España medieval.

Por ello, la esterilidad de un matrimonio era causa de deshonra para la mujer, y podía, incluso, ser motivo de la disolución del vínculo matrimonial. Con la misma finalidad de favorecer la procreación, la ley judía permite la «poligamia», y éste parece que fue el estado matrimonial propio de los judíos en la Antigüedad. 

Sin embargo, desde el siglo xi termina imponiéndose el «matrimonio monogámico» en todas las comunidades hebreas europeas, por la decidida acción de los autores rabínicos, que tenían como uno de sus objetivos prioritarios la mejora de la condición legal y social de la mujer. La poligamia persistió durante mayor tiempo en las comunidades del mundo mediterráneo, especialmente en el mediodía francés y en la Península Ibérica —todavía en el siglo xiii era práctica usual en las comunidades hebreas aragonesas—, pero a lo largo de la Baja Edad Media desapareció paulatinamente.

El «matrimonio judío» se sustenta en la «ketubah» o contrato nupcial otorgado por el futuro marido a la novia, en la que se regulan todas las condiciones del matrimonio: se especifica la promesa de fidelidad, protección y sustento por parte del marido a la mujer, y se fijan la dote que entregará el novio a la novia y el ajuar que aportará ésta. La «ketubah» se trata, en definitiva, de un documento que procuraba la protección de la mujer en el matrimonio.

Esta pretensión de garantizar la condición de la mujer al contraer matrimonio queda claramente manifiesta en las «Taqqanot» u Ordenanzas redactadas en el año 1432 por una comisión de notables judíos y de representantes de las aljamas del reino de Castilla que, bajo la presidencia de don Abraham Bienveniste, rabi mayor de los judíos de Castilla, y con el beneplácito de don Alvaro de Luna, se reunió en Valladolid con el fin de redactar unos estatutos que en adelante sirvieran como norma de gobierno para todas las comunidades hebreas castellanas. El capítulo tercero de estas «Taqqanot» se ocupa de la regulación del tema de los matrimonios, estableciendo diversas disposiciones que tratan de garantizar la condición de la mujer:

1. Se prohibe acudir a reyes o a señores con el fin de obtener cartas que forzasen la voluntad de los contrayentes.

2. Se prohibe hacerse acompañar de autoridades cristianas a fin de presionar a mujeres honradas a aceptar el matrimonio.

3. Los desposorios habrían de celebrarse en presencia de diez testigos, parientes y ancianos judíos (los «diez adultos de Israel»), y ante el padre o el hermano de la novia, que otorgaban el consentimiento al matrimonio, entregaban a la joven y bendecían las arras.

Por otra parte, en ocasiones los padres de la novia exigían del novio un compromiso formal de no repudiar nunca a su mujer. Asimismo era muy frecuente que en el contrato de esponsales el novio se comprometiera a tratar siempre bien a su esposa, lo que invita a pensar que los malos tratos a las mujeres por parte de sus maridos debían ser frecuentes, especialmente en los estratos sociales más bajos. El matrimonio era, en general, más el resultado de una conveniencia que de un amor sincero entre los contrayentes.

Con frecuencia en las familias más poderosas servía como sello de un compromiso entre dos familias, que muchas veces se suscribía siendo menores de edad los futuros contrayentes. De esta forma se conseguía estrechar lazos entre dos familias o se evitaba la dispersión del patrimonio familiar. Esta realidad provocó una fuerte endogamia en las familias más poderosas, con matrimonios frecuentes entre primos hermanos.

Como ya he señalado anteriormente, la finalidad primordial del matrimonio era la «procreación», de tal modo que se asegurara la perpetuación del linaje. Por ello, la ley judía creó una institución peculiar conocida con el nombre de «levirato», que aparece regulada en el capítulo XXV, versículos 5 y 6 del Deuteronomio:

5. Cuando unos hermanos vivan juntos y uno de ellos muera sin tener un hijo, la mujer del difunto no habrá de casarse fuera con hombre extraño; su cuñado se llegará a ella y la tomará por esposa y cumplirá con ella la ley del levirato.

6. El primogénito que ella dé a luz deberá llevar el nombre del hermano difunto, para que su nombre no sea borrado de Israel.» 

Asi pues, si una mujer quedaba viuda sin haber dado descendencia a su marido, uno de los hermanos del difunto debía contraer matrimonio con ella, una vez que hubieran transcurrido los tres meses de duelo obligado, y siempre que hubiera uno que pudiera cumplir con ello sin romper otro compromiso anterior. 

Si habiendo un hermano del difunto en condiciones de contraer matrimonio no lo hiciera, ni la viuda ni él mismo podrían casarse en tanto ésta no le librara de la obligación mediante la ceremonia de la «baliza», regulada en los versículos 7 a 10 del capítulo XXV del Deuteronomio, y que tenía por objeto humillar públicamente al hermano del difunto, que se negaba a perpetuar su linaje:

7. Pero si al hombre no le agrada tomar a su cuñada, ésta subirá a la puerta adonde los ancianos, y dirá: "Mi cuñado se niega a perpetuar el nombre de su hermano en Israel; no quiere cumplirme la ley del levirato."

8. Entonces los ancianos de aquella ciudad le llamarán para interpelarle. Si se presenta y dice: "No me agrada desposarme con ella".

9. Su cuñada se acercará a él en presencia de los ancianos, le quitará el zapato de su pie y le escupirá a la cara, y, tomando la palabra, dirá: "iAsí se hace con el hombre que rehusa edificar la casa de su hermano!"

10. Y se le apodará en Israel: "Familia del descalzado"». Pese a que no existe documentación suficiente que permita asegurar que el levirato se practicaba frecuentemente en las comunidades hebreas hispanas, todo hace pensar que así debía ser, ya que en los escritos de los rabinos españoles hay frecuentes alusiones al levirato, otorgándole siempre prioridad sobre la «baliza»

La esterilidad de un matrimonio podía ser causa de la ruptura del vínculo contractual. Así, la ley permitía que al cabo de diez años de relaciones infecundas el marido otorgara a su mujer «carta de repudio» o de «guete». 

Pese a esta permisividad de la ley, los autores rabínicos medievales —como hemos visto antes, abiertamente partidarios de la monogamia— consideran el divorcio como un atentado contra el matrimonio monogámico, incluso en los casos de ausencia de hijos. La ley judía condena sin paliativos el «adulterio» pero, por el contrario, tolera el «concubinato», justificado por sus relativamente frecuentes referencias en la Biblia. Algo similar sucede en la sociedad cristiana medieval, en la que asimismo se toleraba.

El Talmud no resuelve con claridad el tema del concubinato, pero sí existe alguna alusión a él en los autores rabínicos; para éstos una concubina es una mujer con la que se cohabita y con la que existe una promesa matrimonial, pero a la que todavía no se ha otorgado la «ketubah», por lo que no se trata de la esposa legítima. Diferente del concubinato era la simple «cohabitación», no regulada por la ley y que entraba en el ámbito de la moral.

En estos casos la mujer tenía plena libertad para abandonar al hombre cuando lo deseara. En el caso de relaciones de este tipo entre amo y criada, la familia de ésta podía solicitar en cualquier momento la anulación del contrato de servicio doméstico que la ligaba a su amo. Precisamente fue la posibilidad de abusos sexuales de los señores con sus criadas, así como el temor al proselitismo religioso judío, lo que motivó las reiteradas prohibiciones de las autoridades eclesiásticas y de las Cortes bajomedievales castellanas para que los judíos tuvieran en sus casas criadas o nodrizas cristianas.

9. Hechiceras y Curanderas Judias en la Edad Media

La superstición y la magia ocuparon también un importante lugar entre las costumbres y prácticas de los judíos hispanos, lo que queda totalmente corroborado en el elevado número de judaizantes que aparecen en los procesos inquisitoriales de hechicerías a lo largo de los siglos XV y xvi, así como en la frecuencia con que en dichos procesos se encuentran alusiones a manuscritos hebreos de experimentos y prácticas mágicas, que generalmente tenían su origen en libros supersticiosos y cabalísticos, en los que los judíos obtenían fórmulas para la curación de todo tipo de males.

La influencia de los judíos en la hechicería hispana iba a ser, además, de extraordinaria importancia, ya que junto con los musulmanes sirvieron como transmisores de creencias y ritos orientales. 

En definitiva, hay que resaltar el elevado número proporcional de judeoconversos que en relación con los cristianos aparecen en los procesos de hechicerías a lo largo de los siglos xv y xvi.

A través de estos mismos procesos puede observarse también que es mucho mayor el número de mujeres judías y judeoconversas dedicadas a hechicerías y prácticas mágicas que el de hombres, lo que indudablemente se encuentra en estrecha relación con el hecho de que la mujer está siempre mucho más apegada a la tradición que el hombre.

Esto se manifiesta entre los judeoconversos en que, por ejemplo, la mujer es generalmente la que conserva más profundamente las costumbres y ritos judíos. A ello podría unirse la afición y atracción que, según el Talmud, siente la mujer hacia todo lo oculto ''. 

Así, pues, son bastante frecuentes las referencias documentales a mujeres judías hechiceras y curanderas, que encontraban en la adivinación del futuro, en el desaojamiento o en el curanderismo su medio de subsistencia.

Aunque aparecen también mujeres jóvenes, en general eran pobres y viejas, en muchos casos viudas o abandonadas por sus maridos, y que con frecuencia a cambio de sus hechizos, sortilegios y curaciones no recibían un pago en metálico sino un sustento alimenticio que les permitía sobrevivir.

Normalmente debían incluso acudir a otros oficios de escasa importancia, como el de lavanderas o hilanderas, o participar en los trabajos del campo, especialmente en las épocas de la vendimia y de la recolección. Las hechiceras y curanderas judías atendían no sólo a los judíos sino también a judeoconversos, que acudían a ellas en busca de remedio para sus males, males que con frecuencia se achacaban al mal de ojo.

En resumidas cuentas, la mujer judía jugó un importantísimo papel en las prácticas de hechicería, superstición y curanderismo en los reinos hispánicos de la Edad Media, dejándose sentir su profunda influencia en los primeros tiempos de la Edad Moderna a través de las judeoconversas y judaizantes, que en buena medida conservaron las costumbres y prácticas hebreas

10. Croquis de nuestra ruta en la Judería de Toledo


Desde la Judería primitiva o Madinat al-yahud, delimitada por las aguas del río entre sus dos grandes llamadas, la puerta emblemática del Cambrón y el llamado puente de San Martín. Luego la Assuica, zoco o mercado, situado en la zona en torno a San Juan de los Reyes y la calle del Ángel.

Tal vez, en aquella calle de Santo Tomé, en la actual plaza del Conde y la primera parte de las calles de Alamillos y San Juan de Dios, se cruzaban diariamente Joseph ibn Ezra, en el siglo XII con las familias que, huyendo de los almohades, venían a afincarse a esta ciudad, modelo y ejemplo de la convivencia pacífica entre los pueblos.

Luego, en el Montichel, esa zona de paseo entre San Cristobal y la calle de los Descalzos, sin olvidar los Caleros en torno a la plaza de Valdecaleros y sus numerosas callejuelas que le dan vida a su alrededor.

El barrio de Hamanzeite, el de Arriaza, cerca de las carnicerías o el Alacava, muy habitado y popular, inducían al encuentro y desencuentro.

Pero todos querían acercarse a la sinagoga de Samuel Ha-Leví o bien llamada del Tránsito. Fue construida muy tarde, allá por el siglo XIV. Hecha por artesanos de la piedra y sobre todo, aquellos talladores venidos de Tudela, dominadores de ese estilo gótico-mudéjar, por el tesorero del rey Pedro I, el Cruel.

Los grupos, según vivieran en uno u otro barrio, recorrían la ciudad, visitaban a sus familias de artesanos, hablaban de la Torá y sentaban todos sus planteamientos morales.

Tal vez, los de Caleros, se cruzaban con los cristianos que iban a la iglesia de Santo Tomé, mientras ellos iban a su sinagoga por el ajibillo de Caleros; quizás, dejando de lado las dos sinagogas del siglo XII, la de Yosef ben Shoshan o Santa María la Blanca, mudéjar también, o la de Soler, que era la del escriba y que reunía a los maestros de las madrazas del barrio de Alacava.

Paseo Judería

El Toledo judío me maravilla. Me hace sentirme pleno de alegría por contemplar tanta riqueza arquitectónica entre el sentimiento de una cultura eterna.

Pasar por la casa del judío en la actual Travesía de la Judería, número 4, o por la llamada Calle Grande, esa actual bajada de San Martín, o por el Degolladero, palabra que aludía al “matadero judío”, cerca de ese horno de pan cuya aroma inundaba todo el barrio.

Es increíble, porque aún ahora se mantiene vivo en la esperanza de seguir inmerso en la grandeza de su cultura religiosa. Sus pensadores, hombres grandes de periodos confusos, hicieron más grande el Toledo medieval.

Samuel Ha-Leví dijo con voz pausada, mirando el mercado de la Assuica, en la zona de San Juan de los Reyes:

– Me dormí y soñé que la vida era belleza; me desperté y ví que era deber.
Todo era un pensamiento imbuido por sus sentimientos de la ciudad que les había visto nacer y que les arropaba con orgullo.

Después, él y algunos más, bajaban hasta la actual Casa del Greco donde antaño estaban sus baños, ene se barrio de Hamanzeite, en ese segundo nivel, debajo de la alcoba del antiguo palacio, al lado del aljibe. Allí, entre las aguas que limpiaban impurezas mundanas, compartían sus ensayos, pensamientos, vivencias y diatribas morales de alto fluir entre los suyos. Eran los grandes de la Judería.



Baños del Caballel

Pero éste no era su único baño, pues daban a la limpieza del cuerpo tanta importancia como a la limpieza del alma. Por eso, el baño de Hamman, el de San Juan de Dios, el de la calle del Ángel con sus cuatro salas, reutilizado después como baño privado o litúrgico unido a las sinagogas de al lado; el baño del callejón de Caños de Oro, el de la Alacava o el de Santa Ana, debajo de esa capilla a la santa que después allí se ubicase.

Todo en grandeza para sentirse plenos entre la ciudad universal, reina de reyes.

Al final, cerca del llamado castillo viejo de los judíos, al lado del jardín de San Juan de los Reyes, ibn Ferrusel dejaba constancia de su labor, mientras en la Escuela de Traductores Moshé Cohen, traduciría obras de astronomía del árabe al romance, mientras entre tiempo de descanso dedicaba sus buenos artilugios didácticos al tema de la magia de aquel conocido Picatrix.

11. Lugares Imprescindibles a visitar

Juderia de Toledo

Qué ver en la judería de Toledo

Los lugares más destacados del barrio judío de Toledo son la Judería primitiva; la calle Santo Tomé, que constituía en el siglo XV la puerta mayor de la judería; el barrio de la Assuica; el barrio de Arrianza; la cerca de Montichel; el barrio Alacava, que era el más habitado; y el barrio de Bab Alfarach. 


También se pueden visitar algunos mercados o baños ubicados por toda la zona, además de las seis sinagogas entre las que destacan la del Tránsito y la de Santa María la Blanca.

La sinagoga del Tránsito es excepcional y no solo por su belleza, pues fue la única construida en el Reino de Castilla cuando ya estaba prohibido erigirlas. Como agradecimiento al apoyo de los judíos de Toledo y, en concreto, al poderoso tesorero Samuel ha-Leví, Pedro I hizo esta excepción. 

Actualmente es el Museo Nacional de Arte Hispanojudío y Sefardí.

Por su parte, la sinagoga de Santa María la Blanca se construyó a finales del siglo XII, durante el reinado de otro monarca simpatizante de la comunidad judía, Alfonso VIII. Se caracteriza por su estilo mudéjar debido a la participación de arquitectos islámicos en su construcción, con un entramado de columnas, arcos de herradura y motivos geométricos y vegetales. Su pureza y grandiosidad impresionan nada más entrar.


La judería más importante de España

Poetas, artesanos, hombres de letras, comerciantes y rabinos hicieron de la comunidad judía de Toledo la más poblada y rica del Reino de Castilla en los siglos XII y XIII. La convivencia con musulmanes y cristianos fue, más o menos, pacífica durante siglos; pues los judíos vivieron épocas de paz pero también se vieron perseguidos en muchas ocasiones. 

En 1492 los Reyes Católicos decretaron su expulsión con lo que la mayoría tuvo que abandonar la ciudad. Los conversos pudieron quedarse pero siguieron siendo discriminados.

Para dar una nueva vida a la judería se han tomado una serie de medidas, entre las que se encuentra la señalización de la misma a través de más de 500 azulejos colocados en la suelo. Estas baldosas marcan los límites de la judería así como los sitios y monumentos más importantes. 

Se trata de tres símbolos que se repiten constantemente: la Red de Juderías de España; la menorá, que es el candelabro judío de siente brazos; y la palabra jai, que significa vida en hebreo.

Lo primero de todo te quiero situar un poquito.

La judería de Toledo se encontraba en las calles pegadas al río Tajo más o menos en la zona oeste del casco antiguo.

En el mapa está coloreado con un tono más intenso la zona de la judería toledana y en marrón los edificios o monumentos más representativos de esta parte del casco antiguo.


Del Cambrón de la Puerta de los Judios de Toledo

Historia de la Puerta de la judería toledana, que dejó de llamarse “de los judíos” en el S XV, tras el edicto de expulsión de los Reyes Católicos.

Puerta del Cambrón o de los Judios, Toledo

Al oeste del recinto amurallado de Toledo, mirando por un lado al Tajo y, al otro, abriendo paso por la calle donde hoy está el instituto de bachillerato “Sefarad”, se erige la que hoy se conoce como Puerta del Cambrón, que anteriormente fue conocida como Puerta de los Judíos.

Esa puerta, así llamada por ser la única vía extramuros en la judería toledana, no se sabe a ciencia cierta cuándo se construyó. 

Así de antigua es. Pero, aunque lo que hoy mayormente vemos es una construcción del S. XVI, esto es , después de la expulsión de los judíos, esa Puerta presenta elementos romanos y visigóticos.

Así también lo corrobora uno de los mayores estudiosos de la historia toledana, Francisco de Pisa (amigo que fuera de El Greco) quien dice que la Puerta en cuestión data de tiempos del Rey Wamba (s. VII d.e.c.) el último monarca del esplendor germano en Toletum.

Por eso se quitó su imagen de virgen y santa de la hornacina de la Puerta del Cambrón, para que no la destruyeran o se la llevaran.)


Según la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, la puerta es, más bien, musulmana, esto es del S XI, y muy posiblemente fuera construida aprovechando restos del circo romano que había en sus inmediaciones, como así lo atestiguan parte de algunas cornisas clásicas empotradas en los muros bajos del patio.

Las dimensiones del arco – por el cual para asombro de muchos pasan automóviles e incluso autobuses con conductores de gran pericia – son las adecuadas para que fuera la única puerta por donde podían pasar carros llenos de mercancía, pues así se aseguraba el pago de los aranceles: el portazgo.

Tras la expulsión de los judíos, quedó abandonada, hasta que empezaron las remodelaciones institucionales de la arquitectura de la ciudad, en el S XVI: el corregidor Gutiérrez Tello acometió entonces una gran trasformación de la Puerta medieval, manteniendo las cuatro torres y dos fachadas principales, restauradas a partir de 1571, en las que intervinieron artistas y arquitectos como Hernán González de Lara, discípulo de Covarrubias , a quien sucedió en las obras del Hospital de Tavera, Diego Velasco, Juan Bautista Monegro y Nicolás Vergara el Mozo. 

Eliminaron todo rasgo medieval para convertirlo en un baluarte renacentista.

 Fue entonces cuando cambió el nombre.

Máximo Martín Aguado, célebre escarbador de la historia toledana (aun siendo catedrático en Ciencias Naturales) , además de académico de número de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, en uno de sus sabrosos escritos cita a Fco. de Pisa -canónigo y catedrático de Escritura, quien en 1600 redactara la descripción de la Toledo imperial- explicando así por qué la antigua Puerta de los Judíos pasó a llamarse Puerta del Cambrón.

Según Pisa, el término “cambrón” es de origen hebreo (o caldeo). Martín Aguado lo desmiente y dice que es latino. 

Y cierto es que en latín la zarza espinosa que se llamó cambrón -hoy anacronismo- viene de cabro -onis, traduciendo por avispón, esos insectos de aguijón con forma de espina. De ahí viene, por ejemplo, escabroso. Y muchas palabras más.

Pero por una extraña tradición de los filólogos y gramáticos de la romanística, las etimologías de las lenguas hispánicas se quedan en lo latino, como si lo latino hubiera surgido por generación espontánea, como si el latín no hubiera recibido sobre sí mismo lo mismo que hicieron los romanos con todas las culturas que conquistaron: asimilar lo que encontraron y desarrollarlo a su convenio. 

 Cabro -onis – Francisco de Pisa, catedrático de Sagrada Escritura, no decía algo errado- es un semitismo (aunque un semitismo raro, porque la misma sustancia semántica aparece en el proto indoeuropeo, con lo cual el profesor de ciencias también tiene la razón. )

En hebreo, así como en árabe clásico, existe el término krav, קרב, que significa “batalla” -de donde el nombre, por ejemplo, de Krav Magá, la disciplina de autodefensa de las fuerzas de Defensa de Israel, que tan popular es hoy en España.

 En español antiguo al cangrejo se le llamaba cárabo. Hoy se le llama así, en bable, a un tipo de lechuza, esas aves nocturnas de pico afilado que usan para cazar, para batallar con sus presas. 


Volvamos a esa zarza toledana -no la de Moisés- que dio nombre a la antigua Puerta de los Judíos.

Según Pisa… ” (…) pasó a llamarse así por una zarza llamada cambronera, que dicen estaba en la torre allí nacida, y en nuestra edad se llegó a ver; y ahora hay algunas de ellas por las murallas de allí cerca, en la casa de Pedro de Silva, alférez mayor de Toledo. Cambrón y cambronera dicen que son términos hebreos o caldeos. ”

 (Descripción de la Imperial Ciudad de Toledo, i Historia de sus antigüedades, i grandeza, i cosas memorables; los Reies que la an señoreado, o gobernado, i sus Arçobispos más celebrados. Primera Parte repartida en cinco libros. Con la historia de Sancta Leocadia. Toledo: Pedro Rodríguez, 1605; 2.ª ed. Toledo: Diego Rodríguez, 1617.)

Es decir, que si la Puerta fue reconstruida en 1576 -casi tal cual la vemos hoy- en los años que van desde 1492 a 1576 el abandono al que se sometió la entrada principal a la judería toledana era tal que hasta de entre los resquicios de sus piedras antiquísimas se había llegado a abrir paso la maleza.

Luego, con la reforma de 1573, La Puerta del Cambrón se utilizó como aduana donde se controlaba el abastecimiento de la ciudad, aplicando los correspondientes aranceles del portazgo y depósito de mercancías fiscalizadas.

La parte superior la utilizaba como vivienda el alcaide. En el patio se puede leer una placa en la que se recuerda que son libres de portazgo lo vecinos de Toledo y sus Montes.

Conserva las hojas originales de sus puertas reforzadas con chapas de hierro. y en el S XX fue escuela de niños, refugio de milicianos, hasta que sus desperfectos de la Guerra Civil fueron arreglados por Franco. 

y este es nuestro recorrido porel Toledo Judio, comenzamos en el 

Impresionante Puente de San Martín 

El primer lugar impresionante que te vas a encontrar en esta ruta por la judería de Toledo son las vistas del Puente de San Martín. ¡Preciosas!




Puente de San Martín,Toledo

El puente de San Martín es de origen medieval. Puedes cruzarlo para hacer unas fotos muy bonitas.

Para llegar tienes que ir por la Bajada de San Martín. Esta calle era una de las más importantes de la judería y siempre tenía mucho tránsito de personas y comercio.

Hoy vas a encontrar una calle más actual y hay pocas señales que te ayuden a imaginar cómo sería en el pasado, aún así, es un paseo muy bonito con el toque final del bonito mirador junto al río Tajo.

Puerto del Cambrón

El recorrido por el Barrio Judío de Toledo comienza por la Puerta del Cambrón o Puerta de los Judíos que daba acceso a dicho barrio.

Es muy posible que esta puerta ya existiera desde muchísimo tiempo antes, quizás de la época visigoda.

Algo muy curioso del nombre de esta puerta (vale sí!... seguramente a todos nos entran ganas de quitarle la 'm' al nombre jaja...) es que dicho nombre proviene de las plantas que crecen en los alrededores de la puerta llamadas cambroneras.

Pues justo aquí, al cruzar la puerta empezaba la zona de la judería de Toledo, un entramado de callejones estrechos de los que hoy todavía podemos encontrar pequeños detalles y algunas calles, pero no la esencia real de lo que debió ser.

Parte del Barrio Judío de Toledo era amurallado y contaba con puertas. No era mu extenso y estaba todo muy concentrado.

Algunos judíos más influyentes vivían fuera del barrio.

De camino a la Sinagoga te va a llamar la atención el Monasterio de San Juan de los Reyes.


Monasterio de San Juan de los Reyes, Toledo

El monasterio es uno de los lugares más visitados de Toledo (se puede visitar por dentro) fue mandado construir por los Reyes Católicos a finales del s.XV.

Un detalle curioso, se cree que el espacio que ocupa el Monasterio de San Juan de los Reyes era un gran zoco del barrio judío, aquí se juntaban comerciantes y vendedores. Seguramente fuera así.

Si observamos bien el edificio desde lejos, nos daremos cuenta enseguida de que su perspectiva es idéntica a los catafalcos mortuorios de grandes personajes, de entre los siglos XV y XVI, sobre todo reales. 

El edificio está concebido con su túmulo (naves laterales), féretro (nave central, más alta), andamia y corona (presbiterio, transeptos y cimborrio) y hachones o veleros (contrafuertes y pináculos). Una obra maestra, ejecutada por el arquitecto Juan Guas, que desplegó toda su imaginación para dar gusto a la reina Isabel I de Castilla.

Arquillo del Judio

Si has seguido más o menos este itinerario por la judería vas a llegar de nuevo muy cerca del Monasterio de San Juan de los Reyes (si no lo visitaste antes puedes hacerlo ahora).

Pero antes, te quiero enseñar un pequeño detalle o curiosidad. Busca el Arquillo del Judío 

Arquillo de los Judios, Toledo

Este pequeño arco o puerta, que incluso puede pasar desapercibido, te lleva a la Travesía del Arquillo. 

Esta parte era una de las entradas del barrio judío de Toledo, había muchas más, pero esta es la que mejor se conserva y la que te transmite una sensación más real.

Estas puertas que daban acceso al barrio durante muchos años se cerraban por la noche por seguridad.

Por toda la zona se han ido encontrando restos de baños hasta incluso lápidas y piedras procedentes del cementerio, pues con la expulsión de los judíos por los Reyes Católicos en 1492 muchas piedras se usaron en la construcción de otros edificios.

Delante de este postigo islámico, cruzando la calle del Ángel y de tiempos hebreos, se han encontrado los restos de una sinagoga judía, que dicen ser la del “Sofer” o “Shofar”, cuerno de carnero usado en las ceremonias hebreas.

Calle del Angel: ¿Zoco Judio ?

Llévala anotada pues desde mi punto de vista es una de las calles más bonitas de Toledo y te transmite esa sensación que es la que estás buscando en una ruta de este estilo. 

Una callecita estrecha, empedrada, casas de piedra...

Calle del Angel, Toledo

Fíjate también en los detalles, por ejemplo, las farolas. Incluso en unos azulejos que verás de vez en cuando en las fachadas de las calles del barrio judío, muestran símbolos hebreos como la palabra vida o el candelabro de siete brazos que se llama menorá. 

Cuando veas alguno de estos detalles sabrás que estás en la judería.

Siguiendo por la misma calle, unos metros más adelante, podremos admirar uno de los adarves más originales que existen en la Judería, el denominado como “Callejón del Clavo”, usado posiblemente para uso defensivo o de intimidad por alguna familia hebrea.

Más arriba, al otro lado de esta misma calle, nos encontraremos tallado la figura de un ángel que da nombre a la esta calle. 

Debajo se halla un baño que dicen ser islámico por su factura, pero es lógico que pudiera ser una “Mikváh” o baño ritual hebreo, abastecido por algún aljibe que debía de haber a más altura y que recogía el agua de lluvia, muy cerca de la Sinagoga de Sta. Mª. la Blanca.

Cada barrio de la antigua Toledo tenía su zoco y zona de comercio, pero se cree que había un gran zoco en el que comerciaban judíos y cristianos. Algo así como una zona fronteriza.

Esa zona, o calle que hacía de límite, es la calle del Ángel.

No podía haber un barrio judío sin sus sinagogas.
No quedan muchas en España y por suerte en Toledo podemos visitar dos de ellas.
La primera que verás en este recorrido por la judería es la Sinagoga de Santa María La Blanca
Para llegar pasarás por la calle del Cambrón y Reyes Católicos.
Seguimos dirección a la sinagoga.

Sinagoga de Santa Maria la Blanca

Sinagoga de Santa Maria la Blanca,Toledo

La Sinagoga de Santa María La Blanca es del s.XII y se cree que fue la mayor de toda la ciudad de Toledo.

Cuando digo que fue la mayor no te esperes un gran templo, en realidad son sinagogas pequeñitas.

Se entra a un pequeño patio y a la izquierda se encuentra una pequeña tienda y dónde se puede comprar las entradas (2.50 euros por adulto).

El interior es muy bonito, es cierto que es pequeña, pero no deja de ser interesante. Sin duda, es una parada obligatoria si estás haciendo una ruta por la judería de Toledo.

¿Nos vamos a otra sinagoga?

Sinagoga del Tránsito


Sinagoga del Tránsito, Tóledo
Continuamos hacía la Sinagoga del Tránsito y lo hacemos por la Travesía de la Judería.

Esta "travesía" es un pequeño callejón, estrecho y con mucho encanto. Me pareció una zona tranquila y una bonita ruta para ir de una sinagoga a otra, así que, por eso te lo recomiendo. Toma nota del nombre.

La Sinagoga del Tránsito es del año 1355 y fue construida por Samuel Ha-Leví que era el tesorero del rey Pedro I.

Hoy en el interior de la sinagoga se encuentra el Museo Sefardí dónde a través de unas agradables salas se muestran objetos y detalles de la cultura hebrea.

La zona más interesante desde mi punto de vista es el pasillo de los balcones superiores que era la zona dónde se situaban las mujeres.

Sinagoga del Tránsito, Tóledo

Museo del Greco y Restos del Palacio de Samuel Leví

Por cierto, justo al lado de la sinagoga se encuentra el Museo del Greco, un lugar imprescindible para visitar en Toledo.

Palacio de Samuel Leví, Toledo

Y aunque no te guste mucho la pintura del Greco (yo tampoco es que fuera muy seguidora) el museo merece mucho la pena y me encanto. En realidad es una recreación de una antigua casa toledana.

Y ahora te cuento su relación con los judíos.

Durante las obras de restauración del Museo del Greco se encontraron unas cuevas del siglo XIV que son el único resto del palacio del judío Samuel Leví (tesorero del rey Pedro I del que os hemos dicho antes que mandó construir la Sinagoga del Tránsito). 

También se conoce como la Casa del Judío.

 Los dos espacios de mayor interés son el patio, que conserva multitud de yeserías, y, sobre todo, el sótano que posiblemente fuera un baño litúrgico judío o miqva, cuya función era la purificación espiritual y preparación para algún suceso importante en la vida de un judío. Durante su restauración se han descubierto en estancias adyacentes enfoscados hidráulicos a la almagra y un aljibem que ayudan a apoyar la teoría sobre su uso.

Otro elemento de gran relevancia para su estudio arqueológico es una pieza de madera utilizada como dintel de acceso al sótano, donde se puede observar el trabajo de tallado con motivos florales, a base de tímpanos y roleos, acompañando un repertorio epigráfico cuya transcripción dice:

“Gracias Te doy, porque me has respondido”; texto relacionado con el versículos 21 del salmo 18: “Aquí está la puerta de Yahveh, por ella entran los justos. 21 gracias. Te doy, porque me has respondido, y has sido para mí la salvación”, que da la bienvenida a todos aquellos fieles y puros al interior de la casa.

La leyenda dice que esta casa perteneció al judío Ishaq, quien prestó dinero a la reina Isabel la Católica a cambio de sus joyas para financiar el viaje en el que se produciría el descubrimiento de América.

Iglesia de Santo Tomé - Torre Mudejar

Siguiendo el itinerario por el barrio judío de Toledo hay que incluir una de las torres de arte mudéjar que mejor se conservan en la ciudad, se encuentra en la Iglesia de Santo Tomé .

Para llegar una bonita ruta sería pasear por la calle de San Juan de Dios  hasta plaza del Conde.

Torre Mudejar de la Iglesia de SantoTomé

Toda esta calle y las cercanas era la zona de los judíos más acomodados y contaban con palacios o grandes casas.

Para ser realistas, es muy probable que te encuentres con muchos turistas en esta Iglesia... en realidad, no van a visitar la torre si no el cuadro "El entierro del Conde Orgaz" del Greco que se encuentra en su interior.

Antiguo Barrio Judio de Santo Tomé, Toledo

Comercial, bulliciosa, jalonada de monumentos y de referencias Históricos, pero también turísticas y gastronómicas, la calle de Santo Tomé no sólo constituye el centro del barrio de Santo Tomé, sino también uno de los ejes principales de la judería.
El barrio de Santo Tomé era un barrio de judíos más acomodados, donde también moraban cristianos.

Comprendía buena parte de la calle de Santo Tomé, la actual plaza del Conde y la primera parte de las calles de Alamillos y San Juan de Dios.

En documentos del siglo XV, es mencionada la puerta mayor de la judería en este barrio.

La iglesia de Santo Tomé, donde se expone el mítico cuadro de El Greco

El entierro del Señor de Orgaz, o el convento de San Antonio, en cuya portería se pueden adquirir unos deliciosos dulces, son dos referencias monumentales de esta calle en la que desembocan algunos callejones, como el de la Campana o el de la Soledad, que dan una idea de la forma en que el dédalo judío se articulaba alrededor de las vías principales de la madinat


12. Las Sinagogas en el Toledo Judío

De las doce sinagogas existentes en Toledo a comienzos del siglo XV solo nos restan dos, las conocidas paradójicamente con los nombres de Santa María la Blanca y Nuestra Señora del Tránsito, construcciones que nos trasladan fundamentalmente a los siglos XIII y XIV, fecha de su construcción.

Este elevado número de templos judíos en el Toledo bajomedieval nos indica que la población hebrea era, por entonces, numerosa, aunque sea difícil cuantificar su n˙mero con exactitud Porres Martín-Cleto.


Como es sabido, la población toledana a partir de la reconquista de la ciudad estaba integrada por gentes de las tres grandes religiones monoteistas, cristianos, judios y musulmanes. Pero la disparidad de la sociedad de Toledo era más acusada porque cada uno de esos grupos carecía de homogeneidad.

A pesar de todo ello existió una convivencia que se ha considerado en cierto modo modélica. Contribuyó a ella la actitud de ciertos monarcas y el comportamiento de la Iglesia toledana. En cambio el pueblo fue más intolerante con respecto a la población judÌa.

La población cristiana estaba integrada por tres colectivos. En primer lugar los mozárabes o cristianos viejos que, a lo largo de generaciones, desde 711 a 1085, habían vividos sometidos a la dominación musulmana, conservando su fe, pero a la vez inmersos en la cultura, el idioma y las costumbres musulmanas. Gran cantidad de mozárabes, a lo largo de los siglos XII y XIII, mucho después de la Reconquista, seguÌan llevando nombres musulmanes e, incluso, sus documentos notariales seguían redactándose en árabe.

Por otra parte estaba la población cristiana foránea, instalada en la ciudad a partir de Alfonso VI: castellanos, leoneses, gallegos, etc. Población que, a su vez, tampoco fue siempre homogénea, debido a la separación de León y Castilla a partir del testamento de Alfonso VII que no verÌa su fin hasta el reinado de Fernando III (1217-1252), rey de León por la herencia paterna Alfonso IX y rey de Castilla por la herencia materna doña Berenguela la Grande, primogénita de Alfonso VIII.

Esa disparidad se había concretado ya en las luchas entre los Castro y los Lara en la minorÌa de edad de Alfonso VIII. Por otro lado hay que contar también con la población franca, ligada estrechamente, en su origen, a la Borgoña cluniacense, rectora espiritual de los toledanos desde la silla primada.

Al restablecer Urbano II dicha silla en Toledo (1086) el rito mozárabe fue sustituido por el latino y la clerecÌa mozárabe quedó de momento postergada. Esta situación se mantuvo hasta fines del siglo XIII, Època en la que es designado arzobispo don Gonzalo Pétrez Gudiel (m. 1299), miembro de uno de los más importantes linajes mozárabes de la ciudad.

Recordemos que los primeros arzobispos fueron francos, Bernardo de Sedirac, Raimundo de Sauvetat iniciador de la famosa Escuela de Traductores, Juan de Castellmorum y Cerebruno de Poitiers (m. 1180), y que en el centro de la ciudad, cerca de la Iglesia de Santa María la Catedral, estaba el llamado barrio de los francos, testimonio de que el numero de estos era también importante.

Un barrio, por otra parte, de cambistas, contiguo al de las alcaicerías, donde se vendían las mejores sedas, y eminentemente comercial, en el que los judíos tenían numerosas tiendas. Zona que en buena parte desapareció al construirse, a fines del siglo XIV, el claustro catedralicio que hoy admiramos, por iniciativa del arzobispo don Pedro Tenorio (m.1399), quien construyó allí su capilla funeraria, puesta bajo la advocación de San Blas.

Sabemos por la documentación que en el llamado arrabal de los francos tuvieron un mesón don Lamberton el francés y su hermano Domingo, situado cerca de la mezquita de los musulmanes, posiblemente la de las TornerÌas.

Finalmente estaba la población mudejar "mudaggan", integrada por los musulmanes toledanos sometidos, descendientes de los invasores del 711, si bien no hay que olvidar la emigración de los mismos tras la reconquista de Toledo y, por otra parte, la inmigración posterior de población andalusÌ musulmana que, debido a ciertas circunstancias polÌticas acaecidas en Al-Andalus, buscó refugio posteriormente en la ciudad.

El protagonismo social de este núcleo de población mudéjar en el Toledo bajomedieval fue, sin duda, inferior a la de los otros grupos citados, aunque su lengua siguiera utilizándose habitualmente, como hemos dicho, entre los mozárabes, en muchos casos de nombre arabe. 

Esta población mudéjar toledana que, a diferencia de los hebreos, no vivía marginada en barrios aislados, no ha sido estudiada aún sistemáticamente, aunque sus nombres aparezcan en diversos documentos relativos a la compraventa de propiedades urbanas y rústicas, tasando, como alarifes, ciertas obras arquitectónicas y, asimismo, desempeñando diversos oficios, entre ellos el de alfarero.

Contamos con datos interesantes al respecto. Por ejemplo, sabemos que en 1403, dos alarifes moros, Ali Aparicio y Abadía, hijo del maestro Ali el Moro, valoraron las casas principales construidas por Fernán Alvarez de Toledo, señor de Higares, y su esposa, Teresa de Ayala. Estas casas aparecen en los documentos con el nombre de la casa genenalralmente llamada Palacio del rey don Pedro, con motivo del pleito entre la citada Teresa y su hermana Inés de Ayala, hijas ambas de Pero Suarez de Toledo y nietas de Diego Gómez e Inés de Ayala, la que fuera famosa propietaria de las alcaicerías.

Igualmente el maestro Alí testifica en la herencia de las llamadas casas de San Román, propiedad a la sazón de los Alvarez de Toledo 1406. Hubo moros con propiedades urbanas. Abdalla el Sarco tenía una casa en la colación de San Vicente, contigua a la plaza do juzgan los alcaldes, lindante con las casas principales de doña MarÌa Meléndez, esposa del famoso alguacil-alcalde Suer Téllez de Meneses, heredadas de su padre, y donde, al enviudar, fundó el Monasterio de Santa Clara, lindante también con casas de Rodríguez de Viedma y Mencía de Orozco.

Sabemos igualmente que Yucaf el especiero, hijo de Albdalla el Sarco, y su mujer Xanci, hija del alfaquí Xarafi, moros moradores de Toledo, venden unas casas a doña Teresa de Ayala, priora de Santo Domingo el Real (m. 1426), contiguas al citado monasterio. 

Es interesante también la referencia documental a esclavos moros "maml uck" pertenecientes a los principales linajes de la ciudad. Don Gonzalo Alfón Cervatos y su mujer Sancha DÌaz, pertenecientes a dos importantes linajes mozárabes, tenían unos esclavos morenos, llamados Abrahem, moro, y David b. Sulaiman, MartÌn y Ahmed el Herrero, cuyas esposas Aixa, Marina y Onza, hija del albañil Said el de Orihuela, prestan fianza por si sus maridos huyen.

Incluso el arzobispo don Gutierre Gómez de Toledo (1310-1319), hermano del conocido Fernán Gómez, propietario de las casas de San Antolín y cuya lápida se conserva en el coro de Santa Isabel de los Reyes, tuvo uno de esos esclavos, llamado Mahmad, casado con Aixa hija de Mariota, y nieta de Cacim el Pergaminero.

Según documento del Instituto de Valencia de Don Juan, Aixa y Mariota se hicieron fiadoras del citado moro, comprometiéndose, en caso de que éste huyera del poder del arzobispo, a devolverlo vivo o muerto y en caso de no cumplirlo se obligaban a pechar 1500 mrs y si no los pagaban a entrar en prisión. Esta es una fórmula habitual en diversos documentos del Toledo bajomedieval.

Con esta población toledana, tan variopinta, convivieron los judíos, confinados en dos barrios, el llamado Barrionuevo, orientado al suroeste, y el denominado Alcaná·, próximo a la Iglesia de Santa MarÌa, zonas en la que construyeron hasta doce sinagogas que sepamos.

La juderÌa por antonomasia fue la primera, la de Barrionuevo, llamada por los musulmanes Medina al-Yahudî, que llegó a extenderse desde la Alacava y el entorno de la desaparecida iglesia de San MartÌn situada en tiempos entre el actual monasterio de San Juan de los Reyes y la Puerta del Cambrón hasta las actuales calles de los Reyes Católicos y del Angel, donde estaba el arco de los JudÌos, restaurado hace poco tiempo, hasta llegar a Santo Tomé y a San Román.

En esa zona, en la calle llamada hoy de los Reyes Católicos, es donde se alzan todavía las dos únicas sinagogas conservadas, Santa María la Blanca y Nuestra Señora del Tránsito y es posible que estuviera también una tercera, la del Sofer -Passiniñ- contigua al lugar donde hoy se alza San Juan de los Reyes.

Es inevitable la comparación. 

¿Cuantas eran por entonces las mezquitas existentes, aunque, por supuesto, sin posibilidad de culto?

Tenemos constancia de dos, la de Bib al Mardún, llamada hoy del Cristo de la Luz, de época califal, a la que se añadió un ábside mudéjar a fines del siglo XII, y la llamada de las TorneríÌas, de época taifa. Las demás desaparecerían con la Reconquista quedando convertidas en muchos casos en parroquias latinas después de ser reconstruidas en estilo mudéjar.

Cuantas eran las parroquias de los mozárabes, las de los cristianos viejos? Seis: Santa Justa y Rufina, Santa Eulalia, San Sebastián, San Marcos, San Lucas y San Torcuato. Según esto cabe pensar que el colectivo mozárabe era inferior en número al de la población judía. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, curiosamente, no todos los linajes mozárabes eran feligreses de las parroquias mozárabes. No pertenecÌan a ellas, por ejemplo, ni los Illán, ni los ben Furón, feligreses respectivamente de San Román y de Santa Leocadia de dentro de Toledo, parroquias latinas.

Mucho mas numerosas fueron, por el contrario, estas últimas, contabilizadas por Parro, construidas a partir del siglo XII. Su número indica que por esa época Toledo estaba habitado preferentemente por cristianos afincados allí a partir de la Reconquista. Esa inmigración, que se concretó en numerosos matrimonios mixtos, entre los recien llegados y las toledanas mozárabes, entre ellos el de Suero Téllez de Meneses y doña María Meléndez, por ejemplo, continuaría en siglos posteriores.

Recordemos a los Ayala y a los Silva que, a fines de la Edad Media y comienzos del siglo XVI, fueron los protagonistas, siempre enfrentados, en el gobierno de la ciudad. Sin embargo, esos inmigrantes procedentes del norte, no fueron capaces de introducir en Toledo ni el estilo románico ni el cisterciense. Como tampoco lo fueron los primeros arzobispos citados, tan ligados a la reforma de Cluny y, por lo tanto, a la aparición del románico.

Estas parroquias latinas, datables a partir del siglo XII, se construyeron, como las mozárabes, en estilo mudéjar, demostrando que, desde el punto de vista estético, Toledo seguía marcado por Al-Andalus, si bien creando un estilo peculiar, integrado no sólo por vivencias del pasado califal y taifa, sino también por las innovaciones almorávides, almohades y nazaríes que fueron reelaborando.

La marginada ciudadanía mudéjar toledana acabó, pues, imponiéndose desde el punto de vista artístico, como en una venganza soterrada, en una ciudad que era, nada menos, que la sede del primado. Y hasta consiguió infiltrarse sutilmente en la Catedral como demuestran la arquería polilobulada de la cabecera y el sepulcro de Fernando Gudiel.

Es cierto que no todas las obras que consideramos de estilo mudéjar fueron realizadas por mudéjares, ya que intervinieron alarifes cristianos también, pero éstos, desde el punto de vista estético, habían sido captados por el mudejarismo y demostraron en sus obras que estaban al tanto de las corrientes estéticas de Al-Andalus, constantemente renovadas, que ellos iban asumiendo e interpretando de inmediato.

El estilo gótico de la Catedral, que se seguía construyendo, era un intruso que no tendría eco en Toledo hasta la Època de los Reyes Católicos con el estilo llamado hispanoflamenco, en el que, por otra parte, se aceptan elementos mudéjares, como se percibe en San Juan de los Reyes.

La claudicación de la población hebrea ante el empuje del arte mudéjar era también inevitable y más comprensible aún, si cabe, porque los judÌos nunca tuvieron un estilo arquitectónico propio, haciendo suyas las corrientes estéticas imperantes en el donde y en el cuando.

Ya en el siglo XII, Yehuda al-Harizi en su Tahkemoni se admiraba por el número y la belleza de las sinagogas toledanas -Cantera Burgos-. 

Dichas sinagogas que, en principio, admiramos por su belleza -impresión -presque feerique- que dijera Lambert, constituyen una fuente histórica importante ya que, especialmente a través de su decoración, son a modo de un libro abierto a través del cual, mediante una labor paciente de análisis, podemos constatar las tradiciones y las sucesivas novedades que fueron concretándose en el preciosismo de las abigarradas yeserÌas, mudas para aquel que no conozca en detalle el arte medieval de Oriente y de Occidente que, a pesar del enfrentamiento secular, se fusionaron de forma admirable en Toledo, engendrando una modalidad artÌstica nueva.

Con la citada población cristiana y mudéjar convivió, por lo tanto, una importante comunidad judía capaz de construir numerosas sinagogas, y que, a pesar de ciertos momentos duros de fricción, como el pogrom de 1391, siguió en Toledo hasta su expulsión, decretada por los Reyes Católicos el 31 de marzo de 1492.

Sinagoga de Golondrinos, Toledo

El barrio judío de Toledo se estructuraba en dos espacios diferenciados: el arrabal exterior o superior y el arrabal grande.

El primero lindaba con el barrio cristiano de San Román,el segundo desembocaba en el pasaje que sube hacia la plaza de Santo Tomé por la puerta de la Assueca o Asieca.

Pero López de Ayala, cuando narra las luchas entre Pedro I y su hermano Enrique, refiere que en Toledo una judería apartada fue destruida en 1355 por las tropas de don Enrique, pero que la Judería Mayor, “que estaba serrada e mucha gente a dentro”, resistió.

La “judería apartada” estaba en la colina del Alacava,
cercana a la de San Román.

Era un barrio separado de la gran judería.

La calle del Ángel era su límite más cercano a la judería mayor.

La palabra “alacava”, trascripción del árabe “al-‘aqaba”, significa “colina”. En el barrio judío del Alacava había dos edificios públicos:

Una escuela rabínica, llamada “Midrach de las Vigas”, y una sinagoga.

En la segunda mitad del siglo XV se menciona la sinagoga utilizándola como punto de referencia en la descripción de dos casas en la parroquia de San Román, en una manzana de la parte más alta del cerro del Alacava.

La primera casa, que pertenecía a don Abraham batidor, se levantaba en el adarve de Sancho Padilla
(actual callejón de Esquivias).

Lindaba con la casa del sedero Diego López y, a las espaldas, con una sinagoga de judíos.

En 1469 un juez autoriza a vender un censo, en la colación de San Román, sobre unas casas lindantes
con casas de Diego López sedero, con casas de Juan Gómez de Guadamur, y a las espaldas, con una sinagoga de judíos; el censo, de 1.300 maravedíes, tenía que ser pagado anualmente a don Abrahem Abenrabí, batidor, y a doña Lumbre su mujer, judíos moradores en Toledo.

La segunda casa, en 1488 pertenecía a un judío converso, Lope de Acre.

Se la describe en el adarve de los Golondrinos, medianera con un corral que solía ser sinagoga de los judíos.

El 24 de junio de 1492, Moisés y Samuel Anacagua, dos hermanos joyeros judíos, vendieron a las religiosas del monasterio de Santo Domingo el Real “unas casas en la colación de la iglesia de san Román al alacava, dentro del adarve que dicen de los Golondrinos,c on unas almacrías”.

Los dos hermanos eran los últimos representantes de la familia judía Anacagua, conocida en el siglo XIV porque uno de sus miembros construyó una casa de estudio en Toledo, que Albaneh menciona en su poema como “madrisa de Ben An-neqawa”.

Esta madrisa estuvo en la casa que hace esquina en el adarve de Golondrinos, adosada a la sinagoga.

Lope de Acre se comprometió a entregar anualmente el tributo de 500 maravedíes que recibía por esta casa al monasterio de los agustinos, para la construcción de una capilla:

“Dio este convento un pedazo de su cementerio a Lope de Acre, vecino de esta ciudad, para edificar una capilla de Santa Catalina...

Él tenía con el dominio directo sobre unas casas en esta ciudad a la colacion de la iglesia de san Roman e l’adarue que entonces se dicia e agora se dice de los golondrinos que entonces avia por linderos de la una puerta casas de juan alvarez Golondrino e de la otra parte un corral que solia ser sinoga de judios”.

Casa de las Cadenas, en la calle Bulas

El Libro de Capellanías, fechado en 1577,informa que la casa estaba en la esquina calle de las Bulas - callejón de Golondrinos:

“Dichas casas alindan de la una parte con el dicho adarue de los golondrinos a la parte del poniente del sol
e por la otra parte con la calle Real hacia la parte hacia el pozo de aisco con la calle real que sube de hacia la plazuela del alacaba para ir a la plaçuela de los caleros”.

El corto tramo correspondiente a la calle de las Bulas Viejas se designaba hasta 1440 como “adarbe que dicen de Abenasa (Ysaq Abenasa)”, después “callejón de los Golondrinos” y en 1864 “callejón del Obelisco”, nombre que llevaba aún en 1926.

Los títulos de propiedad de esta casa desde el siglo XVII se conservan en los archivos del convento de los Agustinos:

“Estando a la parroquia de san Roman en la calle que llaman de las bulas viejas frente de la casa que llaman de las golondrinas”.

“Dos casas principales que estan en la calle de las bulas parrochia de san Roman de la ciudad de toledo y alindan con un corral que esta adjunto de ellas y con un callejon sin salida que llaman de los golondrinos y por delante con la calle real que baja a la plazuela de valdecaleros las cuales dichas casas tienen un sótano que esta debajo de ella con su puerta a la calle de las Bulas”.

Los títulos de propiedad del convento precisan, pues, que debajo de la casa había un sótano con su puerta a la calle de las Bulas
(puerta que existió hasta 2009).

Donde estuvo la casa de Lope de Acre se construyó otra que tenía un patio bajo el que se hicieron dos aljibes que sustituyeron al sótano.

La sinagoga estaba pared con pared con la casa de Lope de Acre.

En la parcela de la antigua sinagoga se edificó una casa hacia 1930.

Jean Passini. "La Alacava, barrio alto de la judería de Toledo"

En 2005 el propietario de la casa situada en el número 29 de la calle de las Bulas, junto a la entrada al callejón de Golondrinos, proyectó la rehabilitación del edificio.

Como siempre que se van a hacer obras en el Casco, se efectuó la previa intervención arqueológica.

Con ocasión de la misma, se descubrió “una esquina” de una construcción medieval (un muro de 6 metros de ancho por 8 de alto, con tipología mudéjar similar a la del Taller del Moro) así como un pequeño adarve y un pilar de ladrillos.

Restos que se han identificado con la sinagoga mencionada en los textos, que estuvo adosada a la casa que fue propiedad de Lope de Acre.

Según el arqueólogo, “probablemente el edificio continúe por el subsuelo y por las casas vecinas” pero no se ha podido proseguir la investigación al tratarse de propiedades privadas.


Bajo la sinagoga, se han encontrado restos de un baño ritual o micvé, un espacio cerrado, de sólidos muros, arcos de piedra y canalización para el agua, una sala pequeña con bóveda de cañón, accesible desde la calle por una puerta independiente.

Una red subterránea, cuya existencia viene respaldada por la existencia en las cercanías de un pozo llamado de Aizco, suministraba el agua corriente necesaria.

Un corredor lateral interior facilitaba el paso de la sala abovedada a la sinagoga. Según los propietarios, uno de los aljibes se llena de agua de manera natural.

A esta sinagoga recién descubierta se le ha dado el nombre de “sinagoga de los Golondrinos” porque junto a ella vivió una familia que a la que llamaban “los Golondrinos” porque había decorado paredes y techos con  dibujos de golondrinas, motivo que figuraba también en su escudo.


Sinagoga del Sofer, Toledo


“Sofer” significa “escriba” en hebreo (encargado de transcribir la Torá y otros textos religiosos.

Los soferim eran expertos en caligrafía hebrea y seguían normas de escritura muy precisas tanto en el trazo como en los materiales empleados).

La llamada Sinagoga del Sofer fue construida hacia 1190.

Desaparecida hace siglos, había constancia documental de su existencia y de su localización aproximada, pero su exacta ubicación, hasta hace poco, era una incógnita.

Probablemente dejó de ser utilizada como sinagoga en 1391, tras los tumultos antijudíos.

Los textos en los que se la menciona corresponden a la época en que ya estaba abandonada.

Es citada entre 1397 y 1480 en documentos relativos a las casas vecinas conocidas como de la Higuera y de la Atahona.

El judío Don Sulemán Jarada poseía en 1391 una casa llamada de la Higuera, entre la casa de la Atahona y la sinagoga del Sofer.

La sinagoga del Sofer, la casa de la Atahona y la casa de la Higuera formaban un conjunto urbano.


En 1397, la casa de la Higuera es objeto de venta judicial a causa de una deuda de 993 maravedíes que su propietario, don Çulemán Jarada, dejó pendiente al abandonar Toledo en 1391.

La casa se hallaba “cerca de los tintores”, entre una casa de don Mose Izrael y la sinagoga “que dizen del Sofer”.

La venta está registrada en un documento de 1402 que concreta la situación de la casa de la Higuera junto a una casa “que dicen de la Atahona” y la sinagoga del Sofer.

Se trata de una casa en la judería, “la qual dizen de la Figuera, que se tiene con casas que dicen del Atahona e con la sinoga que dizen del sofer, las cuales eran en suelos de soror doña maria, hija del rey don Pedro”.

Un año después, otro documento menciona de nuevo que don Çulemán poseía en la judería, “en la calle que llaman Abendonja”, una casa llamada de la Higuera, entre la “atahona” de don Alvar Pérez y la sinagoga del Sofer (la atahona era una panadería).

La sinagoga vuelve a aparecer en documentos de 1446 y 1447, relativos a un inmueble que estaba junto a la casa de la Higuera y las “casas de la xinoga que llaman el Sofer”; un inmueble “que lindaba con la sinagoga que disen del Sofer”; situado en la colación de Santo Tomé, “fondón de la puerta de la judería de parte de fuera”.

En 1460, la casa de la Higuera presenta dos puertas: la principal, calle abajo, abre “a la juderia”, “a los tintores cerca de la puerta de la juderia”; la de arriba “sale a la calle principal”.

El inmueble se imbrica en unas casas “que eran xinoga” y ofrece una puerta al nivel del entresuelo que da a la casa de la Atahona. Esta última “linda de una parte con casa de la Higuera y de la otra la xinoga que disen del sofer”.

Un documento posterior a 1477 registra una casa de la hija del rey, doña María de Toledo, situada en la parroquia de Santo Tomé, “cerca de la puerta de la juderia a la mano izquierda como entran por la puerta de la juderia cerca del monasterio de San Juan de los Reyes”; esta casa, llamada “casas de la higuera”, se alzaba junto a otra llamada “de la tahona”.

No se sabe qué fue de la sinagoga, pues no se la vuelve a mencionar desde 1480.

En 1507 se menciona una casa en la colación de Santo Tomé
“cerca de la puerta de la juderia y tiene las puertas principales en un adarve que esta cerca de la dicha puerta a la mano izquierda como entran por la dicha puerta de la juderia cerca del dicho monasterio de San Juan de los Reyes.

Las cuales dichas casas alindan con otras casas que dicen las casas de atahona. Y a esta casas solían decir las casas de la higuera y la calle donde se deian la calle de los tintoreros”.

A finales del siglo XVI la casa de la Higuera aparece mencionada como “casa del arquillo”. La “calle principal”, a la que daba la puerta alta de la casa de la Higuera, era la calle que desciende “del arquillo para San Juan de los Reyes”.

La casa de la Higuera se hallaba nada más entrar en la judería, por la puerta de ésta a la izquierda,
y la Atahona estaba “fondón de la puerta de la judería de parte de fuera”,

así que el contacto entre estas dos casas coincidía con el límite entre la judería y el exterior.

La existencia de una fuente algo más arriba de la casa de la Higuera hace plausible la presencia de tintoreros en las cercanías de la puerta de la judería.

Ese manantial, que se mantiene todavía en una casa llamada “de la fuente”, alimentaba una canalización de ladrillo que descendía hacia el “degolladero” por la sinagoga del Sofer.

La sinagoga se situaba cerca de una puerta de la judería, lo que le otorgaba un papel importante.

El conjunto de sinagoga, tahona y casas se ubicaba en una manzana situada entre la calle llamada “principal”, que descendía de la iglesia de Santo Tomé a la “puerta de la judería” (actual calle del Ángel) y la calle de los Reyes Católicos.

Lo que quedaba del bloque fue destruido en 1984, cuando fueron demolidos dos inmuebles: el número 23 de la calle del Ángel y el número 6 de la calle de los Reyes Católicos.

Excavaciones de urgencia realizadas tras el derribo de la manzana revelaron la existencia en el subsuelo de varias estructuras.

Durante años, el espacio quedó abandonado, un solar privado, cercado y sin uso.

A comienzos del siglo XXI el Ayuntamiento abordó el proyecto de convertirlo en plaza empedrada.


Las obligadas exploraciones arqueológicas previas determinaron un cambio de planes, ante el hallazgo de estructuras relacionadas con diversos edificios. Se había encontrado el emplazamiento de la sinagoga del Sofer.

En un primer nivel, hay dos aljibes, una fuente y una entrada al subsuelo.

La excavación fue poniendo al descubierto otros dos aljibes, porciones de muros de casas de época medieval, restos de sótanos abovedados (dos tramos de bóveda de cañón), la cimentación de la sinagoga del Sofer.

Un pozo excavado en la roca de más de siete metros de hondo, que puede relacionarse con el espacio de la sinagoga dedicado al baño ritual, conducciones en ladrillo del agua subterránea que baja por la calle del Ángel y atraviesa el solar para desaguar más allá del jardín de la Escuela de Artes y Oficios, y un fuerte muro en la parte superior de la calle del Ángel que podría pertenecer al cierre de la judería.

Se han hallado también fragmentos de cerámica y una moneda de un dinar fatimí.

La sinagoga del Sofer se hallaba, pues, frente al Arquillo del Judío, pasaje que unía los barrios de la Assuica y del Alacava
con la judería mayor. (Se dice que en esta travesía tuvo lugar la venta de las joyas de la reina Isabel para financiar la empresa americana de Colón).

Se hallaba en la confluencia de las calles del Ángel y de los Reyes Católicos, frente a lo que después fue Monasterio de San Miguel de los Reyes.










Fue el Consorcio de Toledo el que, en 2010, recuperó para el uso público ese espacio. En 2011 lo entregó al Consistorio. 

En 2012 se inauguró la plaza del Sofer, en la que, bajo un suelo de madera, se hallan los restos sacados a la luz. Ese mismo año, por un acuerdo entre Ayuntamiento y Consorcio, éste asumió la gestión del lugar, que sigue siendo desconocido para la mayoría.

Sinagogas Subterráneas de Judios Conversos

Jean Passini destapa el Toledo subterráneo

El investigador francés ha descubierto en la Judería hasta 15 sótanos que albergaban sinagogas de judíos conversos

El trabajo del investigador y arqueólogo francés Jean Passini está de actualidad estos días porque ha vuelto a sorprender a los toledanos con uno de sus hallazgos en la ciudad, y es que recientemente ha descubierto en el barrio de la Judería hasta 15 sótanos de casas que albergaban sinagogas donde los judíos conversos a partir del siglo XIV, a pesar de hacerse pasar por cristianos, seguían practicando su religión de manera oculta.

Jean Passini lleva 25 años trabajando como arqueólogo del urbanismo de Toledo y especialmente en casas de la Judería, donde se sitúa su último descubrimiento, al que ha llegado gracias a unos documentos medievales y a la crónica escrita por judíos que se marcharon a la isla de Creta (Grecia) en los siglos XV y XVI. Esta documentación le interesa porque «ofrece un conocimiento de Toledo en la época medieval para tener una planimetría del siglo XV y entender e interpretar el urbanismo judío e islámico».

Tal y como señala, se han descubierto 15 sótanos de este tipo en la Judería y estos datos recabados durante los diez últimos años pueden confrontarse ahora con la información dada por estos judíos. Esos documentos hablan de sótanos con sinagogas donde podían llegar a reunirse hasta 20 personas y su conclusión es que hay dos tipos de estos sótanos: cuando el patio es pequeño se hace con una cúpula octogonal y cuando es grande en forma de paraguas, es decir, una bóveda a partir de un pilar central.

Ejemplos de este tipo de sótanos se encuentran en la Casa de Samuel Ha Leví dos, en la Casa del Judío, dos en la calle de las Bulas, en la plaza de la Alacava, debajo del Museo del Tránsito y en la calle San Juan de Dios. «Investigar estos sótanos es en algunos casos muy complicado, ya que se encuentran en manos de propietarios privados», manifiesta.

Por lo que se refiere al caso concreto de los sótanos de la casa de Samuel Ha Leví, tesorero judío del rey Pedro I, gracias a la crónica de esos judíos huidos a Grecia se ha podido identificar su sinagoga y cuentan que la vivienda se vendió en 1377, durante el reinado de Enrique II de Castilla, y fue comprada por Gonzalo de Mendoza. 

Señala que la parcela está muy bien delimitada y llega a la antigua iglesia de san Benito, lo que hoy en día es la Sinagoga del Tránsito, justo hasta la calle que separa la casa del Marqués de Villena, que ha desaparecido en su totalidad. Todo ello, en una manzana que linda con los Baños del Zeid o del Ángel.

El investigador francés cuenta que todos estos elementos coinciden en una misma estructura subterránea que hay en esta zona de Toledo, donde existían palacios y casas principales hechas con una misma técnica basada en hacer una plataforma muy grande a partir de reunir cuatro casas sobre una pendiente. 

Este es el caso de la casa de Samuel Ha Leví, que se construye sobre una plataforma y con sótanos debajo, según los documentos y los restos analizados de los edificios, de las calles y de los portales. «Hasta ahora tenemos documentados el 60% de la planta y del cuerpo», afirma.


 


  13. Para Comer en el Barrio Judio deToledo

Restaurante La Orza
Calle Descalzos 5, 
45002 Toledo España
+34 925 22 30 11

La Fábrica de Harinas
Reyes Católicos, 5, 
45002 Toledo España
+34 925 28 35 49

Víctor Sánchez Beato
Calle Alamillos Del Paseo Tránsito, 9, 
45002 Toledo España
+34 677 87 96 33

Lo Nuestro - Tapería & Restaurante
Calle Juan de Dios, 7, 
45002 Toledo España
+34 625 06 20 90

Teteria Dar Al-Chai
45002 Plaza de Barrionuevo 5, 
45002 Toledo España

En Ruta por los Montes de Toledo: Del Castillo de Piedras Negras a la Mítica Ciudad de Vascos, Toledo (y II)

Yacimiento visitable de Vascos

Ruta de las Iglesias y Plazas Monumentales del Reino de Toledo


Resultado de imagen de plaza de tembleque




Arte y Natura: Una Escapada a la Sierra de San Vicente, Toledo

Ruta de los Castillos Templarios de Toledo


Resultado de imagen de castillo templario montalban toledo


No hay comentarios:

Publicar un comentario